Noelia
Rodríguez Guerrero
http://www.noelimits.com/
Un
par de años atrás, a los estudiantes de segundo año de bachillerato nos daban
la posibilidad de elegir si queríamos ir de viaje de estudios a Francia o
Italia. Hubo tres manos levantadas para elegir a Francia como destino en
contraposición con aquella multitud de manos que preferían nuestra patria
hermana, Italia. Yo fui una de ellas. Tras
muchos sacrificios, llegó el día tan esperado y aquel día que con 17 años, por
fin pondría un pie fuera del territorio español. Nunca nada volvería a ser
lo mismo.
Composición fotográfica del blog de Noelia |
Me
di cuenta de que el haber trabajado durante seis meses en un restaurante italiano
me abrió muchas posibilidades y que podía entender y comunicarme en el idioma
perfectamente. Descubrí que no podía quedarme quieta nunca más.
Un
par de meses más tarde empecé la
Diplomatura de Turismo en la Universidad de
Almería. Sin embargo, no tardé mucho en desilusionarme: aquello no era más que
una burda copia de Empresariales a la que habían añadido idiomas. Además el
nivel que se daba en la carrera de inglés o francés era muy inferior del que yo
llevaba. Me aburrí soberanamente. Solo me mantenía la esperanza el irme de
Erasmus a Alemania durante mi tercer año y finalmente aprender alemán.
Mi
año en Alemania ya sí que fue la revolución: empezar a vivir en un país del
cual no entendía ni una palabra, con las cuatro estaciones climáticas diferenciadas,
vivir junto a un caudaloso río en un parque natural (¡nunca había visto tanto
verde junto!), usar la bicicleta para todo (ya llueve, nieve o lleve tacones,
¡nadie me bajará de mi bici!), aprender a recoger fruta de los arboles
silvestres… Fueron enseñanzas de un valor incalculable que fueron formando cada
vez más mi personalidad.
A Boston. Tras
terminar la carrera, conseguí una beca para mejorar mi inglés en Boston,
Estados Unidos. ¡Mi primera vez fuera del continente y solo tenía 21 años!
Cruzar el charco y vivir con una familia de raza negra en un suburbio
afroamericano eliminó aún más si cabe mis fronteras y aumentó mi tolerancia con
otras razas.
Una
vez que terminé el curso, decidí que quería ser azafata de vuelo. En España
estaba totalmente descalificada por mi altura y mi carencia de contactos
(enchufismo, uno de los grandes males del panorama nacional), pero otras
compañías extranjeras no se lo pensaron dos veces para invitarme a una
entrevista presencial (¡incluso la compañía de bandera de Suiza!).
En Marruecos |
Al final
sobreviví un año en Londres con una popular compañía low cost. Después de la
experiencia y de aprender inglés definitivamente, opté por cambiar de rumbo.
Quería una vida más bohemia, más en contacto con el arte y la música. Decidí
empezar una nueva vida en Europa del Este y Budapest fue mi destino escogido.
Otra vez de vuelta a un país extraño donde no entendía el idioma, pero el reto
diario de aprenderlo y de encontrar trabajo me mantenía ilusionada.
Encontrar trabajo sin hablar el idioma. Sí,
es posible encontrar trabajo decente en Europa sin hablar el idioma. Sin
embargo, aparte de un par de viajes a Rumania y Eslovaquia, mi sueldo húngaro
no daba para mucho más.
En
ese momento y con 23 años mi próxima aventura sería cruzar los siete mares. Me
enrolé como tripulante de una naviera americana. Visité países que ni en toda
la carrera de Turismo habían sido mencionados. Aprendí a celebrar el año nuevo
con los chinos a bordo, San Valentín con los occidentales y ramadán con los
indonesios, la fiesta de la independencia de los Filipinos (curioso, siendo la
única española a bordo), bebí más cocos en el Caribe de los que puedo recordar,
mis días ya no eran días de la semana o meses sino días de alta mar o puertos
de escalas.
Aprendí que se pueden trabajar 10-14 horas al día, durante seis meses
sin ningún día libre y aun así no perderse ninguna fiesta o ninguna excursión a
ningún de los puerto de escala… ¿quién necesita irse a dormir, si esta noche
estamos atracados en San Francisco o Venecia? ¿Quién ha tenido la posibilidad
de haber celebrado sus cumpleaños en Croacia o cruzando el canal de Panamá?
Trabajar duro no es un problema, ya que todo tiene su recompensa.
El mundo, un pañuelo. Tras
dos contratos en alta mar, el mundo seguía pareciéndome pequeño. Había conocido
a tantos amigos que gracias a mí podían poner Almería en un mapa: Filipinas,
Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Kazajistán, Kirguistán… por nombrar
unos pocos.
Cuando
decidí volver a Londres en 2012, esta vez ya con 25 años y me di cuenta de que
los Juegos Olímpicos estaban a la vuelta de la esquina, sentía que ya tenía
edad para asumir responsabilidades y que quería trabajar para un evento
internacional pero no de voluntaria, sino como manager en un puesto de mucha
responsabilidad. Dicho y hecho, terminados los Juegos Olímpicos me volví a ir
con un billete de solo ida a Asia Central. Apenas hace un año de ello.
Gracias
por leer toda esta historia de una almeriense pequeña en altura pero grande en
aspiraciones. Solo quisiera resumir mis últimos años y demostrar que si se
quiere, se puede. No provengo de una familia adinerada ni tengo contactos pero
si mucha determinación y afán de superación. El no se puede no existe en mi
vocabulario. Puede ser difícil, pero no imposible.
Hay vida más allá de la Térmica. Ya
puedo leer vuestros comentarios de seguro que es una mantenida o quien sabe que
cosas obscenas y similares. Ahora vendrá el listo/a de turno a sacar punta a
todo lo que he vivido y escrito y decir que eso no es verdad/que me lo he
inventado/que estoy fumada. Pero si, almerienses, hay vida más allá de las
Cuatro Calles, de Porrón, de la
Térmica , de Zara. Me encantó ver cómo reaccionasteis cuando
tiraron el Toblerone. Volvía a creer en la juventud española.
No
desistáis y nunca dejéis de creer en vosotros mismos. No dejéis que la sociedad
o el gobierno os haga sentir pequeños e insignificantes. Por mucho que os
digan, el mundo que hay afuera no es malo y hay muchas cosas buenas esperando.
Solo después de que hayáis visto lo que hay fuera estaréis listos para cambiar
Almería desde dentro y transformarla en la ciudad a la que a todos nos gustaría
regresar.
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