Políticos de por vida


Iván Gómez
Jefe de Local de Diario de Almería
Decía el religioso francés Jacques Benigne Bossuet, ya en el siglo XVII, que la política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir. Tiempo después, el estadounidense Louis McHenry Howe argumentaba que nadie puede adoptar la política como profesión y seguir siendo honrado. Ya en el pasado siglo el escritor y periodista Miguel Delibes entendía que para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible porque es una manera de vivir con bastante felicidad. Distintas percepciones en diferentes épocas nada favorables para un oficio azotado hoy por el descrédito, vinculado a la crisis y casos de corrupción, que convierte a los cargos públicos en el problema cuando, en teoría, deben ser la solución. Hombres y mujeres que, en su mayoría, han demostrado no estar de paso y han acabado haciendo carrera de una elección democrática en las urnas. Y es que la política hoy más que nunca conjuga las dos máximas weberianas de vivir “para” ella y de vivir “de” ella.
Un tercio de los diputados del Congreso acumula tres o más legislaturas ligado a su escaño y más de la mitad han llegado con un currículo en el que sumaban como mínimo una década en un abanico de cargos públicos. Los parlamentarios, senadores y diputados almerienses no son una excepción y, aunque en su día no eran profesionales de la política, se han convertido en políticos profesionales con una actividad casi de por vida, laboralmente hablando.

Rafael Hernando, Juan José Matarí, Mar Agüero, Consuelo Rumí, Jesús Caicedo, Luis Rogelio Rodríguez, Eugenio Gonzálvez, Juan Carlos Pérez Navas, Fuensanta Coves, Carmen Navarro… suman y siguen en sus carreras longevas y repiten una tras otra legislatura. Son gestores y representantes que demuestran al prolongarse en el tiempo que tienen capacidad para ganar las elecciones y conservar escaños, pero nunca se sabrá si también son capaces de ganarse la vida al margen de la política.

¿Debería la política dejar de ser una actividad profesional? La pregunta la puso sobre la mesa Esperanza Aguirre después de marcharse a casa despojándose de más de 30 años de carrera en el Senado, Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. En Almería ya lo hizo Luis López. Después de una larga trayectoria en un sinfín de cargos vinculados a la administración andaluza y ser alcalde en Vélez Rubio, presentó su renuncia al acta de diputado nacional unos meses después de conseguirla en las urnas porque no se ha “visto útil” para los ciudadanos en su escaño. Dejó atrás nada menos que 25 años en la vida pública al llegar al puesto de mayor calado de su larga trayectoria.

Pero son muchos más los que habían sido reclutados, formados y proyectados hacia las instituciones por los partidos, como el propio Juan Carlos Usero, y después vetados por sus propios compañeros. El que fuera candidato a la Alcaldía, portavoz del grupo municipal y presidente de la Diputación se ha quedado en concejal con vuelta a su plaza de funcionario. Del todo a la nada. También los hay con presencia discontinua como la parlamentaria Adela Segura, que fue alcaldesa de Zurgena, quedó en un segundo plano tras su paso por varios cargos en la Junta de Andalucía y ha vuelto con fuerza incluso a la dirección socialista.

El distanciamiento creciente de la ciudadanía hacia la clase política y la creciente desconfianza a raíz del incesante goteo de corruptelas, que hacen percibir más intereses económicos y personales que de servicio público, ha enfrentado aún más las posturas sobre la conveniencia de profesionalizar la política. “Los políticos deben tener sus profesiones, participar en la vida política y volver a lo que hacían. La profesionalización desde joven conduce al maquiavelismo para acceder a cargos”, plantea el exministro César Antonio Molina. Todo lo contrario al rector de la Universitat de Barcelona y también doctor en Ciencias Económicas y Filosofía y Ciencias de la Educación, Didac Ramírez: “La actividad política debería tener un carácter más profesional y ser practicada, como regla general, en régimen de exclusividad”.

Como toda profesión, la política requiere una formación y hace unos años se despertó un fuerte interés en una generación de los jóvenes integrados en las viejas estructuras de los partidos de la provincia por el estudio de las Ciencias Políticas. En el seno del PP, por ejemplo, Rosario Soto, Miguel Ángel Castellón y Carlos Sánchez se formaron antes de dar un salto que los ha situado en la primera línea de combate. Sin embargo, su intención nunca fue, o al menos así lo reiteran, vivir de la política. Carlos Sánchez, que es concejal del Ayuntamiento de Almería, asegura que “no se puede entender como una profesión para toda la vida, es vocacional e implica un sacrificio enorme en un periodo determinado”. Eso sí, no está de acuerdo con limitar la carrera de un político, ya sea del Congreso, Parlamento o Alcaldía de un pueblo determinado.

De 2.000 militantes que acumulan las Nuevas Generaciones sólo llegan un cargo público cada año dos o tres, de ahí que “no se pueda depender de esa aspiración, creo que los jóvenes somos conscientes a pesar de que orientemos nuestra formación”. En esta misma línea se pronuncia Miguel Ángel Castellón, parlamentario andaluz y vicepresidente de la Diputación Provincial. “El que pretenda estar 25 años en política se equivoca, tienes que saber que es algo temporal”. A su juicio, “nadie llega con la intención de hacer carrera, entras porque te gusta y por vocación, es una manera de desarrollar una inquietud, pero siempre sabiendo que si bien hoy estoy, mañana no estaré”.

El socialista Ramón Soto, secretario general de las Juventudes Socialistas, habla de una incorporación a la política “por ideales, nunca como forma de vida”. Entiende que todos los jóvenes de su organización aspiran a tener cargos públicos, pero saben que es un privilegio al alcance de muy pocos y de ahí que sigan manteniendo sus aspiraciones profesionales en otros ámbitos. En su ejecutiva hay varios cargos con formación en Ciencias Políticas, al igual que ocurre en Nuevas Generaciones, pero se trata, según entienden de unos estudios normalmente complementarios. De hecho, en los últimos años se ha venido experimentando un retroceso y la formación, antes incipiente, no llega a adquirir la importancia que tiene en otros países como Estados Unidos donde es ya una condición sine qua non para poder desempeñar el ejercicio público.

Y es que sin tener la intención de prolongarse en el tiempo, los partidos y los ciudadanos han contribuido a que dirigentes como Eugenio Gonzálvez (PP) o Antonio Bonilla (PSOE), por citar dos ejemplos, lleven décadas al frente de sus ayuntamientos y hayan pasado casi por toda la jerarquía orgánica de sus respectivas formaciones. El primero es maestro y el segundo funcionario. Barack Obama ejerció como abogado, al igual Tony Blair. Bill Clinton fue profesor de Derecho, Margaret Thatcher trabajaba como investigadora en una fábrica de plásticos y conservación de helados y Winston Churchill fue corresponsal de guerra. Su pasión por la vocación de servicio público les convirtió en políticos de por vida.

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