Juan Carlos Blanco
Director de El Correo de Andalucía
Tanto sus partidarios como sus detractores coinciden en subrayar una
de las características más acentuadas en el perfil del todavía presidente de la
Junta de Andalucía: su imprevisibilidad. Los razonamientos de
Griñán escapan en ocasiones de la lógica cartesiana, del cálculo político. No
responde al manual ni para bien ni para mal. Es así. Y no va a cambiar con la
edad que tiene y con unas ganas obsesivas de dejar San Telmo que no esconde a
absolutamente nadie.
Griñán |
Ahora lo vuelve a demostrar con una decisión que, pese a lo que defiendan
algunos de sus exégetas, es precipitada. El
26 de junio anunciaba que no repetiría como candidato en pleno debate sobre el Estado de la Comunidad. Un día después desplegaba la hoja de ruta para la
celebración de unas
primarias exprés cuyo
resultado conocíamos todos de antemano sin necesidad de tener dotes
adivinatorias reconocidas. Ni un mes después, y sin que se sepan los
motivos, piensa anunciar en el comité director del PSOE andaluz de este
miércoles que
se marcha después del verano y que en septiembre le sustituye en el cargo,
previa sesión de investidura, la trianera Susana Díaz Pacheco
.
¿A qué viene tanta prisa? Más allá de sus razones personales
y familiares y a falta de explicaciones políticas que esperemos sean un poco más
sólidas que las argumentadas para la celebración galopante de las primarias, se
observan en su decisión más inconvenientes que ventajas. Se
podrá argüir que estamos ante un momento histórico, ante un cambio ilusionante,
ante un tiempo nuevo, etcétera, etcétera, y que cuanto antes entremos en ese
nuevo mundo, pues mucho mejor para todos los andaluces, pero detrás de
los discursos propagandísticos y un tanto huecos por su propia
naturaleza queda la realidad, y ésta es que es muy difícil, por no decir
imposible, entender a qué vienen estas prisas y a quién benefician…si
es que benefician a alguien.
Por lo pronto, seguramente se equivocan quienes piensan que quien sale
ganando con este relevo exprés es la propia Susana Díaz. Evidentemente, quien
pensara que Griñán se quedaría hasta el final de la legislatura tenía un punto
de ingenuidad atómica, pero de ahí a barajar que iba a anunciar su marcha el
mismo día de la proclamación de su sucesora va un mundo. En primer lugar, porque
oscurece este acto de aclamación de quien le releva en el cargo. Y segundo y más
importante, porque no le da ni tiempo a Susana Díaz para ir preparándose para el
puesto ejerciendo de presidenta de facto, con Griñán en
el papel de Pigmalion dispuesto a ejercer la transición. Lo que se dice
un favor de los flacos.
Esto, más que una marcha, parece una huida. O al menos lo
parece, que es lo mismo. Y esa sensación se acrecienta por la investigación de
los ERE que se está llevando a no más de 300 metros de San Telmo. El jueves
declara en el Prado de San Sebastián ante la jueza Mercedes
Alaya Manuel Gómez, exinterventor de la Junta y el hombre que afirma
haber avisado hasta en 15 ocasiones que el procedimiento administrativo usado
para dar ayudas a las empresas en crisis apestaba. La jueza, que parece
protagonizar un combate de pressing Catch con el gobierno andaluz, ha
imputado a una veintena de altos cargos y acota el terreno para la previsible
imputación del propio presidente. ¿Suena bien irse justo antes de que pueda
pasar esto? ¿Cómo lo podría entender la opinión pública? El que diga que suena
bien es que no quiere decir la verdad, pues ésta es que se interpretaría como
una huida acelerada que incluiría un blindaje como diputado o senador para
evitar males mayores. No hay más.
Y queda uno de esos mantras religiosos que se repiten machaconamente en
situaciones como ésta: el de la estabilidad. ¿Alguien puede en
su sano juicio afirmar sin pudor que una situación como la creada no genera
inestabilidad o que, en cualquier caso, genera de todo menos estabilidad? Desde
luego no parece que la marcha supersónica de un presidente autonómico un año
después de su elección pueda definirse como muy normal o haya que celebrarlo con
alborozo.
Habrá quien quiera atemperar este relevo afirmando que su salida no tiene
porqué traducirse en grandes cambios en un gobierno de coalición que más o menos
está funcionado con una relativa armonía. Puede ser, pero, por lo pronto, es
obvio que a la marcha relámpago de Griñán le seguirá una crisis de
gobierno con posible salida de algunos consejeros y que quién sabe si
no nos vamos a adentrar también dentro de unos cuantos meses en unas
elecciones anticipadas si, por ejemplo, no hay quien cuadre los
presupuestos de 2014.
En esta tesitura, cabe todavía hacerse unas cuantas preguntas de fondo sobre
todo lo que está ocurriendo. Puede ser que estemos ante una operación de
ingeniería política cuya brillantez y maestría sea de tal tamaño que los
mortales no seamos capaces ni de vislumbrarla. Pero convendría explicarla mejor,
porque la opinión pública puede empezar a no entenderla. O
mejor dicho, puede empezar a no entender en qué le beneficia al ciudadano de una
tierra con más de un millón y medio de parados esta sucesión tan supersónica que
nos está regalando José Antonio Griñán.
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