Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
“Mayor y rodeado de enfermedades”. Así respondía el lunes por la tarde José
Antonio Griñán a la pregunta de cómo se encontraba durante la presentación en
Sevilla de un diario digital. Así es el presidente de la Junta. Políticamente
incorrecto. Otro no desnudaría públicamente su estado de ánimo, su cansancio y
sus ganas de recuperar terreno familiar. Él sí. Esa tarde se habían desatado los
rumores sobre la posibilidad de que el secretario general del PSOE andaluz
hiciera un anuncio político de calado durante el debate de la comunidad.
El ruido comenzó a elevarse mientras el entorno más directo del presidente
despistaba. Al día siguiente los ocho secretarios provinciales estaban
convocados en San Vicente para participar de la operación política. Todo estaba
perfectamente controlado y planificado. El anuncio iba a producirse en un diario
de tirada nacional antes de que Griñán comunicara que no iba a volver a ser
candidato y abogara por la limitación a dos de los mandatos del presidente de la
Junta. Falló en el último minuto, de madrugada, cuando la evidencia hizo que el
rumor se convirtiera en noticia de portada en la mayoría de los periódicos.
Griñán precipitaba su sucesión en una jugada que, como todo lo que él hace,
divide. Para algunos es de jaque mate, una oportunidad única para sacar al PSOE
del limbo en el que vive, una señal generosa y valiente para los ciudadanos, una
sacudida imprescindible. Para otros es otra griñanada, un arrebato, una
irresponsabilidad y una huida. El tiempo y las urnas dirán.
Griñán, con Susana Díaz |
Que Griñán pensaba en su futuro político a corto plazo era un secreto a
voces. Hacía meses, desde marzo, que ya lo había comentado muy en serio con los
suyos. No ha sido una ventolera. El plan llevaba meses trazándose. Tanto tiempo
como el que las dos personas clave en la maniobra, Susana Díaz y Mario Jiménez,
habían multiplicado su presencia en las provincias en una agenda llamativa. Su
jefe de gabinete, Máximo Díaz-Cano, ha sido también crucial en esta carambola de
riesgo. Ya en el último mandato de Manuel Chaves, en 2008, Griñán había
confesado públicamente en multitud de ocasiones que deseaba jubilarse. No lo
hizo. Todo lo contrario. Apenas un año después de que se constituyera aquel
gabinete, Chaves hacía las maletas tras casi dos décadas en San Telmo y elegía a
dedo a su sucesor. Aquel exministro de Trabajo, de charla intelectual y una
mirada distinta sobre la política y sus entresijos orgánicos, no pudo decir que
no. Quizás ni imaginaba lo que se le venía encima.
“Pepe, cambio”. En su primera entrevista como presidente, en
El Correo, aseguraba que su antecesor solo le había dado un consejo: “Pepe,
cambio, cambio y cambio”. Se lo ha tomado al pie de la letra. Los socialistas
todavía no calculaban la magnitud de la crisis económica que venía ni el
desgarro que provocaría en muchas familias andaluzas. Tampoco imaginaban que un
caso de corrupción sin precedentes, la trama de los ERE, que enseñaba lo peor de
aquellos años de bonanza económica con dinero público a espuertas, iba a
acorralarlos. Ni se olían que por vez primera iban a perder todas las elecciones
que tenían que enfrentar. Las municipales, las generales y las andaluzas. Con
una salvedad, Griñán se plantó ante su partido y dejó claro en Madrid que no
pensaba adelantar las autonómicas para caminar de la mano de Alfredo Pérez
Rubalcaba hacia las urnas. Fue su gran cálculo político. La noche electoral se
dirigía a los periodistas: “A ver quién tiene que hacer ahora las maletas”, se
jactó. El Gobierno de Mariano Rajoy tuvo tiempo de dejar claro que aquel milagro
económico con el que convencieron a miles de ciudadanos no iba a producirse y
que las recetas que llevaban los ministros en sus maletines era duras, de
derecha sin paliativos y exigían un sacrificio sin precedentes. Esa decisión del
dirigente socialista salvó que la Junta de Andalucía pusiera la guinda del
pastel electoral del PP. PSOE e IU pudieron formar gobierno y declarar Andalucía
como la aldea gala, el pueblo de la resistencia. Entonces, muchos en sus filas
no daban un duro por esa coalición que hoy perdura sin escándalos.
Han sido cuatro años de una intensidad política de infarto. Griñán se ha
destapado políticamente. Ha dado varios golpes inesperados al timón para tratar
de mantener a salvo la nave. Asume riesgos. Decidió romper con aquellos que lo
habían nombrado y se declaró como el secretario general que iba a “reinventar”
el PSOE andaluz. En un gesto de autoridad decidió que no le gustaba la bicefalia
y en 2010 convocó un congreso extraordinario. Griñán descabalgó a Chaves de la
secretaría general en un gesto que supondría la ruptura definitiva con la
llamada vieja guardia y la escisión del partido en dos. Su decisión de aupar al
poder a los más jóvenes y enterrar a toda una generación política en los 40 años
escoció mucho. Las heridas siguen abiertas. El duelo entre Rubalcaba y Carme
Chacón las reabrió. El congreso andaluz celebrado hace ahora un año tampoco
logró restañarlas. El dirigente socialista se sentía fuerte tras mantener la
Junta y se plantó ante quienes seguían ninguneándolo. “Decídmelo a la cara”, les
dijo en el plenario.
Los críticos miran a Ferraz. Hoy los críticos están débiles
y buscan una alianza con Ferraz. Insisten en que es el Comité Federal el que
debe autorizar el calendario de primarias. Ésa es su última carta, que Rubalcaba
mande parar y posponga el proceso al otoño. Es complicado. El líder federal ha
venido apostando por el PSOE andaluz en los últimos tiempos. Entre otras cosas
porque si no, hoy posiblemente no seguiría en Ferraz. Si en julio pasado en
Almería los críticos exhibieron un 30% del poder interno, el porcentaje que no
votó a favor de Griñán, ahora hacen malabares para lograr un 7% de los avales de
la militancia para presentar a un candidato en las primarias que se celebrarán
el 29 de julio. No tienen un rostro visible capaz de dar batalla al aparato.
Apuestan por una reticente Micaela Navarro. No preveían que esto ocurriera
ahora. No habían calculado un escenario tan prematuro y mucho menos unas
primarias en 30 días, algo, dicen, sin precedentes en la historia del partido.
Hablan de que las primarias, que por vez primera se celebran para elegir
candidato andaluz, son un paripé y que el ascenso de Díaz es un dedazo sin más.
“Han vilipendiado la fiesta de la democracia”, dicen.
“Lo mejor y lo peor de la política”. Antes de ser
presidente, Griñán señalaba en el Parlamento a aquellos mismos jóvenes que ahora
ha encumbrado y declaraba a quien lo quisiera oír: “Han aprendido lo mejor y lo
peor de la política”. Era la escuela de Juventudes Socialistas. La casa donde se
criaron la favorita para suceder a Griñán, la consejera de la Presidencia, y el
vicesecretario general. Pero ellos no son autodidactas. Han bebido en la fuente
de quienes ahora se echan las manos a la cabeza por todo lo que acaparan.
Ascendieron con ellos y en muchas ocasiones hicieron los que se les mandó. Un
ejemplo, si Díaz fue clave para que José Antonio Viera se aupara a la secretaria
general del PSOE de Sevilla en una guerra cruenta con José Caballos fue porque
Chaves y Luis Pizarro se lo encargaron.
Rara Avis. Políticamente, Griñán es un rara avis. Tratar de
comprender qué le ha movido a dar este paso sería jugar al psicoanálisis. Él
quiere irse por más que diga que agotará la legislatura. Una vez que el partido
designe, si no hay imprevistos, a Díaz como la sucesora tendrá las manos libres.
Son muchos quienes creen que PSOE e IU no podrán sacar adelante el Presupuesto
de 2014. Los recortes van a tener que volver a ser brutales. Si se ven entre la
espada y la pared, repiten en el partido, estarán más preparados que el resto
para convocar elecciones. Nunca antes de las europeas de 2014, señalan. Cuando
pase el 29 de julio serán los únicos con cartel electoral. Lo que no se sabe aún
es a qué coste.
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