Gervasio Sánchez, en el Centro Andaluz de la Fotografía


Miguel Ángel Blanco
Periodista

Lo importante del reportero Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) no está sólo en su mirada por los conflictos bélicos de todo el mundo. Sino también en sus palabras y gritos, hermanados con sus imágenes, muestra del gran poso de dolor y heridas en su interior. Todo eso está en Antología de Gervasio Sánchez, la exposición que presenta el Centro Andaluz de la Fotografía (CAF), hasta el 14 de abril, en su sede central de Almería.

Gervasio Sánchez expone en
 el CAF hasta el 14 de abril
En 1998, Gervasio Sánchez expuso en la Escuela de Arte de Almería su obra Vidas minadas, un alegato de imágenes que mostraban los efectos de las minas antipersonas. En el año 2000, el CAF montó otra exposición de Gervasio Sánchez, Niños de la guerra. El fotógrafo no ocultó su corazón herido, de superviviente. “Lo triste de esta exposición es que acabas persiguiendo sombras furtivas que aparecen y desaparecen en la memoria”.

Y ahora, ya en 2013, es el tercer encuentro en Almería. Gervasio Sánchez rinde cuentas, muestra el retrato de la tragedia del ser humano, los horrores de las guerras. La exposición está dedicada a reporteros españoles muertos en conflictos: Juantxu Rodriguez (Panamá, 1989), Jordi Pujol (Sarajevo, 1992), Luis Valtueña (Ruanda, 1997), Miguel Gil (Sierra Leona, 2000), Julio Fuentes (Afganistán, 2001), José Couso y Julio Anguita Parrado (Irak, 2003), Ricardo Ortega (Haití, 2004).

En la exposición, predominan las imágenes en blanco y negro. El color es minoritario, nada brillante, es apagado, con una luminosidad oculta y oscura. La negritud es la clave fotográfica.

Antología está estructurada en varios apartados, que siguen la pista del reportero desde los inicio de sus viajes. El principio fue en América Latina (1984-1992). “Aprendí los secretos de la fotografía en América Latina. Había comenzado a hacer fotos años antes y me defendía aunque nunca hice un curso especializado. Cuando miro aquellas imágenes primerizas siento una gran ternura…”.

En este tiempo, Gervasio Sánchez recorre las guerras centroamericanas, las dictaduras del Cono-Sur  y confiesa que fue en esas guerras “donde me hice fotógrafo”. Con su cámara captura las tragedias de El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Perú, Colombia, Chile, Argentina, Panamá, México, Belice, los desaparecidos, las caravanas de la muerte, las miradas del miedo, del terror, que se convierten en aquellos escenarios en casi una rutina. El clic de la cámara, como una ametralladora sin causar muertes, deja constancia de los heridos de los combates, de los cadáveres, de los niños militarizados, de las mujeres militarizadas, de sus rostros trágicos, del rostro implacable y de verdugo de Pinochet y su Junta Militar. El reportero se encuentra con niños que juegan a la guerra, sonrientes, con una pistola de juguete (Guatemala). Están los cementerios, la frontera de México con Estados Unidos. Y el momento excepcional de un soldado salvadoreño que habla con su novia.

Después Gervasio Sánchez viajó a los Balcanes (1991-1999), tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Intenso y profundo blanco y negro. “En mi vida siempre habrá un antes y un después de Bosnia y Sarajevo. Cada regreso coincidió con matanzas y promesas de la comunidad internacional que se volatilizaban con la misma facilidad que se producían nuevas víctimas”. El reportero hizo con su cámara la crónica de las deportaciones de Kosovo. Huida a ninguna parte. El rostro fatigado y de ansiedad de una madre con su hijo dormido en sus espaldas, en el paso fronterizo de Kosovo (1999). Adolescente de 16 años yace muerto y su padre abraza llorando el cadáver. Gervasio pone nombres y apellidos a este horror: Salim Azan Gaslir. Dos niños refugiados albanokosovares miran desde el interior de un carromato. Un niño juega con un balón de fútbol en un campo de refugiados albanokosovar. Y también está presente, en ocasiones, la imagen en color apagado, en Croacia. Niña moribunda. Lugar donde murieron cuatro niñas. Y en Bosnia. Milicianos bosnios lloran y rezan. Niños juegan entre coches y camiones destrozados. Niños juegan en la nieve. Interior destrozado de la Biblioteca de Sarajevo. Un hombre reza ante la tumba de un familiar. Ciudad destruida. Avenida de los francotiradores. Tres niños juegan en Sarajevo y el reportero se  reencuentra con ellos quince años después.

A mediados de los 90, Gervasio Sánchez viajó a África (1994-2004). “Muchas veces me han preguntado cuál ha ido la situación más horrible que he tenido que documentar. A pesar de que nunca me ha gustado comparar un conflicto con otro, he de reconocer que la cumbre del sufrimiento, mi particular corazón de las tinieblas, fue Goma durante la tragedia ruandesa del verano de 1994”.

El reportero encontró las fosas comunes de muertos por el cólera o por el hambre o por las venganzas y guerras. Y son niños casi todos los protagonistas de sus imágenes africanas. Están los retratos de los adolescentes soldados: Tato Sherman (16 años), Patrick Jackson (16 años), Fleming King (13 años) Alex Myee (16 años), Prince Logon (14 años). Liberia, Sudán, Burundi, República Democrática del Congo. Retratos de 24 adolescentes con amputaciones en Sierra Leona. Bebé de 13 meses con amputaciones. ¿A quién  hay que maldecir ante estas imágenes? Combates callejeros. Huida de refugiados.

Gervasio Sánchez ha vivido multitud de historias de desaparecidos en todos los conflictos. Ha recogido los retratos de los familiares de los desaparecidos. Miradas con algo de esperanza, de quienes portan en sus manos la fotografía del hijo, hija, marido, padre, madre, abuelo, nieto, nieta, desaparecidos. Se puede mirar cara a cara a cada uno de los seres humanos presentes en cada fotografía y sentir el mismo dolor que el reportero. “Buscar a tus seres queridos durante años o décadas convierte la vida cotidiana en una pesadilla permanente”. Gervasio vive un momento clave en torno a sus imágenes. ”La selección de las fotografías de proyectos tan hirientes se convierte en un viaje a las tinieblas. Cuando el autor revisa las tira de los negativos puede recordar qué pasó antes y después de tomar la imagen. Porque los negativos supuran recuerdos, olores, silencios, ruidos, conversaciones, coacciones”.

Y al final, Vidas minadas (1995-2007). Lo que empezó siendo la historia de un niño mutilado por una mina, en Angola, se convirtió en uno de los grandes proyectos de Gervasio Sánchez que todavía continúa. “Aquel viaje a Angola fue decisivo para dar un cambio radical a mi manera de plantearme el periodismo. Me parecía que los periodistas éramos utilizados por una maquinaria infernal que producía dramas, que sólo se contaban superficialmente mientras duraba el primer impacto televisivo”. Juegos infantiles de niños mutilados en cualquier lugar. Juegan, comen, rezan, sonríen. Y mueren.

Desde entonces, Gervasio Sánchez dejó de ser neutral, ya nada es igual en su historia personal. Su percepción del mundo ha cambiado. Y la del periodista visitante de la exposición, también.

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