Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
Dicen que el poder seduce, engancha e incluso hace deseables a hombres y
mujeres anodinos. El coche oficial debe de ser muy cómodo. Desde los cristales
tintados la vida pasa de otra forma. Vi como la secretaria de un expresidente le
untaba la mantequilla en la tostada del desayuno durante un viaje oficial.
Incluso oí a otro político de salida confesar que estaba aprendiendo a mandar
emails. No hace ni dos años, no piensen en la prehistoria digital. Los
políticos, en general, no saben irse. Un todopoderoso exconsejero, hábil
driblador, almorzó en su despedida con los periodistas y en las copas entonó un
aviso: “Nunca te vayas de un sitio dando un portazo porque no sabes cuando
tendrás que volver”. Así son. Les gusta llegar pero no marcharse. Les revienta
que les recuerden su edad o que llevan demasiados años. Las sucesiones son
siempre indigestas. Muestran desapego al poder y siempre que pueden recuerdan
que están de paso, pero no es verdad. Por lo general los cargos públicos se
aferran al sillón y lo de la limitación de mandatos les da grima.
José Chamizo |
Esta semana el expresidente José María Aznar reapareció en una televisión
para dejar claro que todavía no ha superado su duelo. Casi una década después de
que él mismo designara a dedo a Mariano Rajoy ha venido a enmendar la gestión de
su pupilo, tratar su política con condescendencia y ofrecerse como prohombre
salvador del país. Dos tópicos en uno: el de los expresidentes como jarrones
chinos, piezas valiosas y ostentosas –horteras, añadiría– que nunca saben donde
ponerse, y ese otro “de cuerpo a tierra que vienen los nuestros”. Ambos son
ciertos.
Esta semana otro cargo público, elegido por el Parlamento, José Chamizo, ha
dejado claro que tampoco quería dejar de ser Defensor del Pueblo. Se le puede
perdonar la pataleta final si se mira su trayectoria, pero esa forma de
revolverse contra quienes han decidido su renovación es sintomática. Llamó a la
consejera Susana Díaz “esa chica de Presidencia” y aseguró que lo echan por
culpa de “un psicópata” del PP. Llevaba 17 años en su puesto. Tres mandatos.
Asegura que no se había acomodado porque ante el sufrimiento humano no se
acostumbra nadie y que su sitio está en las barricadas. Puede ser. Pero su
despedida ha sido del que no quiere irse.
En Andalucía últimamente las sucesiones políticas están a la orden del día y
ninguna se salva. Los que se van se resisten a irse. Los que se quedan se
arrebatan por exhibir su poder y alimentan ese otro tópico: el de matar al
padre. El complejo de Edipo se desata y todos quieren borrar del mapa a sus
progenitores políticos. En el PSOE andaluz fue de manual. La sucesión de Manuel
Chaves tras 19 años en el cargo ha sido dura. José Antonio Griñán tardó solo
cinco meses en señalar sus poderes y los vestigios de la vieja guardia aún
resisten agazapados en un rincón del Parlamento andaluz mirando con reprobación
a quienes tomaron el testigo. Todo trufado con casos de corrupción que unos
soportan como una cruel herencia recibida y otros aseguran que están en la
primera línea, no porque esos escándalos sean tales, sino por la torpeza
política de quienes gestionan ahora la agenda. Lo cierto es que a Chaves, por su
propia forma de ser, se le pueden recriminar pocos improperios en público.
Quienes le conocen y a pesar de que vuelve a dar clases en la Universidad y
sigue siendo diputado nacional, saben que le ha costado mucho.
Por el Parlamento andaluz todavía se pasea un cada vez más recuperado Javier
Arenas. Su sucesor no ha dado muestras de que le moleste, quizás un síntoma más
de que en ese puesto está de paso, pero a quienes rodean a Juan Ignacio Zoido sí
que les enerva que el antes todopoderoso líder del PP andaluz no acepte una
retirada a tiempo. Arenas será un problema para el PP-A, quienes lo conocen
dicen que querrá elegir al candidato y sucesor de Zoido. Este fin de semana,
durante la convención que calienta motores ante las municipales, el
vicesecretario de Política Autonómica y Local ha dejado claro que quienes lo den
por amortizado se equivocan. Él da los titulares.
En IU se avecina otra. Diego Valderas ha señalado a su sucesor, Antonio
Maíllo, un hombre de su confianza y de consenso. Eso sí, el vicepresidente ha
dicho ya que no descarta ser el candidato en las próximas autonómicas. ¿Eso es
irse?
¿Qué se verá desde el techo?, se preguntaba Silvio Rodríguez en La Escalera.
“Mientras más ganaba altura, la calle me parecía más pequeña, menos dura, como
de juguetería y sucedió de repente, que después de alimentarme con la visión
diferente, solo quedaba bajarme”. Y eso de bajar a la tierra a los políticos les
cuesta la vida.
Lo mismo ahora lo nombran Obispo de Almería, o arcipreste del poniente almeriense.
ResponderEliminarAhora se pondrá sotana y alzacuellos, y seguro que lo nombrarán canónigo de la catedral de Almería.
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