Andrés García Ibáñez
Director del Museo Casa Ibáñez
EL monte Roel, en plena
sierra de las Estancias, con su enigmático santuario del Saliente elevándose por
encima de unas tierras ásperas y casi abstractas, como en una especie de sueño o
invención fantasmal, siempre ha sido lugar de mis preferencias. Allí la belleza
turbadora ha ejercido un poder de seductora fascinación; rincón secreto al que
volver inexorablemente.
Santuario del Saliente |
Sucede escasas veces que un paisaje de singular belleza
y energía se enriquece -en la forma y en el espíritu- por la aportación
arquitectónica del hombre, felizmente colocada para los deslumbramientos y las
contemplaciones ensimismadas; como en la Acrópolis ateniense, esta perfecta
simbiosis entre arquitectura y naturaleza lleva aparejada, con el devenir de los
tiempos, la asignación de un concepto mágico o sagrado para el lugar.
En el
Saliente, la ubicación de un edificio de traza ideal -como una mística ciudad de
la divinidad- en una insólita y elevada explanada rodeada de cerros violentos y
picachos escarpados, produce un efecto fascinador potenciado por el estrecho
camino que bordea el ascenso hasta la llegada, sorprendente, en que el santuario
se alza ante nuestros ojos como en un relato fantástico.
Así ha sido siempre
hasta que se comenzaron las labores de restauración del edificio, la ampliación
con el restaurante, la pavimentación integral de la explanada y la "mejora" del
acceso. Han sido todas ellas -salvando la restauración del templo que dirigiera
Antonio Fernández Ortega- intervenciones profundamente agresivas y
desafortunadas, aberrantes y horribles, catetas, que han destruido
progresivamente el carácter del lugar, tanto en la estética como en su espíritu,
y han variado sensiblemente la topografía original, destruyendo el encanto y
esencia del lugar y lo que constituía su mayor atractivo.
La restauración del
claustro interior es una horterada sin sentido ni criterio, que muestra la
fragilidad y desprotección de los más laureados BIC de nuestra provincia. La
ampliación del restaurante, espantosa por los materiales escogidos y el diseño,
oculta todo un lateral del santuario y el encanto con el que se adaptaba a la
pendiente natural del terreno. Las nuevas obras en el tramo de carretera de
llegada, gratuitas e injustificadas, anulan toda la magia antigua del acceso, ya
irrecuperable. Lamentable.
No será para tanto. Todo no se puede hacer a fuerza de talonario y por prestigiosos profesionales. Talonario que empieza a escasear cada vez más. Has dicho cateto.? Todos los de pueblo al fin y al cabo, un poco más o menos por mucho que hayamos ido a Harvard o que pisemos New York, pertenecemos al cateto village not greater than 6.000 thousand population.
ResponderEliminarY en Almería que mutilaron las imágenes del Descendimiento de la Iglesia de San Agustín, la que está junto a la plaza de toros, y nadie a dicho nada, ni cultura, ni los curas, es una vergüenza.
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