Juan
Megino
Exalcalde
de Almería
Por
esta vez, y sin que sirva de precedente, voy a estar en desacuerdo con la
propuesta planteada a los partidos políticos por mi compañero y, sin embargo, amigo
el Dr. Martínez Amo, Presidente del Colegio de Médicos de Almería y Presidente de
Consejo Andaluz de Colegios Médicos, de un Pacto por el Hospital Materno
Infantil de Almería.
Estando
de acuerdo en el fondo, estimo, modestamente, que la petición, más bien, la
exigencia, a las autoridades sanitarias competentes de la Junta ha de ser muchísimo más
contundente que un más que, por otra parte, difícil Pacto político.
Veamos.
Después de una serie de años de debate profesional y social en Almería, se
llegó a la conclusión de la necesidad absoluta de completar la red hospitalaria
pública con un nuevo hospital. No fue fácil hacerle ver a la Junta que todos los ratios
manejados eran, una vez más, un agravio para Almería, desde un punto de vista asistencial
y desde cualquier otra referencia, con respecto a otras ciudades andaluzas, siendo
como somos, creo, ciudadanos con la misma condición y derechos que el resto, y no
de menor categoría ni de menores necesidades.
Pues
bien, hace aproximadamente tres años, la Junta decidió políticamente la construcción de
dicho hospital, y tras la presentación del correspondiente proyecto ante el
Ayuntamiento, luego ampliamente corregido en muchos aspectos básicos y
fundamentales, obtuvo la correspondiente Licencia municipal.
Doy
por sentado el amplio conocimiento que de estas circunstancias tiene el Presidente
del Colegio. De lo que no estoy tan seguro es de qué estén tan al corriente los
ciudadanos, al final enfermos potenciales todos.
Con
el proyecto aprobado, la Junta
licitó la obra y la adjudicó a una empresa ampliamente solvente, que, seguro, hubiera
ejecutado la obra en tiempo y forma, y es aquí donde está la “madre del cordero”.
Para
poder adjudicar una obra es imperativo legal disponer de la partida económica correspondiente
en los presupuestos. Por tanto, si se adjudicó, debemos entender que existía el
dinero. Si después, al poco de comenzar las obras, la Junta dejó de pagar y,
lógicamente, la empresa abandonó el proyecto, quedan en el aire dos
interrogantes trascendentales: ¿Había dinero para adjudicar la obra? Y si lo
había ¿dónde fue a parar, a donde se derivó, a qué otra atención, para dejar de
pagar a la empresa?
Estamos,
pues, ante dos presuntas ilegalidades que, en su caso, debieran aclarar los tribunales
de Justicia y nunca hacerlo a través de un Pacto político que, por otra parte,
sería difícil de alcanzar, para poder dar la respuesta que los ciudadanos
precisamos.
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