Periodista
Esta semana nos ha dejado para siempre Miguel Vega, el Niño
Miguel. Era hijo de Miguel Fernández Cortés El Tomate y hermano, por parte de
padre, de José Fernández Castro, el padre de Tomatito. Miguel heredó de su
padre su maestría, el gusto por la guitarra y su sensibilidad artística, así
como el nombre, pero no el apellido. El padre de Miguel formó en Huelva una
familia distinta de la que se había dejado aquí, en Almería. Fruto de esta
segunda unión nació Miguel. Pero el Niño Miguel
era un auténtico Tomate. Reproducimos a continuación el artículo
dedicado al artista en “La transición de Andalucía”, de Jesús Chacón, hace unos años, como
homenaje a este genial guitarrista.
Por las ventas Cardeña y El Frenazo de la carretera de
Gibraleón, por el cabaré de la calle Gran Capitán en su apogeo de finales de
los años sesenta, por los bares de Pescadería y todos los ambientes flamencos
de aquella Huelva, Niño Miguel despierta a la vida sin haber abandonado la
infancia. Con su guitarra, su única y definitiva aliada en el mundo, pasa de
ser un niño prodigio a leyenda del flamenco con la naturalidad del genio que
llega a lo más alto por el camino más corto. No tiene rival e interpreta y crea
su propia música. Inspiración y locura. Miguel Vega Cruz apenas toca la cima en
el ecuador de la década de los setenta y comienza su descenso vertiginoso hacia
ninguna parte, camino de ser la sombra de la gloria que llega a ser por
entregarse a oír sólo los compases y las falsetas de su interior de niño
perdido.
El hijo de El Tomate. El niño Miguel Vega no tuvo juegos, ni fútbol ni trompos,
sólo guitarra. Su padre, Miguel Fernández Cortés –Niño Miguel lleva el apellido
materno–, gran tocaor y compositor de la estirpe de los Tomates de Almería, se
había empeñado en que fuera una figura de la guitarra a toda costa, y el niño
perdió su infancia entre los sacrificios de la disciplina que impone tener que
ser el mejor. Miguel El Tomate se ganaba la vida tocando en el cabaré y en el
bar Elcano de la calle Gran Capitán, y en las ventas de la salida norte de
Huelva, pero también en juergas privadas de postín donde los señoritos lo
reclamaban para amenizar sus cacerías o sus bodas y bautizos. Cuenta Antonio El
Brujo, cantaor onubense amigo y compañero de El Tomate, y luego mano derecha de
Niño Miguel en incontables aventuras y desventuras, que el padre ya se lo
llevaba para que todos vieran cómo acariciaba las seis cuerdas aquel retoño que
no quiso luego llevar el nombre artístico de su padre (sí lo hará años después
su sobrino Tomatito).
Con tan sólo 11 años, en 1963, Niño Miguel actúa por primera vez en público en la Plaza de Toros de Huelva, en
un espectáculo de Juanito Valderrama y Pepe Marchena, donde cantaban también
otras figuras como la Niña
de Antequera y Juanito Maravillas. El Tomate había convencido a Valderrama y
Niño Miguel pone en pie a todo el coso. “El padre le había comprado un traje de
tercipelo negro –recuerda El Brujo– y la guitarra era más grande que él.
Todavía me acuerdo de la que formó aquel día”. Aunque duro, El Tomate había
sido un buen maestro para su niño y se quedó con la espina de no habérselo
podido llevar a Madrid por no soportar los fríos. Morirá más tarde con la mosca
tras la oreja, inquieto por el tratamiento que Miguel empezará a necesitar
debido a una inestabilidad psíquica de herencia materna, cuya medicación él
mismo controlaba. Cuando desaparece el padre, Miguel el niño ya no atenderá su
propia medicación y ahí comienza su descenso a los infiernos de la soledad
–luego agravada hasta llegar a la mendicidad en la que ahora sobrevive– a raíz
de la separación de su mujer y su caída en los paraísos artificiales de la
droga.
Premio Nacional. A los 19 años, cuando ya se codeaba con grandes figuras del
cante –numerosas giras con Perlita de Huelva y otras iconos del cante–, el niño
prodigio gana en Jerez de la
Frontera el II Certamen Nacional de Guitarra Flamenca. La
rabia de su toque, profundamente gitano y flamenco, rompía todos los moldes
conocidos, y en plena euforia y resurgimiento de la guitarra flamenca, corre el
año 1974, la discográfica Philips le contrata para grabar su primer disco, La
guitarra de Niño Miguel. Allí están los fandangos Brisas de Huelva, la
impecable soleá En el puente Nicoba o la trepidante bulería Vino y
caballos, entre otras composiciones del propio artista, quien nunca se
preocupó de registrar nada en su propiedad intelectual. Con grandes figuras en
activo como Paco de Lucía, con su rumba Entre dos aguas recién salida al
mercado, y el Manolo Sanlúcar de Caballo negro, Niño Miguel llega y arrasa.
El propio Paco, admirador suyo desde el principio, asegurará entonces en una
entrevista televisiva que “el único capacitado para crear e innovar en la
guitarra flamenca es Niño Miguel”.
Grabará un segundo y definitivo disco –Diferente– dos años más tarde, de la
mano de Antonio Sánchez, padre de Paco de Lucía, que llevaba a los flamencos de
la casa Philips. Lamento, el vals flamenco que incluye musicado con orquesta,
forma ya parte de las antologías. Para entonces su padre, que era para él toda
su disciplina, ya había muerto y Niño Miguel inicia el desordenado camino que
le conducirá hacia el silencio total, del que vuelve a salir en 2005 con nuevas
grabaciones y actuaciones. El mismo Paco de Lucía intentará en vano llevárselo
a Madrid, y llega hasta a ofrecerle su propia casa. La amistad que ambos
cultivan en la vida se acompaña de una admiración mutua en el arte. Muchos
recuerdan todavía un Rocío en el que el de Algeciras y el Niño Miguel
protagonizaron un mano a mano de más de media hora, cuyos testigos no dudan en
señalar como irrepetible en la historia. También es conocida –una de tantas
leyendas; ésta verídica– aquella ocasión en que Paco de Lucía, con lágrimas en
los ojos, oye en el Gran Club del barrio de Isla Chica a Niño Miguel tocar
Entre dos aguas sin que éste sepa que estaba viéndolo.
Insobornable. En la deriva de Niño Miguel, aparte de su inestabilidad psíquica
diagnosticada, su flirteo con las drogas y su soledad de infancia robada y amor
perdido, hay también mucho de rara veta en su calidad de espíritu insobornable.
Hay algo en él de huidizo, como si no pudiera –o más bien no quisiera– apretar
con sus manos el triunfo y la fortuna. Una extraña y rebelde cualidad quizá
heredada de su padre El Tomate, quien se iba sin cobrar dejando plantados a los
señores que lo contrataban y que no le escuchaban mientras tocaba porque se
ponían a hablar de toros. De tal palo tal astilla. Es antológica la espantá de
Niño Miguel en el programa especial de Nochevieja de 1977. El director del espectáculo,
Valerio Lazarov, le sugirió que se pusiera una camisa de flores del vestuario
para dar más colorido al número, lo que provocó el disgusto del guitarrista
prodigio, que había llegado a Madrid con la “camisa de Simago” que se había
comprado en Huelva y que tanto le gustaba. El guitarrista lo tuvo claro,
abandonó el estudio y se fue con su camisa blanca, pero sin actuar y, por
supuesto, sin ver ni un duro.
Miguel Vega Cruz no ha caminado más que por su propia vereda, genial,
insobornable, loca y solitaria, acompañado únicamente de su guitarra y de su
propia sombra de genio malogrado. Quizá la niñez usurpada le hizo perder la
mirada y ponerse para siempre el apelativo Niño en su nombre artístico. Quizá
sea eso lo que pueda explicar en gran parte cómo se viene abajo una auténtica
leyenda de la guitarra en aquella esfervescente Transición, justo en el mismo
momento en que empezaba a acariciar la gloria de los elegidos.
Gracias por el blog, he podido descubrir detalles de su vida que no figuran en otra parte, sobre todo en lo referente a Paco. Muchos lo critican por la fusión con jazz y porque Miguel hubiera llegado más lejos, pero yo creo que hubieran ido de la mano revolucionando la guitarra flamenca aún más que Paco por si sólo. Le ofreció hasta su casa, intentó ver hacia donde miraba El Niño con esos ojos perdidos, pero sólo él podía saberlo.
ResponderEliminarLos amantes de la guitarra seguirán aprendiendo de él y se mantendrá vivo entre las cuerdas. Su nombre y sus notas continuarán oyéndose, en España, en parte del extranjero y los nuevos tocaores. Descansa en paz.
Muy bonito, gracias por acordarte del autentico genio del flamenco.
ResponderEliminar