Juan Torrijos
Periodista / La Voz de Almería
Durante
algunas décadas Mojácar ha sido para muchos españoles el paraíso de la
libertad. Ha llegado Ros Mari y se está viniendo abajo el mito. Es una pena. A los
pueblos los hacen sus hombres. Y Mojácar fue levantada por unos que tenían por
bandera la libertad. Corrían los años duros de la dictadura y Mojácar se
convertía en uno de los rincones donde disfrutar de una libertad desconocida en
los demás puntos turísticos del país. Quizás por la lejanía de los centros del
poder, por las difíciles comunicaciones para llegar hasta sus empinadas calles,
quizás por algunos hombres que decidieron jugar a favor de la noche, de la
libertad y del ocio.
Rosa María Cano |
Lejos
parecen ahora aquellos años. Llegó Ros Mari y Mojácar está perdiendo aquel
encanto, aquel aroma a libertad y juventud de otros tiempos. Es posible que los
jóvenes de aquellos años no fuéramos tan ruidosos como los actuales, pero
nuestros botellones dentro y en las puertas de las discotecas ya existían y se
disfrutaban.
Ros
Mari ha llegado y debe querer unos jóvenes de velo y misal. Nada de ruidos y
menos de botellones en la noche. Acostados en verano a las doce y levantados a
las siete para ejercicios, es de imaginar que espirituales. ¡Qué pena me das, Mojácar!
Ros Mari no quiere oir emisoras que la critiquen, no quiere que graben los
plenos, no quiere botellones, no quiere música, no quiere ruidos ni en las casas.
No quiere, no quiere, no quiere. Prohíbe, Prohíbe, Prohíbe.
Llegó
al poder con los votos del ciudadano, y si es eso lo que ellos quieren,
perfecto, pero deberían pensar en lo que ha hecho famosa a Mojácar y no han
sido las prohibiciones
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