Emilio
Ruiz
¿Y
cuál fue el contenido de ese discurso de Susana Díaz que con tanto alborozo ha
hecho renacer el optimismo en las deprimidas filas socialistas? Pues ése es el
caso. Susana Díaz, ni siquiera ha tenido que elaborar un buen discurso
político. No le ha hecho falta ni ella lo quería. Le ha bastado con traducir en
palabras sencillas lo que en estos momentos preocupa a la mayoría de los ciudadanos,
y en especial a quienes en algún momento confiaron en un partido que ven
desnortado, irreconocible y alejado de sus inquietudes.
Cuesta
trabajo creer que alguien llegue a entusiasmarse porque desde un atril se le
digan cosas tan elementales como que en la defensa de la unidad de España no se
admiten tibiezas, que en el proyecto común todos somos necesarios –también los
catalanes-, que las victorias electorales deben conseguirse por méritos propios
y no por deméritos ajenos, que hay que saber reconocer las equivocaciones y que
la solidaridad debe estar por encima de egoísmos personales o territoriales.
Pero
era tal el grado de desconcierto al que había llegado el Partido Socialista que,
a sus huérfanas huestes, hasta las cosas más sencillas hoy les llegan a
emocionar.
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