Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
Ahora
que el vendaval del Toblerone ha amainado convendría recordar que hay otros
espacios pendientes donde cabría aventar los vientos de ese espíritu
reivindicativo. El domingo pasado asistí como espectador a la asamblea
informativa que la
Plataforma en defensa de su permanencia celebró en su particular
plaza Tharir, allí donde comienza el Paseo Marítimo. No comparto la opinión de
los que lo defienden (así lo escribí en estas páginas ese mismo día), pero el
relativismo enseña que nadie tiene toda la razón y, por tanto, nadie está
totalmente equivocado. Escuchar es un ejercicio recomendable siempre, y más cuando
se trata de opiniones distintas a las propias. La discrepancia no molesta, al
contrario, enriquece el conocimiento, ayuda a comprender la realidad y, a veces,
aporta ideas para transformarla.
Protesta por el desmantelamiento del Toblerone |
Una
de esas ideas puede ser la de animar a que el espíritu reivindicativo nacido a
la sombra del Toblerone no se consuma con la caída de la última plancha de
metal. La energía demostrada en los actos promovidos por sus defensores debería
canalizarse, con estos y otros protagonistas, hacia otros proyectos varados en
la nave almeriense del olvido. Uno de ellos podría ser el futuro hospital
materno infantil. Han pasado más de tres años desde que las autoridades
pusieran la primera piedra y la segunda todavía sigue esperando su colocación.
Todos estamos de acuerdo en que educación y sanidad son dos pilares del estado
del bienestar que deberían ser intocables en sus prestaciones e inaplazables en
su mejora. Lo que sorprende es que, en el caso del materno infantil, hayan sido
muy pocos los que han alzado su voz ante tanta tardanza. Lo ha hecho el PP -con
razón- y por razones partidistas: Es una obra de la Junta ; pero ¿por qué no lo
hace con la misma vehemencia en el parón del AVE o en la autovía con Málaga,
que corresponden a su gobierno?; no lo han hecho ni PSOE ni IU -sin razón- y
también por razones partidistas: ¿Por qué critican la ausencia de financiación para
la alta velocidad y callan por la misma ausencia en el hospital?
En
cuanto a los colectivos sociales, la queja por el posible aumento del nivel de
partículas en el aire provocado por las obras de derribo del almacén y su
influencia en el
sistema
respiratorio de los niños es elogiable; pero sería más consistente si también se
hubiese utilizado antes y se utiliza a partir de ahora contra la masificación en
los servicios de urgencia o en las consultas externas. La contaminación es un
problema; la ausencia de pediatras, también. No hemos oído a casi nadie y los
políticos, cuando lo han hecho, lo han hecho por razones partidistas.
La
energía desplegada esta semana por colectivos y partidos debería tener su
continuidad en esa agenda de carencias que tanto ofenden las aspiraciones ciudadanas
compartidas. Porque no sólo es el olvidado materno-infantil la carencia que
debería abochornar a quienes nos gobiernan. También lo es la obra interminable
de la plaza Vieja. O la utilización por los ciudadanos del Cable Inglés. O el insulto
de un tren que tarda más de siete horas en llegar a Madrid. O la paralización
de la autovía del Almanzora. O la ausencia de conexión de la A 92 y la A 7 a la altura Viator. O la vía
rápida que una la avenida del Mediterráneo con la Variante de Almería. O la
indolencia de 15 años sobre qué hacer con la antigua estación de tren. O la
terminación del desdoblamiento de la variante de El Alquián hasta el Toyo. O el
proyecto Puerto- Ciudad.
En
fin, sobre tantos y tantos debes que existen en esa agenda de carencias que
nadie quiere abrir porque todos son (somos: los ciudadanos también, por no
reivindicar) responsables.
Los
almerienses en particular sentimos una atracción fatal por la brevedad de la
llama. Aquí somos capaces de hacer un Dos de Mayo, y un tres, y un cuatro… pero
el quinto día ya estamos cansados y cada uno vuelve a su casa sin haber
aprendido que las aspiraciones no se alcanzan con la vehemencia emotiva del
momento, sino con la contundencia de la perseverancia.
La
protesta del Toblerone no ha servido para nada. Pero su estrategia y su energía
pueden servir para mucho y en aspiraciones más razonables y con mayor acuerdo
social. Sólo hace falta aprender –y mantener viva- la lección.
El Toblerone es el monumento al oxido. Los que nos sentimos ecologistas vemos bien que este foco de emisión de toxinas desaparezca de Almeria.
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