Este rojizo y oxidado hito de la ciudad lleva años gritando a través de sus
habitantes que sea convertido en un espacio para el arte y la cultura en la
ciudad. Por desgracia, esas peticiones han sido ignoradas, y hoy se están
ahogando en la nube de polvo tóxico de su demolición.
El edificio está incluido en el catálogo de patrimonio industrial, pero nunca
se ha conseguido que lo reconozcan como BIC (Bien de Interés Cultural) . El Instituto Andaluz del
Patrimonio Histórico, de la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de
Andalucía, lo incluye así entre sus bienes patrimoniales:
“El silo de la Compañía Andaluza de Minas está compuesto por cinco
elementos: la nave principal como elemento más singular del conjunto, las dos
torres de conexiones, el edificio de acceso y la tolva. […]
La nave tiene unas dimensiones aproximadas de 43,5 metros de ancho, 230
metros de largo y 40 metros de altura total. Esta altura total corresponde a la
suma de la altura aproximada de la estructura de hormigón de 6 metros y la
altura de la cumbrera de la cubierta de 34 metros.
Esta cubierta deja entrar la luz a través de un cambio de sección de los
vanos centrales de cada módulo, a excepción de nuevo de los módulos extremos
cuyo cambio de sección se encuentra situado en el vano contiguo al último vano.
De esta manera, la cubierta triangular se escalona cambiando la altura general
de 34 metros por la altura aproximada de 30 metros en el vano central de cada
módulo, donde se sitúan, en la cara Norte, los lucernarios.
[…] Las molestias provocadas por el polvo de mineral en el
barrio de Ciudad Jardín provocaron que a mediados de los años 70 se acometiera
la construcción del silo de la Compañía Andaluza de Minas. Las instalaciones
estuvieron en funcionamiento hasta el año 1996 cuando cesó la actividad en las
explotaciones mineras.”
Hace dos días, las amarillas máquinas comenzaron a desmantelar este
monumento, ante las lágrimas de los habitantes de Almería, ya
expulsados del área cercana al edificio, y con la prohibición de reunirse para
buscar una solución y frenar la obra. Este terreno, propiedad mixta
pública-privada, y en suelo urbanizable, situado entre el paseo marítimo y las
vías del tren, forma parte de un plan que soterrará las vías del tren y
creará espacios públicos anexos.
La propuesta inicial para dicho plan se aprobó en 2010. Curiosamente, el
proyecto ganador incluía la demolición del patrimonial edificio, justificándola
por el límite físico que significaba para la ciudad, como una barrera que
impedía ver el mar. En su lugar, se situarían torres de viviendas. Las
alegaciones no se hicieron esperar. De nuevo, ignoradas.
En 2012, el proceso ya era difícil de frenar, y así se anunciaba en los
periódicos locales:
“El Toblerone dará paso a bloques de pisos de entre 12 y 14 plantas.
Fomento ha aprobado el plan especial del soterramiento que permite desmantelar
la pintoresca nave para una edificabilidad de 75.000 metros cuadrados”
[…] ya están en marcha para que el Toblerone, esa pintoresca nave
industrial ubicada frente a la estación de Renfe que almacenaba el mineral
procedente de las minas de Alquife, pase a la historia para acoger viviendas.
[…] será en la pastilla que ocupa el Toblerone -de casi 13.000 metros cuadrados-
donde se concentrará la mayor edificabilidad del terreno, en torno a 80.000
metros cuadrados repartidos en edificios de entre 12 y 14 plantas. Y habrá
también zonas verdes y suelo para terciario en el terreno de los antiguos
talleres.
[…] No en vano, justificó, «es un modelo sostenible y lo que hoy en día
aconsejan los urbanistas para hacer ciudad». […] «un importante paso para el
desarrollo de la ciudad», así como «una ambiciosa operación urbanística
demandada por los ciudadanos de esta ciudad que permitirá la liberación del
suelo que actualmente ocupa el edificio del Toblerone y pueda desarrollarse todo
el suelo destinado a zona verde, residencial y terciario». [Diario Ideal. Abril 2012]
Recordemos que estamos hablando de España, un país en el que existen
a día de hoy 3,44 millones de viviendas vacías, y donde la especulación
con el suelo y la construcción desproporcionada han hundido a todos en la mayor
crisis de la historia. Un país donde las familias son expulsadas de sus casas
por impago de las hipotecas, donde los arquitectos emigran por falta de trabajo
que esa misma burbuja inmobiliaria propició.
Edificios como éste, cargados de historia de una ciudad que fue, son
el último aliento identitario que queda, tras haber llevado una actividad de
demolición y construcción frenética durante años, que trató incluso de
deshacerse de monumentos hoy venerados como el Cable Inglés construido por la
escuela de Eiffel, o la antigua estación de trenes del año 1893. Ambos
mantenidos por la lucha popular. Hoy admirados.
Y nos preguntamos… ¿Cómo podemos salvar nuestras ciudades? ¿Hasta qué punto
se puede luchar por conservar nuestro patrimonio? Desde el momento en que se
conoció la noticia del plan de Soterramiento, numerosas propuestas culturales
empezaron a surgir, incluidos proyectos participantes en la XI BEAU (Bienal
Española de Arquitectura y Urbanismo). Nada se consiguió.
Hoy cae bajo las garras metálicas de las máquinas, sus hierros
crujen, se lamentan, y el polvo tóxico del mineral que provocó el cese de la
actividad en 1996 vuela por el aire, causando problemas respiratorios a
los vecinos que ya están empezando protestas paralelas por su propia salud.
Desde aquí os vamos a dejar el elenco de acciones que se están llevando a
cabo en este momento, tanto a nivel local (asambleas, ruedas de prensa, cadenas humanas,
luchas locales ), como online, en las que podéis participar todos (petición en
change.org, denuncias al defensor del pueblo …)
El valor de la arquitectura es una línea recta, cargada de
historias acumuladas en las paredes, en sus sombras, en lo que fue… pero
también, en lo que puede llegar a ser. Las ciudades las hacen sus
habitantes, y cómo ocupan los espacios. En el Toblerone, hay mucho espacio que
ocupar, mucha creatividad que desplegar, y sobre todo, mucha energía acumulada
durante años de anhelos. El tiempo se agotó y, como dicen las voces que
nos llegan desde Almería, “es ahora, o ya nunca”. Salva al Toblerone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario