Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
Los
empresarios siempre han tenido mala prensa entre nosotros. Si fracasan, porque
son unos ineptos; si triunfan, porque se lo deben a las subvenciones. Quizá se
trate sólo del síndrome bíblico de la dificultad que tienen para entrar en el
reino de los cielos; ya saben, el versículo del ojo de una aguja y el camello; o
tal vez sea por algo con menos carga teológica y más mala leche: la envidia
trufada de rencor.Claro que el intento de descalificación se globaliza cuando quienes los
representan critican las decisiones del poder político
Lo
cierto es que, a quienes son capaces de generar riqueza, los profesionales del nadismo
-nunca hacen nada ni dejan hacer- siempre los sitúan en el ojo del huracán. Treinta
años de periodismo y un millón de conversaciones me han llevado a la conclusión
de que no hay nada más almeriense que el “abajo el que suba”.
La Voz de Almería de hoy |
No es una patología
exclusiva de la derecha o de la izquierda. En contra de lo que
pudiera pensarse no es esta una patología aplicable en exclusividad a una
izquierda inoculada con el virus de la lucha de clases. La derecha, tan
tradicional, también se apunta a la balacera sutil de la desconsideración. Las
últimas semanas son un ejemplo de trinchera compartida por populares y
socialistas frente a quienes han cumplido con el imperativo cívico de censurar
lo que consideran injusto con la provincia.
Las
críticas de los representantes empresariales a los presupuestos del Estado y
autonómicos no han sido recibidas con el interés de quien está obligado por
mandato democrático a escuchar con atención a los ciudadanos, sino con la
excusa del mal pagador que no cumple sus promesas con los electores, cuando no
con la descalificación infantil del “a mí me criticas más que a mi adversario”.
Una afrenta.
Los Presupuestos de unos y otros son una afrenta para los almerienses. No habrá
obras reales en el Ave ni en los tramos almerienses
de la autovía interminable con Málaga; tampoco habrá una segunda piedra para el
materno infantil ni un mortero de hormigón para la variante de Roquetas, por
citar sólo dos síntomas del trato vejatorio de los gobiernos central y
autonómico con Almería.
Pero
tan sorprendente como este permanente olvido es el cinismo con que se comportan
algunos. Emilio Ruiz lo dibujaba con extraordinaria nitidez en su columna del
domingo cuando reproducía las críticas del PP a Susana Díaz por los
presupuestos andaluces y, un punto y seguido después, recogía los mismos
argumentos pero, esta vez, de los socialistas a los presupuestos de Rajoy. La
misma música con distintos intérpretes.
Ni coherencia, ni
valor, ni compostura, ni compromiso. Lo desalentador es que ni unos
ni otros hayan tenido ni coherencia, ni valor, ni compostura, ni compromiso.
Coherencia para no pretender engañar a los ciudadanos exigiendo al gobierno
adversario lo que no exiges al tuyo. Valor para decir con claridad que estos presupuestos
no satisfacen las aspiraciones legítimas de los almerienses. Compostura para no
esconderse en las miserias del otro ocultando las propias. Compromiso para criticar
de forma decidida el olvido del que hemos sido víctimas.
Es
verdad que la crisis cercena muchas aspiraciones, que las cuentas son las que son;
pero no es menos cierto que los almerienses, que fuimos los últimos en llegar a
tantos sitios, no debemos ser los primeros en sufrir las consecuencias de los
recortes.
El político debe
defender a quien le ha votado. Los políticos almerienses no deberían
olvidar que el silencio nunca ha arribado a ningún puerto; que la resignación no
es una virtud, es una impostura cuando te han elegido para defender los intereses
colectivos y se cobra tanto y tan bien por ello. El político debe defender a quien
le ha votado, no a quien lo ha elegido para ir en una lista. Esa es una
perversión que está alejando cada vez más a los ciudadanos de los políticos.
A
los parlamentarios de PP, PSOE o IU los ciudadanos los han votado para que
defiendan y gestionen ante sus gobiernos los intereses compartidos, no para que
aplaudan a quienes les olvidan o callen ante quienes nos marginan.
Los empresarios
alzan la voz. Pues bien, en medio de este silencio servil han sido
los colectivos empresariales los que han alzado la voz y algún representante, como
el presidente de Asempal, con estridencia para decir que Almería está siendo
considerada como “el culo del mundo”.
El
desdén de quienes nos gobiernan por las aspiraciones justas de los ciudadanos no
hace concebir ninguna esperanza en que estas quejas alcancen a sus conciencias.
Pero al menos defendamos el derecho a la crítica, el recurso al desahogo.
Malos para Almería.
Los Presupuestos del Gobierno y de la
Junta son malos para Almería por mucho que se empeñe la
militancia de unos y otros en decir lo contrario para engañarnos. No se los
crean. Los presidentes de la
Cámara y Asempal han dicho la verdad que los políticos han intentado
(inútilmente) esconder.
Los
exquisitos discípulos del versículo podrán continuar defendiendo el argumento de
la aguja y el pajar, pero esta vez los empresarios tienen razón. Toda la razón
y, además, han estado en su sitio. Donde no han estado a quienes elegimos para
que nos representaran. Su protesta ante los gobiernos que ellos sostienen no
hubiese modificado quizá las partidas presupuestarias, pero habrían dejado tranquila
su conciencia. Y su decencia democrática.
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