Antonio
García Vargas
Profesor
e investigador de Métricas Clásicas Arcaicas
Miembro
del Departamento de Arte y Literatura del IEA
Pienso
que la Historia
ya está escrita, el recuerdo no la acerca ni la aleja, ni siquiera la cambia o
la protege; cuanto menos la avala. Nuestra historia está grabada en muros de hormigón
petrificado, con letras de fuego fatuo: ¡letra de batalla! A veces es preciso contemplarla
desde la lejanía, pensarse voz vencida, esa voz que en silencio, por siempre,
fue acallada; esa voz que con signos y runas permite -aunque a oscuras-, simular
el habla cotidiana, conformando un lenguaje ajeno, de corte surrealista. ¡Ah, vocecilla
apenas musitada! Mas… dejemos que la cuenten sus actores principales.
Escena de la rendición de Almería en la Catedral de Toledo |
ALMERÍA,
CIUDAD SITIADA, DICIEMBRE DE 1489.
Duerme
inquieto el horizonte cubierto de guirnaldas amarillas. La piedra cobra vida,
se lamenta añorando las últimas batallas. Suena el cuerno en la distancia y la
garza se dispone al sacrificio. Almería es un embudo, la sierra de Alhamilla
una amalgama. Salgo del pasado reciente, rebusco en el futuro, veo un
habitáculo de colores matizados, que acoge el llanto del niño gaseado mientras
Auschwitz, en un futuro proclamado, se engalana cantando a perros disfrazados. La Historia es una fuente
inagotable de patrañas y verdades que escribe el vencedor de las contiendas,
mas… en ella, en su trasfondo, está la historia para ser leída, interpretada o,
con algo de paciencia, intuida, razonada.
Ah,
hoy —del 22 al 26—, me siento “cosa” inerme. Noto que sobran dos hemisferios en
mi mochila muda y quisiera compartirlos con el rocío que cubre las violetas
enterrando sonrisas al pie de las estatuas. En este amorfo día —que derrumba
ese cosmos que conocimos hasta ahora—, construiré para vosotros suspiros y
murallas con un viaducto de mármol plagado de cerezas y destilaré horizontes a
la sombra del pulgar. Ubicaré el epicentro en la córnea del búho y cercenaré
las sombras congregadas para evitar contagios. Penetraré en el misterio del
agua cristalina viajando en el tiempo a la dimensión benigna y engendraré un
bosque sin límites ni costas. Seré montaña hueca cobijando vuestro cuerpo.
Quebrantaré las leyes que rigen los universos y del delicioso légamo de
robustos vientres, nacerán las bases de futuros archipiélagos. Regresaré al espacio
donde reposan los pies del hermano, con sólo dos o tres frases como faroles danzantes.
Ah, los niños desprendidos de mi retina son de metal y sus voces perturban el sueño
del unicornio. No busco conflictos ni teorías de astrónomo, resbala mi lágrima tendiendo
las manos, quiero sembrar en tus rodillas tulipanes blancos y sentar a tu mesa de
lamentos mi lobo amarillo. Tal vez así la claridad ablande tu cutis de piedra y
renazca la obediencia en el cristal oscuro. Soy, confieso, velamen neutro
cubierto de rasguños, amiga del viento, del mar y de la cuna regia. Traigo
compromisos en las yemas de mis muros que claman en la penumbra del frío
cósmico. Sólo pido, antes de desaparecer en el espejo de la memoria, que no
tiemble la mano que acaricia el otoño y que la novena estirpe proteja sus
fronteras cuando el señor de la codicia suelte sus jaurías.
DON
FERNANDO.
Miro
de nuevo hacia atrás, soy el eterno príncipe roto, consorte imaginado,
encadenada prosa de la Historia ; yo soy el rey
Fernando, unificador de la tela de araña. Alejo sombras de otras vidas
presentes, pasadas, futuras, desatomizo el alma, recompongo el cuerpo y
programo una mano que acopla en su interior la espada portadora de palabras. Hundo
el magín en el olvido y planto lilas en la frente del dinosaurio para aliviar
la sed de las pateras grabadas en el ojo del patético inmigrante. ¡Carpe diem,
hermanos de la triste sonrisa, perdidos en la resaca de la mirada africana! No
seré yo el que os tienda la mano en el presente pero bien que me gustaría
hacerlo en el pasado. Ah, el bien más preciado es la vida aunque para algunos
signifique un ensayo para la tortura. Cuesta mirar la luz habiendo tanta
sombra, entorpece el vuelo de la grácil golondrina, el hombre dormido cruza la
lluvia… un perro ciego sacude el paraguas en busca de alimento. ¡Voto a tal!,
este sol insolente me está volviendo loco. Prosigo: Asomado a los silencios
castellanos dibujados con carbón, perdido entre la bruma, el destino y la vorágine,
degollando círculos que llevan a las colinas, vivo la muerte del río, soy agua que
se sume en el lamento. Refugiado en la ribera vuelvo a los orígenes, nazco
montaña sin voz y mis pies, aferrados al cieno del pasado, hunden sus raíces en
los muros del inicio buscando a su Creador en la cercana hierba que jamás
vislumbro. Solo sombras besan mis labios de tierra y nadie responde en la
cumbre celeste.
DOÑA
ISABEL.
Los
seres del abismo golpean inquietos los cerrados cajones de mi cerebro. Ya soy Isabel,
reina toda, sin fisuras ni altibajos. Nadie, nunca, conseguirá tener un verso
mío. Jamás revelaré en palabras lo oscuro de mi sangre, mis ansias, ni mi alma.
Arrancaré jirones al tiempo vivido hasta que el Señor me lleve a hermanar mi
nacimiento con el de mis ancestros. No buscaré el final que me tienen reservado
los dioses aunque me sé heredera de la cábala. Ni, como decía Horacio, me
dedicaré a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios intentando
imitar la ansiedad de los signos. No dejaré que el tiempo me quite tiempo ni
responderé al guiño malicioso de los infiernos. Daré paso a la ensoñación
primaria con que se amamantó mi pecho y cantaré al alba, pero a solas. Del
tumultuoso caos que latiga el inconsciente, brotará un lienzo de conquistas sin
sentido, entrelazando pendones y paisajes momentáneos con axabebas moriscas y
jasjas deshilachadas, producto del pánico y la barbarie de los que soy devota.
Mi bitácora íntima penetrará la remota estrella buscando a Ulises en la galaxia
ignota de su soñada Itaca enmohecida. Del volcán rugiente de mis guerras
externas extraeré los pétalos con que construiré la fecunda espada de la
fantasía individual que me es negada y recrearé un jardín con la sonrisa
antigua de mis estigmas, plantando con mis dedos inviolados lirios azules, con
mi boca la rosa de los vientos, cubriendo de abejas el jazmín de mi pelo
ruboroso y, por último, rociaré con dulces gotas de rocío mi labio,
humedeciendo el sórdido talle donde está inscripta la brutal runa de mis otrora
contenidas lágrimas.
EL
ZAGAL.
Ah,
sino adverso. Me esquivas sin que pueda llamarme a engaño. Los hados y las
musas se han volatilizado. La cigüeña ya no anida en el campanario donde plantó
el profeta su plegaria primera. Llega un tiempo harto proclamado, las máscaras
van cayendo, una tras otra, y aflora la realidad de la montaña de arena,
yacente en el regazo de la mujer lapidada. El sol declina en vertical sobre el
horizonte ajado y una lágrima de plomo derrite la escarcha golpeando las rocas
de los acantilados. Queriendo escapar del inapelable destino, las cigarras
acallan su canto nocturno y el silencio penetra en el laberinto del sueño.
Seguimos dando bocados al sentido originario del verbo. Hoy, para salvar lo
poco que resta de mi orgullo, rendiré mi alcazaba, mi honor, mi gloria y mi fama.
Triste final me aguarda. Mejor, rescataré mi sueño: sí, me despierto en las
fauces de un mundo de amapolas, donde el centauro ama dulces sirenas de pechos
salados emergiendo de un bucle del tiempo pasado, entre grillos, saltamontes y
canarios. Hay innumerables caricias, susurradas por árboles danzantes, que
cantan a la imagen del lago de porcelana, gotas de agua persiguiendo al vidrio
tibio en un estanque donde el tiempo acaba y recomienza, allá donde pernoctan
los peces color armadura; mutantes que imitan lo procaz del aluminio. Ah, temo
aproximarse a la orilla del libro de mis siempres y encontrarlo vacío, vilmente
apuñalado por efímeros violines de abecedario.
YAHYA
AL NAYAR.
Soy
el del manto regio, el almeriense andante. Yo soy Cidi al Nayar, infante de
Almería, traidor para los míos, un héroe para el godo; un hombre que se busca
tras un vórtice inconcreto sin terminar de hallarse. Ah, hoy cabalgué con un
relámpago enmascarado, incorporando magia a mis requiebros. Mas no puedo
contenerme, he descubierto la epidermis del oráculo junto a un viejo rapsoda
que templaba su lira peinando la brisa del mar tenebroso. He orado como los
griegos, erguido, he sido columna colosal que alcanza el firmamento, he borrado
los ángulos, serenado la mirada y mi ensueño poético ha superado a la bestia;
soy juglar de la propia inconsistencia que me ata y libera. Ya me sé destino y
por tanto la muerte no aporta nada nuevo a mi pupila. Donde yo habito no hay
negra tiniebla, ni blancas palomas, he echado los cerrojos de mi celda y si
llega mi fin es porque ya no estoy atado a la ilusión de la vida pasajera. La
muerte nada tiene que ver con los vivos ni con los muertos; en la terca
metáfora del Destino del hombre, la figura recreada es él mismo. Carpe diem, me
digo, el destino del hombre es vivir, la verdad es imaginaria, la imaginación
verdadera, la alegría de vivir quita espacio a la destrucción socavando los
templos de la intolerancia y marcando el sendero que reposa en el átomo que
lleva a la cima en que atrapo a los vientos. ¡Carpe diem! —si te dejan.
GENTES
DE ALMERÍA.
Me
refugio en las murallas de la asediada Almería y me hago centenario andalusí
que implora; ya soy el miedo y la prudencia, el fragor de la lava que el volcán
pasional me arroja, soy el vate de una tierra castigada que fue reina, que fue
esclava y que, presiento, será ultrajada hasta los cimientos, sea por el peso
de las armas, sea por razones inconfesables que a nuestra razón escapa. Miro
las ácidas paredes encaladas, penetro su morada convirtiéndome en espejo que
denuncia carencias y mariposas. Brilla el sol pero el frío sacude las baldosas
invocando demonios y plegarias convalecientes, ¿persiguiendo —quizás— herejes a
la luz de la luna? Veo cómo se desploma el halcón herido por la fábula, agitando
sus alas, defendiéndose del tránsito cotidiano. Brota en su frente la sangre de
la ofensa y el maltrecho cuerpo se diluye entre arenales, quedando un anillo de
dorado reflejo flotando en los ladrillos del recuerdo. Llegará ¿llegará?, el
día en que los buques copulen en el ancho delta del gran río y una vez
discutidos, flagelados los efluvios, lamenten la oscuridad del viejo epistolario.
Hurgando
en el presente presiento que ha llegado el crudo invierno. Encopetados gentilhombres
discuten las medidas del acuerdo, muchos maravedíes ruedan de mano en mano,
prebendas y ducados a mansalva, pueblos rindiendo sus plazas al paso de los reyes,
¿un mundo que se acaba? El Zagal por un lado, Isabel y Fernando por otro; el menú
principal está en Granada, lo saben, todos, unos y otros están al tanto; un
festín ya cocinado, listo para ser servido en apenas unas jornadas. Lo de menos
es el pueblo, ni siquiera la tropa, los heridos, los muertos, el cansancio
acumulado. La ciudad es una mancha blanca y parda, su importancia secundaria.
Es política de altura donde el menesteroso nada cuenta, es comparsa, figura
inacabada, presencia insoslayable mas inerme, convidado de piedra en la paz;
figura de relieve y de fácil reemplazo en la guerra, en la batalla. ¿Es esta,
señores, la gran tragicomedia de la vida? Pues… ¡Que siga, que no pare, que
prosiga el espectáculo!
Se
desvanece el efecto del maquillaje en la ciénaga, el aire se pierde en
dirección al desierto buscando la nieve
que desprenden las alcobas. Un mirlo gorjea las sílabas de tu nombre picoteando
la cabeza de vidrio de la dormida botella. La tarántula ensaya su ebria sonrisa
macabra, constelando sin prisas el cambio climático y allá en lontananza un
país enfermo agasaja a fantasmas ofrendando su savia; bestias condenadas a
vagar hasta el alba en berbería, manipulados genes non gratos ocultos en el
arca perdida, plantando pezuñas en la transparente tumba de los elefantes.
¿Está llegando el momento en
que debemos utilizar la mecánica del amor para salvar sus símbolos? A veces
noto que el verso se rebela, tiembla, gime, rehúsa hacerse prosa, escapa al
zodíaco refugiándose al calor del seno de una zagala, allí ablanda el dolor en
la carne transpirada, prefiere vivir encadenado al círculo doméstico recogiendo
el latido de una primavera sin murallas, semiescondida en los tibios muslos de
la inocencia aparente. Es la hora de ahuyentar a las termitas de plástico
disfrazadas de tragaperras sónicas, de las torpes garras de una futura VI
Flota. ¿Confiamos en la
Providencia ? Del estiércol brotan la azucena y la madreselva,
un par de milenios más y gozaremos en la rueda luminosa.
Creo
ver en el fondo de unos ojos y escucho ramas procedentes de bosques lejanos,
¿es el instante en que los niños silencian los hielos maternos? Un mar agitado
escribe leyendas en la sangre y abruma a las aves con humaredas de estrellas. El
chapoteo incesante de vientres desnudos ahoga los ecos pedestres, perforando
los tímpanos secos de faunos agonizantes. El bramido apátrida sacude las telas
metálicas enfrentando hermanos en un jardín de leones, sin más fundamento que
un tenue escorzo de magnesio bruñido con odios circulares danzando en torno a
la evanescente noria, allá en la alcazaba. Ah, tierra mía, pintaré para ti un
cielo bañado de espejos, con tintes sutiles y pinceles de aire salino para no
empañar tu piel de manzana. Modelaré este heredado fuego interno, de bucles
imaginativos, a la sombra de un Cosmos constelado. Ojearé recuerdos vidriosos
de cada fragmento de tiempo, enmarcando la luna con metáforas absortas, rozando
el bacanal de lo superfluo. Musicalizaré, en susurros, los cándidos amores
inventados, cincelando en el verso mil jarchas y moaxajas. Después, levitaré
por la senda luminosa de la paradoja, allá donde jamás se agota el campo de lo
posible, luchando contra el flagelo para encontrar al otro, al semejante, a ti,
a mí; al Todo. Ay, amada, al fin, ¿será ya tarde?, he comprendido que todos los
nombres de ayer, de hoy, de siempre, incluso el de esta fábula llamada
Reconquista… ¡se llaman Esperanza!
La lectura nos introduce en una especie de obra de teatro donde el texto, sumamente móvil, cobra un lirismo tal que los personajes parecen sacados de una fábula poética intemporal donde todo se hace posible. El ritmo es genial. Surrealismo puro basado, más que en la Historia (que también), en la intimidad de sus personajes. Una visión de conjunto moderna y de muy agradable lectura. WPS
ResponderEliminarMuy sugestiva recreación histórica donde las sensaciones y emociones de los protagonistas se traducen en poesía.
ResponderEliminarLo he leído varias veces y lo seguiré leyendo más en estos días. El lenguaje empleado en esta lección de poesía histórica presentada en prosa, es diría que apabullante. Más que surrealista, lo considero como un alarde lírico imaginativo que para mí quisiera.
ResponderEliminarFelicidades con estas lecturas no solo aprendemos es que nos deleita y no estamos acostumbrados a leer entre prosa y poesìa ,sigue que,pocos articulos son como estos .y la verdad vienen muy bièn leer esta clase de lectura.
ResponderEliminareste señor aparte de ignaro es perverso. desconoce la historia de España. Escribe mal y con mucha fantasía árabe. los cuarenta y nueve años de Mahoma son los cuatro palos de la baraja. Por favor no insulte a Isabel la reina madre de España
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