Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
Diego
Martínez Cano se encontró sin saberlo con la vida en 1963 y cuando apenas tenía
tres años. Una enfermedad renal -de las que ahora se curan, dice con
desencanto- le arrebató a un padre al que casi no llegó a conocer y rompió la
tranquilidad económica de una casa -mi madre se gastó tres millones de entonces
en buscar remedios en Barcelona y Madrid que nunca llegaron-. Quizá sea por
aquella esperanza frustrada en Madrid y Barcelona por lo que se hizo forofo del
Valencia o, tal vez, en aquella decisión de adolescencia ya se encontraba
agazapado ese espíritu de rebeldía que rebeldía optimista que le ha enseñado a
enfrentarse a buscar soluciones en tiempos de crisis.
El
martes mantuvimos en su despacho una extensa conversación sobre el futuro de un
sector tan acosado por la situación actual como es el mármol. Es un tipo que
piensa con la cabeza. La misma cabeza con la que despejaba como defensa central
en aquel Atlético Macael mítico en el que se le conocía por Mcgregor. El
Presidente ejecutivo de Cuéllar y presidente de la Cámara de Comercio tiene el
mismo ímpetu de entonces, pero ya no pega patadas a los delanteros. Ahora esa
fuerza la utiliza para pensar.
El
texto que sigue es una transcripción libre de esa conversación en la que Martínez
Cano fue ante todo gerente de una empresa:
“Claro
que tiene futuro el sector de la piedra en Almería; un gran futuro si hacemos
las cosas bien. Tú, por ejemplo, ¿cuántas zonas conoces en el mundo donde se
trabaje la piedra artesanalmente? Seguro que Macael, porque vives aquí, y
Carrara. Bueno, pues en todo el mundo, en todo el mundo, que mira que es
grande, sólo hay cuatro zonas en las que se trabaje: China, Italia, Francia y
España. Y además esa industria está en sólo una comarca de cada uno de estos
cinco países. En Italia en Carrara, en la región francesa de Sant Denis, en el
área geográfica de Xiamen en China y en el Almanzora almeriense. Somos muy
pocos los que sabemos trabajar la piedra. Hay muchas zonas de extracción, pero
sólo estas cuatro de transformación.
Esa
es nuestra gran fortaleza. Que sabemos hacer las cosas y, además, las hacemos
muy bien. Porque tenemos una cultura que yo llamaría de “canteros” que es
milenaria. Aquí, en nuestras sierras trabajaron el mármol los fenicios, los
romanos, los árabes…ahí están los monumentos, como la Alhambra o El Escorial,
hechos con nuestro mármol.
Nosotros
no tuvimos un Miguel Ángel. Lo tuvo Carrara y fueron las obras de este genio
las que convirtieron a esa comarca en referencia universal. Cuando alguien, en
cualquier parte del mundo, dice que se ha hecho una casa con mármol de Carrara,
ya la está dotando de prestigio. A nadie se le ocurre decir que ha utilizado
mármol de China; eso no da imagen ni garantía de calidad.
Para
salir de la crisis en esta comarca y en este sector hay que potenciar una
“marca territorial”. El consumidor tiene que conocernos y haber llegado a ese
conocimiento desde el prestigio de nuestras obras milenarias. Hay que invertir
en marca, pero tenemos que hacerlo los empresarios. ¿Que no hay dinero? Bueno,
pues se busca. Pero no mediante subvenciones a fondo perdido, no; a través de
créditos reembolsables. Si la administración concede esos créditos a veinte
años, con cinco de carencia, las empresas podrían potenciar la marca y, además -otra
de las cosas imprescindibles que hay que hacer- enviar comerciales a captar
clientes. La esencia de nuestra economía es el mercado y hay que ir hasta el
para vender. Con esos créditos reembolsables y dedicados sólo a esa labor de
captación de clientes, justificando cada euro gastado en esa actividad no
pudiendo disponer del dinero para otros fines, un grupo de empresas de la
comarca podrían llegar a ofertar su producto a cualquier parte de Europa o
América.
No
es fácil, pero tampoco imposible. Nosotros tenemos ya agentes comerciales en
dieciocho países y trabajamos en espacios tan distintos como Rusia o Guinea,
Perú o Ucrania. ¿Que por qué conseguimos esas obras? Porque estudiamos a
nuestra competencia. Cuéllar no puede hacer lo mismo que hacen los italianos o
los franceses. Nosotros ofrecemos al futuro cliente lo que ellos no dan. Te cuento
un ejemplo. En Rusia conseguimos una obra de una casa privada- que es el
proyecto de revestimiento en piedra más grande que se ha hecho en la historia
de esta comarca y que ya está finalizada-, porque presentamos un proyecto con
dos características que no tenía nuestra competencia: plazo de finalización con
penalización si no lo cumplíamos y ausencia de ingreso por adelantado. Los
franceses o los italianos (y menos los chinos) no funcionan así. Nosotros sí y
hemos cumplido escrupulosamente el revestimiento de la fachada de esa mansión
que tiene, ni más ni menos, que ochenta y cinco metros de longitud, tanto como
toda la banda de un campo de fútbol.
¿Qué
cómo lo hemos hecho? Trabajando durante dos años sin vacaciones y poniendo cada
día en práctica esa cultura heredado de los canteros y las nuevas tecnologías
aplicadas a la piedra. En esta comarca, tú lo sabes bien, para que alguien se
dé de baja por enfermedad tiene que estar muriéndose.
Entonces,
si tenemos la cultura del saber y del esfuerzo, sólo hace falta que entendamos
que el mercado sólo se puede conquistar con innovación y desde una mirada
globalizadora.
El
otro día fui a Boston a dar una conferencia. Pues bien, salí a las cinco de la
mañana desde mi casa en Macael, llegué a Madrid, cogí un avión a Estados Unidos
y a las tres de la tarde, con el cambio de horario, ya había llegado a mi
destino. O sea, que esa tarde podría haber estado reunido con un cliente.
Estamos en la sociedad de la globalización y de la internacionalización y o
entendemos eso o no vamos a ningún lado. Ya no hay mercados imposibles. Hay
estrategias útiles o inútiles. Hay que saber acertar.
Como
ves, soy optimista y lo soy porque soy realista. El mármol de nuestras sierras
se acabará, pero la piedra es eterna. Nosotros fuimos una tierra extractora,
ahora debemos ser también una comarca transformadora de piedra de todo el
mundo; buscaremos el mármol allí donde esté para trabajarlo aquí con nuestra
capacidad.
A la
crisis hay que enfrentarse con valentía. Que atravesamos una situación muy
difícil ya lo sabemos, pero también sabemos que vamos a salir, que podemos, que
sí se puede cambiar la situación. Con lo que no avanzaremos nunca es con el
pesimismo. ¿Qué cuando dejaré la presidencia de la Cámara de Comercio? Cuando
acabe mi mandato. Creo que la permanencia en los puestos públicos debe estar
fijada para que nadie se eternice. Pero sobre quien me sucederá no me
preguntes. Eso ya lo decidirán los miembros de la Cámara cuando llegue el
momento”.
La
conversación no acabó aquí; continuó por otros desfiladeros. Pero esa queda
para el off the record o para cuando llegue el momento.
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