Antonio Felipe Rubio
Periodista
El mapa andaluz de consejeros por provincia
deja a Almería en una posición ostensiblemente humillante. La clave estriba en
encontrar el punto de ignición que hace explotar a relevantes sectores de la sociedad,
otrora pastueños, y que ahora se rebelan con airada y arriesgada contestación
hacia el poder establecido durante más de 30 años en los que todo ha sido
complacencia, complicidad y melifluidad.
La distribución de consejerías, en esta
última ocasión, no obedece a la tradicional tendencia a marginar a Almería. La
debilidad del PSOE almeriense ha posibilitado que Sevilla se olvide de Almería
gracias a las maniobras urdidas por las facciones enfrentadas en el socialismo
provincial. El clan de los guerristas (Nono Amate, Fernando Martínez, Pérez
Navas…) pretendía cualquier cosa menos ver a Sánchez Teruel en alguna
consejería; especialmente, cuando esto habría supuesto la incorporación de
Adela Segura a la secretaría provincial. En cualquier caso, Sevilla ha
preferido mantener la débil estabilidad existente antes que acelerar la crisis
local, hoy latente. Por tanto, la ausencia de consejero almeriense habríamos de
recibirla con un fuerte aplauso a la nefasta gestión del PSOE provincial y a
las maniobras –siempre presentes- de los eternos urdidores de intereses
espurios.
Durante
más de 30 años existieron múltiples oportunidades para desprendernos del
estigma de la marginación y el síndrome de esquina. Lamentablemente, sólo
recuerdo la campaña “Almería sin salidas”, inspirada por Martínez Leyva con la
valiente colaboración de José Vallejo Osorno, que logró traspasar las fronteras
de la combustión interna localista para, con el concurso de medios nacionales:
El País, El Mundo, ABC, Antena3… abochornar a los políticos socialistas
locales, incapaces de dar solución al agua, ferrocarril, carreteras… No
olvidemos que, entonces, los camiones que sacaban los productos del campo
almeriense discurrían por El Cañarete y el puente de Rioja.
El problema es que pronto se rearmó el PSOE
juramentándose no permitir esta exhibición de “músculo social”; y de ahí surgió
la ocupación de la sociedad entretejiendo una trama de comisarios políticos que
paralizó cualquier intentona de contestación. Bien sea por miedo, estipendio o preeminencia,
lo cierto es que Almería se entrega a una sutil claudicación que se evidencia con
la ausencia de clamor por la histórica ausencia de consejeros (esto no de
ahora) y los lacerantes retrasos, promesas incumplidas, proyectos olvidados… y
alguna chulería que, con toda impunidad y total ausencia de crítica, se
aceptaba con el vasallaje instilado desde un poder omnipresente.
Lástima no haber reaccionado a tiempo tras
aquella “Almería sin salidas”. Hemos perdido un tiempo precioso en el que
algunos miraban a Sevilla como la solución de sus vidas y haciendas y, con
ello, generar el concepto de indigencia colectiva de una sociedad silente,
inerme y complaciente con el poder.
Ahora, aunque a destiempo, esta “primavera
almeriense” se recibe con agrado por lo que significa de cierta recuperación de
la dignidad perdida.
Espero
que esta “primavera almeriense” no nos permita volver a hacer el capullo.
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