Antonio Lao
Director de Diario de Almería
Ssiempre he creído que en
política no vale todo y, mucho menos, en las administraciones que gobiernan.
Hace menos de un mes criticaba con dureza las cuentas que el Estado ha previsto
en 2014 para la provincia de Almería. Ahora es la Junta de Andalucía la que hace
lo propio y les aseguro, que no tengo ni un elemento de juicio que me anime a
creer que son mejores que las estatales. Claro está, ya lo hacía hace unos días
con las del Gobierno, que la crisis pasa factura a todos y no hay un sólo
detalle que me pudiera hacer pensar que la previsión del Gobierno andaluz para
Almería iba a ser mejor que la del Estado. Todo parte de la misma raíz. Con lo
que si hemos plantado tomates, por más que queramos que se conviertan en
plátanos, al final recogeremos tomates, que por ciento son el sostén de buena
parte de la economía de esta tierra.
Diario de Almería de hoy |
No se trata de poner el grito en el
cielo porque no se recojan las obras de las que aún carece esta provincia, como
puede ser el prometido hospital materno-infantil o la culminación de la variante
de Roquetas, lo que reivindicamos es conocer con exactitud cuánto se va a gastar
la Junta en esta tierra. No me vale predicar que no habrá recortes en salud o en
educación. Políticas que aplaudo, pero no sólo de pan vive el hombre.
Esta provincia produce por valor de 2.200 millones de euros en
agricultura hasta poner en positivo la balanza comercial andaluza. Sólo por eso
merece que no haya un solo recorte en la Consejería, que por desgracia será una
de las más afectadas. Tampoco parece coherente criticar en exceso el gasto en
alquitrán, cuando es la salida al desarrollo que ha tenido esta tierra. La vara
de medir debe ser la misma cuando se piden infraestructuras al Gobierno,
-necesarias-, que cuando se urge a la administración autonómica a que las
presupueste. También necesarias.
Lo demás no de dejan de ser fuegos de
artificio de nuestros gobernantes, que cada mes de octubre (Gobierno de España)
y noviembre (Junta de Andalucía) nos deleitan con un cruce de declaraciones, más
o menos argumentadas, sobre los males del vecino. Y a partir de ahí, esperar a
que escampe. Luego la normalidad retorna en la misma medida que unos y otros
olvidan o recuperan la polémica para volver a salir en los medios y hacerse oír.
Luego, cuando de verdad conocemos lo que se ha invertido por unos y
otros, seguro que nos llevamos las manos a la cabeza. Si en tiempos de bonanza
no se alcanzaba la mitad de lo presupuestado, imagínense ustedes lo que ahora se
hace. Obras empezadas y paradas, cubiertas por la maleza y a la espera de que a
alguien se le ocurra mandar una máquina.
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