José A. Martínez Soler
Presidente de la Junta Rectora del Parque Natural Cabo de
Gata-Níjar
Todos soñamos con encontrar algún día la Arcadia feliz, aquel paraíso natural del que
Adán y Eva fueron expulsados. Si aquel Edén bíblico hubiera existido contaría,
sin duda, con calas vírgenes, acantilados volcánicos, palmitos, flamencos y luz
–¡Ay!, la luz- como los del Cabo de Gata.
Cabo de Gata |
Crecí mirando hacia el Cabo, desde los torreones del Cerro San Cristóbal, tan
cerca del Quemadero. De niño, disfruté de sus playas y buceé entre sus
posidonias. De adolescente, coleccioné sus piedras, plantas y bichos y, de la
mano del Hermano Rufino, aprendí que “no se ama lo que no se conoce”. Fue allí y
entonces donde conocí y aprendí a amar la Naturaleza.
El Cabo de Gata me dejó una huella indeleble en forma de paisajes del alma,
cargados de belleza y de cultura: aromas, colores, luces, veredas, rocas,
sonidos, palmeras, molinos, chumberas, barrancos, pecios, domos, minas, olas de
lava, aljibes, dunas, oasis, senderos, peces, norias, aves, flores, versos …
Aún hoy, cuando estoy muy lejos de Almería y cargado de estrés, cierro los
ojos y me imagino –como hace más de 25 años- leyendo las Sonatas de Valle
Inclán, en un atardecer rojo espectacular de la Isleta del Moro, o releyendo el
Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz, en un amanecer rosáceo y tímido de la
bahía de Las Negras.
Hay experiencias casi místicas que no puedo ni quiero olvidar. Si, como dice
Rilke, “la infancia es la patria del hombre” yo me declaro solemnemente
almeriense y “cabogatero” o “cabogatense” (la verdad es que no sé como se dice,
pero ya me entienden).
Hace apenas dos años que tengo el privilegio de presidir el mejor “parlamento
de la Naturaleza” que pueda imaginar un almeriense: la Junta Rectora del Parque
Natural Marítimo Terrestre Cabo de Gata-Níjar, que ahora cumple un cuarto de
siglo. ¿Quién me manda a mi, estando tan cerca de la jubilación, meterme en
este lío?
Ahora que el director-conservador nos invita a reflexionar aquí sobre las
Bodas de Plata del Parque, debo reconocer que la primera razón por la que acepté
esta carga del Gobierno de Andalucía fue por amor. Le dije al Consejero de Medio
Ambiente: “Desde niño, soy un enamorado del Cabo de Gata y, si me pides que me
case con este Parque Natural, voy corriendo a la capilla”.
La segunda razón fue por gratitud. Desde que emigré de Almería, en busca de
conocimientos, amores y fortuna, me siento en deuda con mi tierra. Este
nombramiento me daba la oportunidad devolver a los almerienses una parte, por
pequeña que sea, de esa deuda. Por eso, lo hago con gusto, incluso con emoción. ¿Y qué es lo hemos hecho en este cuarto de siglo? Por mi parte, seguir el rumbo
de mis predecesores, en especial del anterior presidente, Andrés Sánchez
Picón.
Desde el primer día, mi programa tiene tres pilares: Belleza, Cultura y
Participación. Estoy convencido de que la mejora de la realidad y de la imagen
pública del Parque Natural es uno de sus más eficaces escudos protectores. Y a
eso nos hemos dedicado principalmente hasta ahora.
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