Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
El PSOE andaluz celebra un congreso extraordinario sin intrigas ni vendettas.
La presidenta de la Junta, Susana Díaz, ocupará, arropada por un gran apoyo
interno, la secretaria general del partido relevando por segunda vez en dos
meses a José Antonio Griñán. El cónclave servirá para sellar la paz interna en
un partido que ha vivido de forma convulsa desde que en 2009 Manuel Chaves se
marchó. Con su relevo se fueron también casi dos décadas de victorias
electorales y calma entre las familias socialistas. Con Díaz llega de nuevo la
estabilidad interna, aunque todavía queda por ver si esta renovación del PSOE-A
es entendida en la calle y pasa el examen de las urnas.
Susana Díaz |
Díaz, la primera mujer en acceder a la secretaría general, representa a sus
39 años el relevo generacional en el partido y un armisticio político tras casi
cuatro años de guerras internas. Pocos hubieran dicho en el último cónclave del
PSOE-A, que se celebró en junio de 2012, tras lograr Griñán contra pronóstico
mantener en manos socialistas la Junta de Andalucía y en el que se evidenció que
había un 30% de críticos y descontentos con su gestión, que esta fontanera del
partido, con fama de dura e implacable frente a sus enemigos, iba a ser la
encargada de cerrar las heridas internas. Lo ha hecho integrando y
dialogando.
Micaela Navarro. La futura presidenta de los socialistas andaluces, Micaela Navarro, demuestra
esa apuesta. Navarro fue uno de los rostros visibles que apostaron por Alfredo
Pérez Rubalcaba en el último congreso federal mientras que Díaz jugaba fuerte
por Carme Chacón. La exconsejera ha sido –muy a su pesar—el rostro político que
los críticos utilizaban cada vez que plantaban cara a Griñán. La poderosa
familia socialista de Jaén, a la que Navarro pertenece, era el corazón de la
corriente crítica contra Griñán y los jóvenes que él aupó para entregarles el
partido. Navarro fue castigada y expulsada del Gobierno andaluz por ese juego
político y ahora Díaz la recupera para ostentar un cargo que hasta ahora ha sido
más simbólico que poderoso y que, en esta ocasión, visualiza además una nueva
etapa en las filas de los socialistas andaluces. El acuerdo con Jaén ya estaba
firmado hace meses. Justo cuando Díaz logró que los socialistas jiennenses la
apoyaran en las primarias que la ratificaron como candidata del PSOE-A a la
presidencia de la Junta. En aquel momento, los críticos pasaron a mejor vida.
Ahora, Micaela Navarro en la cúspide de la ejecutiva socialista no hace más que
evidenciar aquel pacto.
Fulgurante carrera. La fulgurante carrera de Díaz en la política andaluza tocará techo hoy sábado
cuando se convierta, como recuerdan desde su ejecutiva, en la mujer socialista
que más poder ha ostentado en el partido. Va a ejercer de número uno y ha
decidido un nuevo modelo de partido en el que no haya nadie que le haga sombra.
No quiere un número dos al uso sino varias secretarías entre las que se divida
el poder. Díaz aspira a dirigir el partido a la vez que el Gobierno, lejos de lo
que hicieron sus antecesores, Chaves y Griñán, que han ocupado muy poco tiempo
su despacho en la calle San Vicente y optaron por dejar las tareas internas en
manos de eficaces segundos.
Hay pocas incógnitas por resolver. Díaz suprimirá la vicesecretaría general
que ostentaba Mario Jiménez, a quien situará en la portavocía del Parlamento
andaluz. Ella misma ha contado que le ofreció dedicarse al Senado pero que él
optó por seguir vinculado a la política andaluza. Según trasladan fuentes
socialistas, Jiménez ha aceptado con “resignación” su retirada como número dos.
Con su relevo, Díaz se coloca como la única de los tres jóvenes socialistas a
los que Griñán entregó el partido cuando sustituyó a Chaves en la secretaría
general. Junto a ella partieron Mario Jiménez y Rafael Velasco, que dimitió de
forma sorpresiva poco después de su designación. Díaz se encargó de ocupar el
espacio que dejó Velasco y así comenzó a consolidar su poder en el PSOE andaluz.
Con la retirada de Jiménez queda en el camino el único rival serio que llegó a
tener Díaz en la sucesión de Griñán.
El cambio. El PSOE andaluz lleva meses vendiendo el cambio. La futura secretaria general
del partido ha logrado consolidar su liderazgo en apenas dos meses y no sólo en
el ámbito andaluz, también en el nacional. Díaz ha emergido como referente en un
PSOE huérfano de liderazgos y deseoso de renovación para salir del hoyo político
en el que quedó hundido tras la aplastante mayoría del PP hace ahora dos años.
Su nombre suena en las quinielas como sustituta de Alfredo Pérez Rubalcaba,
aunque ella niega que vaya a dar ese salto.
El congreso del fin de semana en Granada, con el lema “Andalucía, la fuerza
que nos une”, batirá record de asistentes y está llamado a ser casi un besamanos
a la dirigente andaluza. El PSOE-A tiene puesto el altavoz y lo que diga y haga
repercutirá de forma muy directa en Ferraz y en las primarias pendientes para
designar al futuro candidato de los socialistas a La Moncloa.
Griñán, el líder puente del socialismo andaluz. A las doce de la mañana de hoy José Antonio Griñán tomará por última vez la
palabra como secretario general del PSOE andaluz. Su paso por la dirección del
partido ha sido breve, tres años, pero intensa. Griñán se ha convertido en una
suerte de presidente de transición o de político puente que ha consumado la
renovación que a él le encomendó Manuel Chaves. Y lo ha hecho como hace todo,
con un estilo muy particular y un guión propio. El expresidente de la Junta fue
llamado para suceder a Chaves y refrescar las siglas socialistas cuando las
encuestas comenzaron a dar graves señales de alarma y agotamiento en uno de los
grandes nichos del voto socialista. La entonces dirección evitó un auténtico
cambio y eligió a una figura de la misma generación política de Chaves y muy
ligado a su círculo personal. El devenir de los acontecimientos se encargó de
romper esos lazos. Griñán se tomó a pecho el consejo que le dio su mentor cuando
le entregó el despacho en San Telmo: “Pepe, cambio, cambio y cambio”.
Así lo hizo. Pidió ejercer como líder del PSOE-A, reclamó ostentar la
secretaria general y precipitó un congreso extraordinario que acabaría por
enterrar a toda una generación política, entre los 40 y los 50 años, que en el
PSOE andaluz no ha llegado a la primera fila. Griñán aupó a un trío de jóvenes.
Todos habían echado los dientes en el partido y se habían dedicado de lleno a
las tareas orgánicas desde su juventud. De ellos decía que habían aprendido lo
mejor y lo peor de la política. Sobre ellos puso el foco, aguantando críticas
como esa etiqueta de ‘griñaninis’ que circuló mucho tiempo y que reprochaba al
entonces líder socialista que hubiera elegido a jóvenes que a juicio de muchos
ni estaban lo suficientemente preparados ni habían tenido otra ocupación que las
siglas socialistas. Griñán se marchó para asumir el desgaste del caso de los ERE
y despejó el camino, no sin muchos tirones, a Susana Díaz. Él cree que ha
acertado plenamente. De momento, la eufórica acogida a la lideresa parecen
confirmarlo. Quedan por hablar los ciudadanos y las urnas.
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