Antonio Felipe Rubio
Periodista
Los almerienses, todos, no podemos permanecer ajenos
a la tragedia sufrida en el Poniente. El destrozo producido por la tromba de
agua y granizo no es una noticia que ha de quedar en singularidad meteorológica
que adorne un telediario.
Daños producidos en un invernadero de El Ejido (Foto: Teleprensa) |
Si son 30 como si son 60 millones de euros, las
pérdidas sufridas no han de administrarse desde la aborrecible perspectiva de
las valoraciones contradictorias, ventajismo político o disciplina burocrática.
Hay que actuar inmediatamente. Almería tiene que exigir la máxima urgencia en
la reparación de este deterioro que no sólo afecta al sector agrícola; esto
incumbe a todos los almerienses y, todos sin excepción, hemos de sentirnos
concernidos con este desastre.
Hay que reponer plantaciones, levantar invernaderos,
restaurar almacenes, arreglar caminos… En definitiva, hay actuar con la máxima
rapidez. La desgracia acaece en el peor momento: el precio repuntaba y los
fríos asolan nuestros mercados de destino a la espera de un producto que, por
desgracia, no llegará.
Si la respuesta tarda en llegar, será nuestro
fracaso. Será el fracaso de nuestra propia sociedad: políticos, sindicatos,
medios de comunicación, etc. Por el contrario, si la respuesta es rápida y
eficaz, obtendremos la recompensa de la autoestima y la admiración externa que
tantas veces nos ha infravalorado y maltratado.
Esto no puede quedar en gestos y voluntarismo. Por
desgracia, nuestros administradores olvidan pronto lo que la agricultura ha
hecho por Almería, Andalucía y España. El clamor ha de ser contundente y
unánime. La exigencia no es caprichosa; es vital. No se trata de conmiseración;
es justicia.
Esta vez no podremos solucionar el problema como
siempre: a pulso, sin más ayuda que el tesón y sacrificio del sector.
Necesitamos la ayuda, colaboración y agilidad en los recursos que, con
abundancia y antelación, la agricultura ha provisto para tantas y tantas cosas.
Ahora es el momento de responder en justa reciprocidad. De no hacerlo, bien
vale acrecentar la desconfianza en nuestros políticos y perder la mejor
oportunidad para dar una lección de autoestima e incontestable asombro ante
Europa.
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