José Fernández
Periodista
A medida que pasa el tiempo parece difícil esconder que en la etimología política de las llamadas elecciones primarias no yace el indeclinable deseo de transparencia y participación, sino una forma de poner a hacer el primo a los más cándidos.
Juan Carlos Pérez Navas |
Parece mentira que después del espectáculo montado para hacer más digerible el ascenso de Susana Díaz a la presidencia de la Junta de Andalucía por vía de la herencia caudillista, haya alguien que pueda defender la fórmula de las elecciones primarias como seña de distinción democrática frente a otros partidos que, por lo menos, no se cortan un pelo a la hora de designar sucesoras o sucesores.
Fíjense si no en el caso de la organización del PSOE almeriense y su anunciado proceso de elecciones primarias para elegir candidato a la alcaldía de la capital en las próximas elecciones municipales.
Y aunque desde el propio partido se habla de “neutralidad exquisita” y de respeto a los tiempos, en los últimos quince días el máximo responsable provincial del PSOE, José Luis Sánchez Teruel, ha aparecido ya dos veces en la prensa para decir que fulanito es el mejor candidato posible para encabezar la lista. A ver ahora quién es el guapo o la guapa que se atreve a enfrentarse al jefe y a pedir a sus compañeros que le respalden en el empeño de contravenir los deseos del señor secretario general.
Habría que preguntar qué impresión tienen los otros posibles candidatos o candidatas (que digo yo que podría haberlos o haberlas) de la imparcialidad y ecuanimidad con la que el partido está afrontado este proceso y si no es insulto a la inteligencia de los almerienses que una normal y legítima designación quiera ser “vendida” como una especie de “fiesta de la democracia interna” o cualquier otra chorrada.
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