Anclados en la obstinación

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Por fin llegan buenas noticias desde Bruselas al aprobarse la financiación del Corredor Ferroviario del Mediterráneo. Esta sería una buena noticia por sí sola, pero la mejor noticia es que no se contempla financiación para la conexión con el Puerto de Almería.

Puerto de Almería
Afortunadamente, la “prioridad”, defendida fundamentalmente por el PSOE, queda relegada a una intervención discrecional del Gobierno español. Por tanto, espero y deseo que el Gobierno de España reconsidere la posible conexión del tren al puerto y, a ser posible, deje bien claro si condena a la ciudad de Almería a las pretéritas servidumbres o, por el contrario, libera a la capital de una limitación para su futuro inmediato.

El Puerto de Almería es un lastre para el desarrollo de la capital. Esto se puede ver en el singular “desarrollo” comercial en su zona de influencia y el uso cívico del entorno urbano que flanquea la extensa y odiosa reja que lo blinda.

El Puerto de Almería ha sido malparido y pésimamente gestionado por una egoísta ambición endógena de la Autoridad (?) Portuaria que no ha reparado en las consecuencias para una ciudad imbricada en sus propias entrañas, soportando y padeciendo las innumerables y desacertadas iniciativas que, sin criterio, orden y concierto se han desplegado en las instalaciones portuarias que, por lo general, no han producido el menor beneficio en la ciudad. Si se ha tenido que traer mineral, se trae; si hay que descargar chatarra, se descarga; si hay que mantener montañas de granel a la intemperie, se mantienen.

Hemos asistido a la particular gestión del puerto como un factor dopante y limitante para el desarrollo de Almería, y sólo faltaba el tren para buscar nuevos “nichos” de mercado que terminen de finiquitar el futuro de la capital. Valga el ejemplo de la desenfrenada inquietud del PSOE y otros intereses colaterales para resucitar las vías del tren del mineral.

El Puerto de Almería es un batiburrillo insoportable que terminará por ser ingobernable. La convivencia de actividades tan diversas abigarra la propia actividad portuaria y agobia a la capital; aún más, con la pretendida conexión ferroviaria que no tiene sentido ni como solución para el transporte agrícola, ni otros menesteres inéditos sin justificación racional.

La solución industrial pasa por la conexión ferroviaria con el Puerto de Carboneras, quedando el Puerto de Almería para actividades dinamizantes del desarrollo turístico.

El puerto ha de liberar la cerca, trasladando al Puerto de Pechina la terminal internacional. Así, quedaría liberado el infame arresto urbano entre la ciudad y su puerto.

Eliminando la herida de la vía del tren que fractura la ciudad, y abriendo el puerto a nuevas oportunidades de desarrollo, el cambio de la capital sería radical y mucho más amable para un necesario despliegue de nuestras potencialidades turísticas y comerciales. Sólo hay que ver qué se ha hecho en otras ciudades que solucionaron, a tiempo y con criterio, un problema que en Almería permanece anclado en la absurda obstinación.        

1 comentario:

  1. Por favor no podemos dejar que Almerìa vuelva a llenarse de ese polvo de color lilaceo violeta, Almerìa mira al mar,hay que enfocarla al turismo .lo raro es que en toda la linea de la costa desde el club de mar hasta Costacabana no haya hoteles ...que en otras ciudades costeras se ven.

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