Joaquín Jiménez
Portavoz del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Almería
Hubo una vez un emperador tan obsesionado consigo mismo que llegó a aceptar el ofrecimiento de dos charlatanes para que le confeccionaran el traje más elegante del mundo con una tela tan suave y delicada que sólo podía ser vista por personas muy inteligentes. Nadie quería mostrarse estúpido a los ojos del rey así que quienes lo veían se deshacía en elogios hacia su persona, alabando su buen porte con aquel nuevo traje.
Algo parecido ha debido de ocurrirle al alcalde deAlmería, que se pasea por la calles de la ciudad rodeado de escoltas,concejales y palmeros –que los tiene en cada barrio-, recibiendo parabienes asu “magnífica gestión”, mientras a sus espaldas los ciudadanos se lamentan dela desastrosa situación en que se encuentran los servicios y equipamientospúblicos municipales.
En las proximidades de lugares donde se han construidomaravillosas rotondas, hay barrios que carecen prácticamente de todo. ElAyuntamiento de Almería ha gastado escandalosas sumas en determinados puntos de la ciudad y, sinembargo no ha reparado en que unos metros más allá hay cientos de viviendas quesiguen sin una red de saneamiento público y donde el alcantarillado discurre adiez centímetros de suelo, lo que obliga a los vecinos a vivir sobre unainmensa colonia subterránea de ratas, cucarachas e insectos que forman parte yade su vida diaria, especialmente en los meses de más calor.
Hay barrios donde el Ayuntamiento ha creado fantásticasinstalaciones deportivas, a cuyas puertas los niños juegan a dar patadas a laspiedras, por ser equipamientos destinados sólo a deportistas federados. Peronadie levanta la voz. Tenemos zonas donde a diario los servicios municipales rieganlas margaritas de un único jardín al que se accede por mitad del campo,sorteando coches y escombros, a través de solares abandonados. Pero nadie lodice.
Hay otros vecinos que pueden ver desde sus ventanas bonitas avenidas con jardines y rotondas perfectamente conservados y que, sin embargo, están condenados a caminar y circular por las calles de su barrio,construidas después de la transición, con baches de varios centímetros de profundidad y aceras convertidas en un circuito de alto riesgo para personas mayores o con movilidad reducida.
Pero al alcalde lo han convencido de que la realidad de Almería se limita a aquello que alcanza su vista a través de los cristales tintados de su coche oficial y que quienes ven otras cosas son personas estúpidas, incapaces de igualarlo en inteligencia. Siga así señor alcalde.Tarde o temprano este cuento de hadas llegará a su fin cuando cada vez sean más voces las que se sumen en todos los barrios de Almería para denunciar estas carencias. En el cuento fue entonces cuando el emperador se percató de que iba con las vergüenzas al aire.
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