María Jesús García
Usuaria del Hospital Torrecárdenas
Usuaria del Hospital Torrecárdenas
Nota de la Redacción: La autora de este artículo ha quedado plenamente identificada ante La Opinión de Almería.
Aprovecho
la amabilidad que me brinda su periódico para expresar mi indignación ante la
medida anunciada por el Gobierno de España de obligar a los pacientes crónicos
a pagar parte de la medicación que se les suministra en los hospitales
públicos. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, justifica esta decisión en
la necesidad de reducir el déficit público, olvidando que la enfermedad es un
asunto perentorio, que no admite espera. Durante un tiempo se puede reducir el
gasto corriente o las prebendas a determinados estamentos, pero la persona que,
por ejemplo, no pueda pagar su tratamiento de quimioterapia, dentro de unos
meses, lo más probable, es que no esté aquí.
Quimioterapia / Foto: Wikipedia |
Desconozco
el coste de una sesión de quimioterapia, como el de una radiografía o de un
simple análisis de sangre, pero admito que la medida del Gobierno de Rajoy me
ha hecho reflexionar sobre la suerte que hemos tenido hasta ahora de no tener
que reparar en estos asuntos. Uno se ponía enfermo y no pensaba en el dinero,
sino en el dolor, el malestar, la depresión de ver disminuida tu autonomía
personal y, sobre todo, en el miedo a la muerte, la inmensa tristeza de tener
que organizar tu vida ante la posibilidad de que en un corto o medio espacio de
tiempo ya nada importe.
Ante
este panorama me duele también la postura del Colegio de Médicos de Almería,
abogando por la construcción de una nueva infraestructura sanitaria, el
hospital materno-infantil, a sabiendas de que ello repercutirá gravemente en el
presupuesto sanitario de Andalucía. A la vista de los planteamientos del
Gobierno de Rajoy, no me extraña que dicha petición se haya visto oportunamente
respaldada por los responsables locales del Partido Popular en la provincia. El
órgano colegial debería haber reflexionado antes de realizar dichas
declaraciones en este momento tan sensible para muchos enfermos; si no por
ellos, al menos por sus colegiados y el personal sanitario en general, que
trabajan días completos para pagar lo que llaman “jornadas marianas”, es decir,
el aumento de su horario laboral de 35 a 37,5 horas a la semana.
Es
posible que en Almería la sanidad pública tenga algunas carencias
–personalmente las desconozco- y lo mismo que un padre vela por sus hijos, los
usuarios debemos estar atentos para que no se nos tuerza, que cada día esté más
fuerte y que crezca en solidaridad, aunque para conseguirlo tengamos que poner
el dedo sobre aquello que no funciona correctamente. En mi caso he de decir que
me citaron para una resonancia magnética un sábado por la mañana; que en varias
ocasiones he sido atendida por mi cirujano, Miguel Lorenzo, en domingo, incluso
en sus días de libranza, y que tanto el personal de quirófano como el del
Cirugía Ambulatoria, en todas las ocasiones que he acudido, se ha portado con
exquisita profesionalidad, desde los auxiliares hasta los anestesistas. Creo
que se han unido dos factores importantes en el Hospital Torrecárdenas, la
excelencia de sus profesionales y la buena gestión de los recursos públicos
-humanos y materiales-, que está llevando a cabo su gerente, Francisca Antón, a
quien felicito, pues dudo mucho que tanta eficacia pueda darse en otros centros
públicos.
Por
suerte en Andalucía contamos con un Gobierno de izquierdas cuya presidenta ya
ha anunciado que ningún enfermo pagará su medicación hospitalaria, lo que
supondrá un nuevo giro al grifo de la financiación, pues ese dinero que dejará
de llegar del Gobierno central habrá que detraerlo de algún sitio. Por favor,
no sigan menguando el presupuesto de sanidad, no aprieten más las tuercas a la Junta de Andalucía, no hagan
política con estos asuntos, no asusten a los enfermos.
Seguramente que con una décima parte de dinero invertido en corrupción se podría cubrir este servicio de primera necesidad y otros tantos de esta importancia. Lo que sucede es que este podrido país la ética, la honestidad y honradez brilla por su ausencia... y no digamos de la justicia un mayúsculo "paripé". Otro usuario del sistema.
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