Iván
Gómez
Jefe
de Local de Diario de Almería
La
playa de El Palmeral está hoy atestada de sombrillas. Desde el Paseo Marítimo
hay días en los que uno no puede ver la orilla por el mogollón. Los bañistas de
toda la vida sentencian que nunca ha estado tan llena de gente y eso que no
está siendo precisamente uno de los veranos de temperaturas más altas, ni de
olas de calor, ni de aluviones de turistas. Son unos meses de bolsillos vacíos,
al igual que los del resto del año, y los que hay bajo estos coloridos
parasoles de Coca-Cola, Mahou, Brugal y San Miguel no son los británicos, ni
los alemanes, ni tan siquiera madrileños o catalanes. Son los almerienses
privados de cualquier otra oferta de ocio por vacaciones. Lo que viene siendo
turismo doméstico, el de dormir todas las noches en casa, por obligación,
porque no hay más remedio con la que está cayendo.
La nevera que no falte |
La delicada coyuntura
económica que vivimos potencia el miedo a un futuro incierto, que ya en muchos
casos es una realidad, sobre todo en una provincia como la nuestra con cerca de
82.000 desempleados y un 20% de los hogares con todos los miembros en paro. La
crisis se extiende a todas las clases medias, casi sin distinción, y obliga a
las familias que han ido consumiendo todos sus ahorros a echarse a las playas
más cercanas fomentando un consumo interno de nuestra oferta de sol. Son un
refugio de ida y vuelta de cada vez más gente, una válvula de escape de miles
de almerienses este verano. Los que antes se iban una semana a Chiclana,
Tenerife o Marina d’Or hoy se están comiendo el bocadillo de sobrasada en El
Zapillo. Las playas de siempre son este verano el apaño más socorrido para los
que no se pueden ir de vacaciones. Es más, aún saliendo las cuentas, a veces
no lo hacen por precaución. Y es desconfianza de la mayoría alienta nuevas
fórmulas imaginativas para gastar menos en los meses estivales (intercambiar
casas y compartir coche) y deja en tierra a un 57% de los españoles, según el
Barómetro Ipsos elaborado cada año por Europ Assistance.
El turismo, locomotora
El
turismo volverá a ser este año la locomotora de la economía nacional y,
contradictoriamente, sólo un 43% de los ciudadanos de nuestro país podrá
permitirse el lujo de irse de vacaciones y viajar a otras ciudades, un
privilegio que genera un gasto medio por familia de 1.607 euros. La bolsa del
Mercadona, que suele ir cargada de productos cuando toca hacer la compra, hoy
sólo lleva un par de tupperware con cerezas y rodajas de melón y un par de
bocadillos de chorizo liados en papel albal. Neveras portátiles atiborradas de
cubitos de hielo, tinto de verano embotellado y cervezas alemanas en latas,
pan, embutidos… la economía doméstica no da para mucho y cuando los amigos
toman café los pagan a escote. Están contando las monedas, estirándolas a ver
si llegan a septiembre. No tienen un euro. Menos mal que en las playas de
Almería todavía no hay zona azul, aunque no hay quien se salve del gorrilla de
turno. Es el único gasto, a no ser que el niño se empeñe en ir al quiosco a por
un Calipo, nada de Magnum. Esos eran otros tiempos. Los pequeños aparcan sus
palas, rastrillos y cubos y, de camino hacia el helado, levantan más arena que
un tornado en Carolina del Norte interrumpiendo el momento de bronceado de dos
fornidos jóvenes de los que acostumbran a pasar la jornada a coste cero, por la
economía y porque están a dieta, sólo pollo y arroz una vez de vuelta a casa.
Con su paso firme y pecho palomo, se tienen que dar un baño para quitarse la
tierra de los ojos antes de proseguir con su liturgia de sol y música en los
auriculares. Están en paro y sus padres les pagan el gimnasio y la letra del
coche.
Mucho disfrute y poco dinero |
Amparo
disfruta como nadie en El Zapillo junto a sus hijos. Le encanta la arena porque
no tiene piedras ni es “finilla” de la que se cuela por todos lados. “¿Para qué
gastar dinero fuera si aquí se está en la gloria?”. La familia Martínez Vargas
también prefiere las playas de la provincia al entender que “son las mejores
del mundo”. Además, reconocen que no hay dinero para viajar, así que disfrutan
cada día de su pasión por el litoral almeriense. A pocos metros, un grupo de señoras,
integrado por Fina Gómez, María Isabel Miranda y María Dolores Portero, también
recuerdan que no es posible viajar en estos malos tiempos, pero no hay mejor
consuelo para las amigas del club de la arena que estar juntas frente al Mar
Mediterráneo. “Este roalico es nuestro, venimos aquí todos los días y ¡no nos
cuesta un duro!”. Es su testimonio basado en el ahorro y cada día el de más
gente.
La arena y el mar, un soplo de aire fresco
La arena y el mar son un el soplo de aire fresco que necesitan estas
familias, el único lugar en el que disfrutar sus momentos de asueto cuando no
se puede viajar. Los pequeños quieren ir al parque, pero cualquiera aguanta el
sofoco mirando a los columpios. De hecho en mitad de la costa hay un carrito de
bebé, que está chapoteando dentro de una minipiscina hinchable de color rosa
fosforito. Es casi imposible que haya llegado allí sin tracción a las cuatro
ruedas. Nada mejor que dejarlos jugar en la arena y la orilla mientras
conversar de la vida, como hacen Vanesa, Yolanda, África y Jessica. A pesar de
que es una playa con socorristas, que llevan toda la mañana wasapeando en su
torreta, los niños no se pueden perder de vista. Una madre acompaña a su hijo
de unos cuatro años hasta la orilla y cuando ve que no hay forma de que se moje
decide imponerle un fugaz castigo tres chapuzones que concluyen con un
necesario sonado de mocos provocándole el llanto.
A
las playas de El Zapillo y Nueva Almería llegan vecinos de todos los puntos de
la ciudad y también de municipios cercanos como Huércal, Benahadux, Gádor,
Viator y Tabernas. Los que antes tiraban del tren hoy cogen el coche y pasan el
día fuera sin límite horario. A veces sólo la tarde, dependiendo de las
ocupaciones. Cada vez son menos los que se regalan quince días en un
apartamento de Cabo de Gata o Aguadulce y más los que se vuelven a conformar
con las latas de atún de oferta en El Palmeral. No faltan los grupos de
veinteañeros achicharrándose cada día bajo el solano.
Almería limpia, Almería bonita
El quad de Almería
limpia, Almería bonita deambula de un lado para otro. El operario que lo
conduce, de gorra verde y gafas de sol, sabe que su verdadera función comienza
al caer la tarde, sobre las ocho, cuando las familias se deciden a levantar el
chiringuito. En ese momento tendrá mucho que recoger, más que nunca. A pocos
metros del trabajador municipal, petrificado sobre su vehículo con el lema
“limpieza” en la espalda del uniforme, unos niños de apenas cinco años esconden
sobre la arena los tetrabrik de zumo, exprimidos con rabia, pero la pajita
asoma a modo de submarino. Están levemente enterrados y posiblemente escapen a
la criba final de sus padres cuando toque recoger los bártulos. Colillas de
cigarro, servilletas usadas y alguna que otra bolsa vacía en la que antes había
alimentos cromados en aceite. Es el cementerio orgánico de la playa Nueva
Almería una vez que han terminado las comilonas de cada jornada playera. La
cara más negativa del obligado avío con el que acuden a la costa las familias
de poco presupuesto.
La visita al pueblo de los padres y abuelos es otra de las
opciones menos dañina para el bolsillo. Apenas un par de comidas y cenas fuera
de casa y algunos euros en la piscina. Los psicólogos apuntan para sentirse de
vacaciones sin salir de casa la necesidad de liberarse de horarios, desconectar
(teléfono, internet), disfrutar del hogar cambiando la decoración y redescubrir
la ciudad y su oferta lúdica y cultural. Pero es harto complicado cuando se
sucede en tu televisión un incesante goteo de anuncios de cruceros y playas
paradisiacas. El turismo extrahotelero, el de los apartamentos en alquiler y
campings, no deja de crecer en viajeros y estancias. Es otra fórmula compatible
con la crisis como no salir de casa y quedarse en el sofá viendo el mundial de
natación o las brillantes tertulias vespertinas de Telecinco, pero sin poner el
aire acondicionado, que gasta mucha luz y este mes suben el recibo.
Como siempre el periodismo intrascendente que nos tiene acostumbrados este individuo.
ResponderEliminarQué poco entiendes de periodismo estimado José, leo crónicas de muchos periodistas almerienses y ésta es de primer nivel. Me gusta y convence, es diferente. Otra cuestión es que no te sientas identificado porque probablemente hablas desde el que tiene largas vacaciones y un elevado poder adquisitivo.
ResponderEliminarDepende a la playa que vayas porque la de Roquetas esta sucia el paseo maritimo lleno de mierdas de perro que lo mismo van por el paseo que por la arena luego el turismo de comer ..pipas..eso en las playas del pueblo que siempre han estado bien, hay que ir desde el faro a la urbanizaciòn que esas si las limpian SR, Alcalde cuide màs el pueblo y las calles los parques y playas porque los roqueteros estamos todo el año.de noche no se puede pasear por los olores y las fogatas por el paseo maritimo
EliminarBarbacoas en su casa de cada uno, tiene razon no se puede pasear entre olores ,cacas de perros cascaras de pipas (tener un water en su caseta pegado a un banco no se pueden sentar) que cabezas para poner eso asi y asi esta todo todo esto es en roquetas ...
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