Antonio García Vargas
Profesor e investigador de Métricas Clásicas Arcaicas
Miembro del Departamento de Arte y Literatura del IEA
La literatura
aljamiada parece cobrar vida a partir de la expulsión de los moriscos tras la
reconquista. Si nos atenemos a la Historia, cabe destacar que era en Granada y
Almería sobre todo, también en Málaga, donde se habían refugiado gran
parte de los moriscos tras las conquistas cristianas en el resto de la
península. Si se tiene en cuenta la tradición poética de Almería desde el siglo
X hasta la mitad del siglo XII, cuando fue invadida y demolida por las tropas
internacionales que integraban aquella “gran cruzada contra el infiel pirata de
Almería” capitaneada por Alfonso VII y bendecida por el Papa, carece de sentido
la ausencia casi total de poesía y de prosa aljamiada tras la reconquista. Y si
partimos de la base de que después incluso de la reconquista, tras la caída de
Baza, Guadix y Almería, así como la posterior rendición de Granada, tanto
Boabdil como gran parte de sus huestes vivieron durante bastante tiempo
repartidos en las Alpujarras almerienses y granadinas, no se entiende que no
hayan aparecido más textos y manuscritos de origen almeriense, tal y como ha
ocurrido en diversas partes de España, dada la dispersión de los moriscos.
Hay que tener en
cuenta que el material encontrado es anónimo en general, lo cual se entiende
dada la feroz persecución a que fue sometida la cultura morisca y los terribles
castigos a que eran sometidos los refugiados. Es por ello imposible saber el
origen de los manuscritos pues lo único que se conoce es el lugar donde fueron
encontrados. Por otra parte, al formar parte entonces Almería del reino de
Granada, el escaso material al que se tiene acceso procede, dicen, del reino
granadino, pasando por alto al parecer que los almerienses se integraban en él
y que por acción o inacción, algunos pecaban de poco escrupulosos a la hora de
determinar la procedencia exacta de los descubrimientos y el modo de atribuir
presuntas autorías.
Es bien sabido
que en los diez años que duró la estancia de los cristianos en Almería tras la
invasión en 1147 y hasta que de nuevo fue conquistada por los almohades,
aquella floreciente ciudad que se había convertido en el más concurrido puerto
occidental y base de la flota califal, aglutinaba lo más selecto de la cultura
del momento antes de ser reducida a su mínima expresión, destrozada, saqueada y
aniquilada su población. Cuando cayó de nuevo en manos árabes no era ni la
sombra de lo que había sido y jamás logró recuperar su pasado esplendor. No se
puede olvidar la pujanza intelectual de Almería y aunque la gran mayoría de los
moriscos eran artesanos y agricultores, cabe suponer que gran parte del
material encontrado en otras tierras sea originario de aquí dada la profusión
de textos que se dio en más de cien años de floreciente cultura, comercio e
intercambio internacional.
Los diez años
que Almería vivió bajo el dominio cristiano, del 1147 al 1157, son de una
oscuridad total. Apenas hay datos, se sabe solo de su expolio y destrucción
total, como se pudo constatar al ser reconquistada por los almohades. El
investigador apenas ha tenido acceso a información alguna, como si de una
conjura de silencio se tratase. ¿Fue tal la barbarie que se conjuraron para
guardar silencio sobre los terribles hechos acaecidos? ¿Qué fue del rico legado
cultural que se había ido acumulando a lo largo de casi doscientos años? ¿Es
accidental que sean precisamente las ocho últimas páginas del Poema de Almería
—en las que se recogían los versos sobre el asalto final—, las que faltan del
manuscrito original? La mayor parte de la información disponible, aunque
escasa, se encuentra en los archivos genoveses redactados por Caffaro ya que, a
fin de cuentas, fueron ellos, la escuadra genovesa, los que más tiempo, hombres
y material aportaron al asedio y posterior asalto a la ciudad. Incluso, fueron
las huestes genovesas al mando de Otón Bonovillano las que quedaron al mando de
las defensas de Almería tras la victoria mientras el resto de los cruzados
regresaban a sus países y tierras de origen con su cuantioso botín.
Los musulmanes
de Al-Ándalus llamaban al-‘ayamía (aljamiado) a las hablas de origen latino de
la península ibérica. Los pocos manuscritos que se conservan, escritos por
ellos en lengua aljamiada, se presentan en las diversas lenguas románicas de la
península: castellana, portuguesa, valenciana, etcétera, mas todas se muestran
en caracteres árabes, fenómeno extraordinario de la literatura del Siglo de
Oro. Los textos, orientalizados, precisan de un arabista para acceder a lo
profundo de su sentido objetivo. Pienso que secuestrar una lengua o hacerla
desaparecer en el olvido, como ocurrió tras la reconquista y sobre todo en el
horror de los siglos XVI y XVII, es un execrable crimen contra la esencia de la
Humanidad, no cabe duda. Pero así, a base de hechos históricos detestables y
otros maravillosos se ha ido escribiendo la historia de los pueblos y nuestra
provincia no ha sido ajena a ello pues, aunque no hay apenas documentos que lo
acrediten, la Almería del siglos XI y XII sobre todo, tuvo mucho que ver con la
aljamia.
Se puede herir tu alma
o desmembrar tu cuerpo
mas nunca doblegar
tu lengua o pensamiento.
La destrucción
sistemática de la literatura aljamiada ha dejado huérfana e incompleta una rica
historia. Alejada del ritmo del llamado progreso, inmersa en lo profundo de un
mar de sensaciones, la lengua aljamiada duerme en su lecho eterno
esperando quizás la llegada del príncipe que en un beso de amor la rescate del
sueño. Esta escasa literatura dispersa por el mundo en bibliotecas españolas,
orientales y europeas, es como una fractura híbrida y hasta críptica.
Perseguida con saña como borrón histórico, contenía en sus formas, en su
exquisito texto, la más hermosa lengua que imaginarse pueda, rescoldo milenario
de un saber heredado; poética semblanza de un mestizaje cultural excelso. “Solo
durante el año 1609 fueron expulsadas de España más de 300.000 personas. La
razón, el simple hecho de ser identificados como moriscos, es decir: españoles
descendientes de musulmanes que habían sido obligados a convertirse al cristianismo”.
Creo, en lo profundo, que tenemos una deuda pendiente con ellos.
Como andaluz presiento que en el don del lenguaje
residen las esencias de la patria profunda
entendida como arma de arraigo; mezcolanza
de valores tempranos, de historia y convivencia;
que el lenguaje es arteria donde el ancestro fluye
articulando el flujo que hermana a la península
con la sutil presencia de tan preciado verbo.
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