El fratricida de Gérgal y la ineficacia

Rafael M. Martos
Director de Noticias de Almería

Si algo ha quedado en evidencia en los dos últimos crímenes que más han conmocionado a la sociedad almeriense es que la Guardia Civil está muy lejos de la eficacia que de este Cuerpo se espera. Y aunque resulte obvio, no es un problema de agentes concretos sino de quien les dirige, porque de un agente se espera que cumpla y obedezca, ya que para pensar es a los de arriba a quienes se paga.

Amplio despliegue de la
Guardia Civil
Podemos recordar el caso de la pequeña Miriam, cuya madre dio absolutamente todos los datos sobre el secuestrador y el secuestro mismo, y fueron necesarios siete largos días con sus seis largas noches para dar con un delincuente de poca monta que no había salido de la comarca y que acabó siendo encontrado en su casa. Aún no sabemos cómo es posible que vagara entre dos o tres días con una bebé en sus brazos antes de que la matara o se le muriera, ni sabemos cómo es posible que, tras decir el criminal dónde arrojó su cuerpecito metido en una bolsa de basura, tuvieran que peregrinar de una balsa a otra hasta dar por casualidad con él.

En el caso del fratricidio de Gérgal también se hacen urgentes las explicaciones que, como en el caso de Miriam, no llegarán. Es incompresible la que se ha montado para capturar a este siniestro personaje y que hayan sido siempre los vecinos, los mirones, los curiosos, los que hayan ido solucionando el asunto. Medio centenar de agentes de la Guardia Civil a pie, en moto y en coche, un helicóptero y hasta perros de esos infalibles no han servido de nada en todo este caso. Por tanto no es un problema de medios, sino de organización.

Es que resulta llamativo que un hombre de más de cincuenta años, quemado por las drogas y la mala vida, sea capaz de regresar a Gérgal, un pueblo tomado por la Guardia Civil y donde todo el mundo le conoce, y ningún agente le vea llegar.

Pero hay más, y es que el criminal no es que se quede en los alrededores, no, es capaz de llegar a la calle donde se cometió el asesinato, y es capaz de entrar en la vivienda frente a la cual mató a su hermana... y nadie se entera. Alucinante. Por si eso es poco, son vecinos, mirones, curiosos, los que avisan a la Guardia Civil de que ha cruzado la calle desde Chumbera a Redentoristas con la escopeta y un saco. Ningún agente lo vio cruzar, y eso que era el punto cero del crimen.

Y por último, la Guardia Civil rodea la vivienda en cuyo interior hay un hombre solo sin agua ni luz, y este criminal logra salir de la casa, saltarse el cerco de seguridad y acercarse a un vecino a pedirle agua. Sólo la sangre fría de ese vecino que le pide que espere mientras va a buscarla es lo que permite su detención, ya que trae a los agentes.

Sinceramente, no es precisamente brillante el modo en que se ha resuelto este arresto. Insisto, no es cosa de los agentes, que están donde se les dice que estén haciendo lo que se les dice que tienen que hacer, sino de quien no los pone en el sitio adecuado ni les indica lo correcto.

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