Carlos Herrera
Periodista
Almería es frecuentemente mirada desde lejos.
Tanto que, a veces, no acabamos de ser vistos. Esa sensación de esquina, ese
enclave expuesto a inclemencias de todo tipo, ha configurado un sentimiento de
desapego con el núcleo central de la autonomía andaluza que se ha convertido en
un lugar común. Puede que algo exagerado, pero lugar común al fin y al cabo.
Razones no faltan.
Nuevo Gobierno andaluz |
Los almerienses experimentamos en
ocasiones –y no solo frente al poder autonómico- una cierta sensación de
colonia lejana, de tierra de conveniencia, de último eslabón de la cadena
territorial. Da la impresión de que los buscadores de votos se acercan a la provincia
recurrentemente tocados con un salacot de explorador en la cabeza. Andaluces y
no andaluces.
El último pasaje que ha desencantado a
diversos sectores políticos y sociales de la provincia viene de la mano del
nuevo gobierno andaluz configurado por Susana Díaz. La heredera por aclamación
del escapista José Antonio Griñán ha optado por la vieja estrategia socialista de
los equilibrios territoriales, procedimiento por el cual se eligen los miembros
de un ejecutivo procurando contentar a todas las agrupaciones, seleccionando para
el mismo a personas de cada uno de los núcleos de poder del partido, una de
aquí, otro de allá y otro más del más allá.
Los nuevos once consejeros del gobierno
autonómico proceden de todas las extensiones provinciales del partido y se
corresponden con todos los magmas más representativos de la organización. ¿De
todos?: en realidad de todos no, sólo de las siete provincias restantes que no son
Almería.
Todo ello hace que el suelo húmedo del
sentimiento almeriense vea como vuelve a llover después de tanto tiempo de
aguaceros. Es un hecho cierto: los sucesivos gobiernos andaluces de la historia
reciente han contado con un total cercano a los doscientos consejeros, de los cuales
sólo cinco han tenido procedencia de nuestra provincia, fueran o no nativos de la
misma.
Cinco de doscientos, poco más del dos
por ciento, no parece compadecerse con uno de los motores del PIB andaluz
radicado en esta tierra desde que el vértigo del plástico, del cultivo, de la
exportación, cambiaron el paisaje lastimoso de los parajes generadores de
emigración.
Almería ha sido uno de los grandes
argumentos para establecer el verdadero discurso de la Andalucía emprendedora, trabajadora,
resuelta: sin necesidad de vivir de la subvención o del riego incesante de
recursos de reparto, la asombrosa provincia -al Este de todo- surgió mediante el
esfuerzo y la creatividad de su gente y de la que vino a doblar la espalda a
sus tierras.
Tras décadas de padecer aislamiento y
déficit de todo tipo de estructuras e infraestructuras, el esfuerzo de sus
moradores hizo posible el milagro de su balanza comercial.
Hoy, ese trabajo merece reconocimientos
no sólo simbólicos y la presencia de hombres o mujeres de su “establishment” político
debería ser considerado tan importante como la de otras provincias andaluzas,
incluidas las que han corrido peor suerte.
Puede que sean servidumbres de la
política de partidos y de la maquinaria burocrática de sus diferentes
“nomenclaturas”; puede que sea simplemente la mala suerte del bombo; puede que
tal vez sea un nuevo episodio pasajero de desidia corporativa… pero resulta
comprensible el desencanto en distintas estructuras ciudadanas cuando a lo que
se juega es precisamente a la representación de todos en las estructuras de gobierno.
Y si es de todos, que sea de todos, ya
que da la impresión de que el nombramiento de un consejo ejecutivo andaluz es
el juego de la silla, ese en el que hay una menos que personas dando vueltas a
su alrededor y en el que, cuando suena la bocina, siempre es Almería la que se queda
de pie.
En la letra menuda del proceso se
explica que Sánchez Teruel, el Secretario Provincial de los socialistas almerienses,
confiaba en ser nombrado Consejero de Agricultura. Dícese que el Partido no
quería removerlo de la organización territorial que considera debe reconstruirse.
Hoy no es Consejero Sánchez Teruel –a su
pesar- y no lo es nadie, lo cual ha provocado reacciones unánimes de rechazo en
diferentes estructuras organizativas almerienses, desde Asempal a la Cámara,
que han advertido que no acudirán a los actos que convoque la Junta.
Más allá de las repercusiones para los
intereses socialistas en la demarcación almeriense que pueda tener este pasaje
repetido, en la autoestima política regional deja un nuevo retazo de sabor
amargo, un “Dejà Vu” que añadir a una larga escaleta de pellizcos, a un
inconsecuente esfuerzo por alejar afectos por parte del poder centralista de
esta autonomía mal rematada.
Es posible que suframos un síndrome de
exceso de sensibilidad –no habría que descartarlo- pero la erosión de la epidermis,
de ese terciopelo sensible que son los afectos por la tierra de uno, por el
esfuerzo colectivo de varias generaciones, es una constatación difícil de
obviar.
Afortunadamente, no precisamos del favor
centralista para salir adelante, pero una consideración al trabajo y a la
lealtad siempre es de agradecer. Que pongan, pues, algún día, otra silla más en
el corro.
(Publicado en La Voz de Almería, edición de papel. Autorizada su reproducción)
¿Y no será que el tio de Almería que tiene que pillar la silla en esta ocasion es de lo más torpe que ha parido madre?
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