David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar
La economía de Almería a comienzos
del siglo XXI era un avión propulsado principalmente por cuatro motores: la
construcción, la piedra natural, el turismo y la agricultura. En realidad, los
motores que más estaban rindiendo parecían ser los dos primeros, ya que era en
ellos en los que se generaba la mayor parte del empleo y del PIB. El turismo se
encontraba en horas bajas desde la reestructuración del sector provocada por el
advenimiento del modelo de bajo coste (primero sólo en los vuelos, luego en todo
lo demás); y la agricultura se mostraba como un sector maduro (así le decíamos)
en el que no resultaba sencillo generar más actividad y riqueza. Pero llegó la
crisis, y no sólo motivó el parón casi inmediato de los dos motores principales,
sino que a través del circuito del crédito produjo una esclerosis casi general
en toda la economía.
El conjunto de la economía
española estaba gripado, los circuitos de crédito mayoristas y minoristas
colapsados y el ajuste necesario se cebaba en la destrucción de empleo. Almería
no fue una excepción, antes al contrario, resultó ser una de las provincias en
la que más rápidamente creció el desempleo y en apenas dos años pasamos de ser
un territorio de bajo paro a alcanzar las tasas más altas del
país.
Pero eso es pasado, estamos casi a
medio camino de 2013, quinto o sexto año
de crisis, según el inicio lo fijemos en 2007 (hipotecas subprime) o 2008 (colapso de Lehman
Brothers), y con dos períodos diferenciados en lo que a política fiscal se
refiere. Un primer momento, hasta 2010, expansiva, con un aumento del gasto
público espoleado por el aumento de las prestaciones por desempleo y por los
intentos poco razonados de poner en marcha el consumo público. Desde mediados de
2010 cambió el signo y nos sumimos en la austeridad auspiciada por los países
del centro de la Eurozona. Por el camino, también, hemos estado a punto de ser
intervenidos y hemos tenido que rescatar a una parte importante del sistema
bancario con la intervención de nuestros socios europeos.
La segunda recesión
Ahora estamos sumidos en una
segunda recesión, con el consumo interno fuera de juego, con una Europa que
crece muy poco (o incluso decrece) y con una guerra abierta entre diversas
divisas internacionales en una batalla de devaluaciones encubiertas. Es decir,
en uno de los entornos más complejos que podamos imaginar para fomentar las
exportaciones o para encarar una recuperación. La buena noticia es que, a pesar
de ello, España ha logrado en marzo su primer superávit comercial desde que se
calculan estas estadísticas.
Nuestro presente, por tanto,
aunque no es halagüeño tampoco puede ser un páramo desolado. La construcción
tendrá que esperar a que se digiera el exceso de obra residencial iniciado en
los años de la fiebre. La piedra natural parece que comienza a tocar suelo, y
vuelve a apostar (como en el 93) por la apertura de nuevos mercados. Aún así,
las cifras son tozudas e invitan a pensar que ninguno de ellos logrará crecer en
Almería en este 2013. Es posible que la piedra, si logra encauzar sus envíos
hacia mercados en expansión, pueda comenzar a torcer su rumbo, pero la
construcción apenas aportará proyectos urbanos en buenas localizaciones, y con
una venta muy complicada por la propia parálisis de la demanda.
Se acelera el turismo
El caso del turismo es diferente.
El número de turistas que entra por las fronteras españolas parece que tiende a
acelerarse en este 2013, lo cual son muy buenas noticias para el sector. Sin
embargo, en Almería, la demanda de origen nacional ha sido siempre muy
importante, y en los últimos años, a raíz de los ya mencionados cambios en el
marcado se ha convertido en el principal demandante. La suma de estos dos
fenómenos implica que, en Almería, las pernoctaciones hoteleras sigan cayendo de
forma importante. No obstante, es cierto que el fenómeno del turismo residencial
ha trasvasado mucha pernoctación desde los hoteles hacia las segundas
residencias y que, por tanto, los efectos sobre las economías locales no serán
tan negativos como podría parecer inicialmente.
Nos queda, en resumen, un único
motor con cierta capacidad de crecimiento, que es la agricultura. Con una buena
campaña el año pasado y la actual, que está en sus últimas semanas, que parece
también haber cosechado buenos resultados, la horticultura de primor se ha
convertido en la única fuente de buenas noticias en nuestra economía. A pesar de
enfrentarse a problemas muy complejos y profundos, está demostrando una vez más
su capacidad para transformarse y adaptarse. Las exportaciones han vuelto a
crecer y ya suponen el 70% de la producción, al tiempo que las cotizaciones
medias han acompañado y han contribuido a animar el mercado a todos los
niveles.
Músculo agrícola
El que parecía hace tan sólo cinco
años un sector con poca capacidad de reacción está demostrando que tiene más
músculo de lo que parecía. La clave de este poder de resiliencia (de recuperarse
ante las crisis) es la enorme adaptabilidad que tiene el sistema y su elevada
disposición a la adopción de innovaciones tanto en productos como en procesos.
Los agricultores, una vez desaparecidas otras posibilidades de inversión que
prometían grandes rendimientos a corto plazo, parecen haberse volcado con sus
explotaciones y han mejorado tanto la productividad como la calidad y gama de
sus productos. Por otro lado, a pesar de que la oferta sigue estando muy
dispersa, en los últimos años se han producido movimientos muy esperanzadores de
concentración. Estos movimientos, combinados con las mejoras realizadas en las
explotaciones individuales, están provocando un repunte de la producción y, lo
que es más importante, del valor de la misma.
En resumen, el avión que es
Almería vuela a mucha menos altura que hace cinco años, y con tan sólo motor y
medio. Es posible, por tanto, que podamos comenzar a ver una mejoría de la
situación a medio plazo, aunque esto va a depender en gran medida del contexto
nacional e internacional. Las incertidumbres aún son muchas: el sector
agroalimentario está sufriendo un vuelo del consumidor hacia los precios que
puede terminar afectando a la rentabilidad de nuestras explotaciones hortícolas,
como ya está sucediendo en otros subsectores. Nuestros compradores tradiciones
también están en problemas y no será fácil incrementar nuestras ventas a estos
destinos, siendo imprescindible que sigamos buscando nuevos
mercados.
El paro, problema social no resuelto a corto plazo
Finalmente, aún cuando la economía
volviese a crecer, el problema social del paro no se vería resuelto a corto
plazo. A diferencia de lo sucedido durante la década de los 90 y primeros años
de este siglo, los crecimientos del PIB se producirán merced a ganancias de
productividad y no a la movilización de ingentes cantidades de mano de obra poco
cualificada. Todo apunta a que el paro será un hueso duro de roer para Almería.
Téngase en cuenta que en esta provincia el crecimiento demográfico ha sido muy
intenso, y que éste se ha sustentado en la incorporación de grandes contingentes
de personas en edad de trabajar (población activa). La reducción a corto plazo
de nuestra tasa de paro va a provenir más de una reducción del número de activos
que el de desempleados, bien sea por desistimiento o directamente por abandono
de nuestro territorio. Los inmigrantes llegados de la Europa del Este o de
Latinoamérica posiblemente encuentren ahora más posibilidades de empleo en sus
respectivos países que en España o Almería, y muy posiblemente veremos cómo se
reducen esos contingentes. También se sumarán a la corriente migratoria los
trabajadores más capacitados de la provincia que buscarán empleos de calidad más
allá de nuestras fronteras.
Los que nos quedemos, jóvenes y
viejos, tenemos la obligación moral de crear las condiciones para que en un
futuro no demasiado lejano podamos reincorporar ese talento en nuestra economía,
por lo que debemos esforzarnos en crear las condiciones más favorables para el
nacimiento de empresas que utilicen de forma intensiva el conocimiento y la
innovación para crear valor. Justo como lo está haciendo ya la agricultura
protegida.
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