Los amores interesados de David Bisbal


Gema López
Vanitatis
Pocos días después de salir de aquella academia que cambiaría su vida para siempre, conocí a David Bisbal. Eran los tiempos en los que el chico de Almería, con acento cerrado y muy poco entendible, se dejaba entrevistar con gesto desconcertado mientras las adolescentes se desgañitaban y mataban por tocar a aquel querubín sacado de una fabrica de sueños que construye estrellas en noventa días.
Zuleyka Rivera
En aquel momento, el muchacho de la orquesta Expresiones estaba rodeado de un nutrido grupo de profesionales que velaban por el brillante que acaban de descubrir y al que había que pulir. Me sorprendió la forma en la que, con tan sólo cuatro días de fama, se crea a un ídolo de masas y como él mismo con cara de sorpresa asistía a su propio ascenso a los cielos, sin haber entonado todavía su Ave María y sin saber muy bien que contestar.
David dejaba el pueblo para enfrentarse al mundo, un mundo en el que las mujeres se rendían a sus pies, las cuales, a lo largo de los años, le han dado más quebraderos de cabeza que Grammys colecciona en su estantería. Posiblemente, si no hubiese salido de su tierra para triunfar por el mundo, jamás hubiese tenido a su alcance chicas como Zuleika Rivera, una Miss Universo, pero quizá se hubiese fiado del amor desinteresado, ese que no tiene chequera ni promoción, y hubiese podido disfrutar de los paseos por las playas almerienses sin tener que desconfiar sí se la están clavando por detrás.
Cuando terminó la operación que le dió el triunfo de por vida, Bisbal dejó a su novia Raquel para emprender una relaciòn con Chenoa. La cantante de frente despejada ejerció más de madre que de amante y, lo que en un principio fueron sentimientos que vendían marca y a todos interesaba, terminó por convertirse en un problema para los que vieron en la de Mallorca a una consejera espabilada, con más mundo y experiencia que el de Almería.
El idilio terminó con las lágrimas televisadas de Chenoa, que nunca más vió cuajado su amor, y una sustituta para ella de nombre Elena Tablada. La chica, fan del 'ricitos', pronto se hizo un hueco y de la sombra en la que habitaba saltó al ruedo mediático, silicona en boca y bronceado miameño. Viendo las aspiraciones de la jovenzuela, los secuaces de David decidieron mantenerla apartada hasta el punto de negarle un puesto en la alfombra roja de unos premios a los que acudía el chico de los giros imposibles. Varios años y una hija de por medio no lograron convencer a Bisbal y a su troupe y aquello acabó como en la mayoría de las relaciones en las que hay dinero en una de las partes: discutiendo las compensaciones del amor tras varias bulerías.
El amor lo podría haber encontrado ahora en una bella portorriqueña que no ha tardado en hablar para una revista y que habría avisado a los fotógrafos para lucir su cuerpo escultural allá donde nadie la conocía. Es lo que tiene el del corazón latino: múltiples posibilidades de conquistar por ser quien es, pero pocas de cuajar exactamente por los mismo.

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