El hotel Puerto Salud de Aguadulce y la vida de cuatro ancianos

Juan Torrijos

Periodista

¿Se imaginan ustedes lo que esta sociedad estaría diciendo si fueran cuatro inmigrantes llegados en patera los que estuvieran viviendo en las condiciones que lo hacen cuatro seres humanos con todos los años sobre sus espaldas? Días y noches sin luz, sin agua caliente, sin proveedores que lleven los alimentos, a lo que quieran unas trabajadoras que llevan sin cobrar no sé cuántos meses. 

Los trabajadores tampoco cobran

Y menos mal que ellas quieren. ¿Qué sería de estos viejos si no fuera por ellas? El panorama no es demasiado edificante y dice muy poco de la sociedad que nos hemos organizado. ¿Recuerdan cuando nos decían que estábamos en la era del bienestar? Que se lo digan a estos viejos.

En todos estos meses en que se viene contando la historia de lo que ocurre en el hotel de Aguadulce no he oído al delegado del ramo. Creo que los viejos somos responsabilidad de la Junta, que esté buscando una solución para estas personas. Lo mismo el hombre se está dejando la piel, pero al ser una empresa privada la que gestiona el hotel nada puede hacer él. Pobre mío.

Una empresa está maltratando a unos ancianos y la Administración nada puede hacer, se lava las manos. Me gustaría recordarles a estos “políticos de toco mocho” que somos viejos, un poco inválidos tras muchos años sobre las espaldas, pero que seguimos siendo personas por mucho que les pese a algunos.

El alcalde de Aguadulce, donde estos viejos aguantan como pueden (que es al mismo tiempo presidente de la Diputación Provincial y que cuenta con una residencia de asistidos que nos cuesta a todos los almerienses un dineral, incluidos en el pago a los viejos), tampoco se ha pronunciado sobre la situación que viven estos ancianos.

Abandonados a su suerte en su propio término municipal. ¿Tan complicado es buscar cuatro plazas en alguna de las residencias de la Administración o concertadas por la Junta? Debe serlo. Los cuatro viejos siguen en Aguadulce con una vida algo azarosa. Viendo el comportamiento de nuestros políticos ante este problema, ya pueden empezar a poner sus barbas a remojar si están pensando en buscar una residencia donde pasar los últimos años de su vida. No están, por lo que parece, por darnos una despedida agradable.