David
Uclés
Director
del Instituto de Estudios Socieconómicos de Fundación Cajamar
Muchos
han sido los cambios acontecidos en el medio siglo que ha transcurrido desde
aquel primer invernadero casi mitológico que se construyó en la provincia de
Almería. Incluso el nacimiento del que esto escribe. El tiempo tiene la
facultad de atragantarse en algunos momentos concretos de aburrimiento o
enfermedad, y luego transcurir a la velocidad de la luz, resbalándose por entre
los dedos y dando al traste con todos nuestros esfuerzos por pararlo.
En los años 70 y hoy |
Transformaciones. En 50
años y en apenas unos pocos kilómetros de llanura litoral, han ocurrido
transformaciones de alcance planetario (hemos señalado a los astronautas dónde
se encuentra la despensa de Europa), han nacido dos generaciones nuevas, se han
multiplicado los idiomas, colores y sabores de la gente, se ha revertido
localmente el cambio climático, se ha plantado un vergel donde antes estaba el
desierto de Sinaí, puntos suspensivos.
Muchos puntos suspensivos, pues la Historia se escribe a
base de sumar pequeñas historias individuales, las de los miles de personas que
han compartido un tiempo y un espacio. Y en este tiempo de medio siglo, y en
este espacio al sureste de España, han confluido multitud de pequeñas
historias: las de los ingenieros del Instituto Nacional de Colonización, la de
los primeros colonos y sus familias, las de los que vinieron de todo el mundo a
labrarse un futuro bajo el sol de nuestros invernaderos, las de los miles de
técnicos, comerciantes, profesionales, funcionarios y hasta la de los políticos
que han participado en el desarrollo de esta verdadera revolución territorial y
social vivida por Almería. Una revolución que se ha fraguado debajo de los
plásticos de los invernaderos y en sus alrededores y que ha sacado literalmente
a la provincia de la más absoluta miseria.
La mitad de la renta media. Esta
redención se ha producido a una velocidad de vértigo. En 1955 la renta del
almeriense medio apenas superaba el 55 % de la del español promedio (que aún
tendría que enfrentarse al Plan de Estabilización de 1959). Ni siquiera las
provincias gallegas estaban por debajo de Almería, que ostentaba el poco
favorable título de ser la más pobre de España.
A mediados de la década de 2000
nuestra renta suponía el 95 % de la española, y habíamos logrado situarnos como
la provincia más rica de Andalucía en términos de renta y estábamos en la los
puestos intermedios de la clasificación nacional. Y eso se había logrado,
pásmense, sin haber pasado por el interregno de la industrialización, sino
merced al desarrollo de la agricultura, un sector al que se le suelen asociar
los conceptos de marginalidad, atraso, tradición y pobreza. Y todo eso se había
logrado, vuelvan a pasmarse, en uno de los territorios más secos de la Península Ibérica ,
haciendo del agua escasa un uso absolutamente exquisito. Hoy, cuando alguien
piensa en la agricultura de Almería lo hace en términos de innovación,
eficiencia, riqueza y tecnología.
Luces y sombras. Obviamente, toda historia tiene luces y sombras. Almería ha sido una especie de
matraz de laboratorio en el que se han puesto a prueba una y otra vez su
capacidad de resistencia ante las presiones. Y las ha habido de todo tipo, desde
las provenientes de retos tecnológicos, hasta las de origen social, pasando por
las relacionadas con la competencia en los mercados internacionales o las
regulatorias...
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