Agua, tocado y hundido (2ª parte)

Luis J. Pasamar
Articulista


El uso del cloro para la desinfección del agua para consumo humano está reconocido uno de los mayores logros en el campo de la sanidad pública durante el siglo XX eliminando epidemias de enfermedades tan peligrosas como el cólera, las fiebres tifoideas o la disentería. Sin embargo, no podemos olvidarnos del potencial peligro de algunos subproductos de la cloración, entre los que figuran los trihalometanos. Como su propio nombre indica proceden de la sustitución en el metano -CH4- de tres átomos de hidrógeno por halógenos. El más común es el cloroformo -CHCl3-.

Como Galasa reconoce en su comunicado del 10 de junio de 2013, desde las conocidas como lluvias de San Wenceslao de finales de septiembre de 2012 se viene utilizando agua del pantano de Cuevas para abastecimiento de la población, previo paso por la potabilizadora de Cuevas del Almanzora. Pero debido a los arrastres de precursores de los trihalometanos, principalmente materia orgánica tipo humus, ya en el mes de mayo los laboratorios de Galasa detectaron la presencia de trihalometanos con un incremento durante el mes de mayo por encima del valor límite autorizado en el RD 140/2003.

Hasta el día 7 de junio no aparece en la prensa la noticia de que “Salud advierte que el agua de Galasa no es apta para el consumo” (titular de La Voz de Almería  de 7 de junio de 2013) y en subtítulo “los técnicos de la empresa, sin embargo, han asegurado a los alcaldes que no se traspasa ninguna línea roja en cuanto a los posibles peligros para la salud”.

La rapidez y formación de trihalometanos se ve favorecida por seis factores: temperatura, pH, precursores orgánicos, cloro residual, concentración de bromo y tiempo de contacto con el cloro. Si durante los meses de invierno la concentración de trihalometanos se ha mantenido dentro de valores, es un hecho que con el aumento de la temperatura aumenta su concentración, por lo que hubiera sido el momento de tomar las medidas que evitaran lo que al final ha sucedido, o sea, que por acción u omisión el agua ha dejado de ser apta para el consumo, con el consiguiente perjuicio para las personas de esos once pueblos a los que sirve la potabilizadora de Galasa, o sea, para sus clientes.

Si como el comunicado de la propia empresa de 12 de junio de 2013 afirma que da por resuelta la situación con celeridad y garantía, la pregunta es: ¿Por qué los responsables de Galasa han dado lugar a la alerta de las autoridades de Salud el día 6 ó 7 de junio cuando desde mayo tenían los datos?

Aunque dichos resultados anómalos se hubieran dado los últimos día de mayo -no se aclara desde que fecha se estaba incumpliendo el real Decreto 140/2003-, el día 2 ó 3 de junio ya podían estar sirviendo agua desde la Desaladora de Carboneras. Si la solución definitiva es construir una instalación que se puede ejecutar en un plazo de 2 meses, tiempo tuvieron desde finales de septiembre conocedores de los problemas por alimentar la potabilizadora de agua procedente del Pantano de Cuevas, de haber terminado dicha instalación.

Queda claro que era manifiestamente evitable dicha situación que generó un riesgo y potencial afección a la población abastecida por Galasa. Queda claro quiénes son, pues, los responsables de producir dicha situación que generó riesgo y potencial afección a la población abastecida por Galasa. Es necesario que se depuren las responsabilidades pertinentes. Continuará...

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