Isabel
Morillo
Jefa
de Andalucía de El Correo de Andalucía
Día
de pleno. La Cámara
se puebla de periodistas, ujieres atareados y escaños llenos. El Hospital de
las Cinco Llagas no es Marte, o no lo parece. Sus diputados son aparentemente
normales, con una cabeza, dos brazos y dos piernas. Acarrean maletas y se
saludan amistosamente. La mayoría confiesa tener familia y vivir en una casa
medianita. Algunas de sus declaraciones de bienes son millonarias pero en otras
reflejan hipotecas y coches sin terminar de pagar. Comen de menú (unos 8 euros)
los días de pleno y dicen tener hermanos, hijos o sobrinos en paro. Aparente
normalidad, pese a que los pasillos majestuosos e impolutos de esa joya
arquitectónica que es la Cámara
autonómica sobrecogen y siempre acaban por despistar del ruido de las bocinas y
las pancartas de quienes se quejan de la clase política a sus puertas.
Supuestamente
los 109 diputados andaluces son elegidos por los andaluces de su provincia
durante cuatro años para preocuparse y ocuparse de sus problemas. Cualquiera en
una entrevista, si puede, lo suelta. Su trabajo no es solo reunirse en tediosas
y largas comisiones o plenos parlamentarios en las que se dan caña mutuamente,
controlan al Gobierno y aprueban leyes. Su gran misión debería ser patearse la
calle, recabar los problemas e inquietudes de los ciudadanos y ofrecerles
soluciones que mejoren su vida. En ese trabajo de campo la mayoría suspende.
Pero es lo que prometen o juran ante el Estatuto y la Constitución cuando
les cuelgan la medalla que les da el título de señorías.
Pero
éste es un retrato irreal, muy benevolente, de nuestros representantes después
de que nos hayamos enterado de que el pasado 20 de marzo, la Mesa del Parlamento –el
máximo órgano de gobierno de la
Cámara – aprobó un incomprensible subida de dietas para el
presidente y los portavoces adjuntos. 400 euros más al mes para el socialista
Manuel Gracia, que preside la institución. Según figura en el acuerdo de “Régimen
económico y ayudas de los diputados 2013” , el sueldo base de cualquier
parlamentario es de 3.020.29 euros. A eso suman dietas semanales por
kilometraje que van de los 200
a los 600 euros. El presidente añade además al sueldo
base un complemento de 1.537,28 euros. En total, 4.557 euros. ¿Necesitaba
Gracia 400 euros más al mes? En el mismo acuerdo, los portavoces adjuntos de
PSOE y PP se incrementaron sus dietas (las llaman “indemnizaciones”) en 1.200
euros al mes cada uno. En el caso de IU, la cantidad fue de 920 euros.
¿Cómo
se atrevieron con la que está cayendo en la calle? ¿Saben que hay medio millón
de familias andaluzas sin ingresos y con todos sus miembros en paro? ¿Conocen
que hay miles de jóvenes universitarios sin empleo que morderían por hacerse
con ese bono inventado por la
Junta para ayudarles a encontrar trabajo? Un bono que son 400
euros al mes, precisamente lo mismo que se complementó el salario el presidente
de la Cámara. Es
para preguntarse dónde tenían la sensibilidad cuándo en secreto pactaron la
subida con un acuerdo unánime, aquí sí, de PSOE, PP e IU. Debieron de
enajenarse con el síndrome del coche oficial.
Tuvieron
mala suerte. Un periodista, Antonio Fuentes, compañero del Diario de Sevilla,
informó de que bajo ese cuadro económico escondido en un rincón de la web del
Parlamento se refugiaba una subida salarial de la que nadie había informado. Si
fuera poca la indignación, sumen el agravante de nocturnidad y alevosía.
El
Parlamento que se da golpes de pecho y promete transparencia, el mismo que
repite cada dos por tres que su gran reto es acercar la institución a los
ciudadanos, el que propone a los andaluces que interactúen con sus políticos y
utilicen el llamado escaño 110 para llevar debates de su interés al hemiciclo.
Ese mismo, de una tacada, ha perdido por mucho tiempo la credibilidad para
vender esas promesas. Cuando se supo, el presidente de la Junta ordenó rectificar y la Cámara informó de que los
3.720 euros cobrados en abril serán devueltos. “Rectificar es de sabios”, dicen.
Los partidos se cubren y no asumen responsabilidades. Llaman a no hurgar en la
herida y acusan a los periodistas de ser agresivos. No habrá dimisiones. Se
dicen a ellos mismos que la tormenta pasará y que este “desafortunado error” se
olvidará. Puede. Pero para los andaluces son el tercer problema en su vida y la
miopía política de sus señorías no hace más que aumentar en dioptrías. El
estallido social que pronosticó el exdefensor del Pueblo andaluz puede quedarse
corto. La próxima vez que haya pleno habrá que buscar algún signo de vida
extraterrestre en esos majestuosos pasillos porque lo que ha pasado es propio
de otra galaxia. ¿Y a los ciudadanos quién los indemniza?
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