José
Fernández
Periodista
El
recurso fatalista del “tenemos lo que nos merecemos” ha supuesto
tradicionalmente en Almería la espita por la que dejamos supurar la hirviente sensación
de impotencia ante los efectos de una indolencia que queremos disfrazar de
adversidad. Por lo tanto, diremos que si Almería es la única capital de España
que tiene a su ayuntamiento en ruinas desde hace años quizás sea porque Almería
se lo merece.
El pancartismo |
Y
ello no se debe en exclusiva a la desidia de los políticos, sino también porque
a los almerienses se la sopla. Una ciudad en la que se asume con natural
conformidad que su Casa Consistorial lleve años tapada con lonas para que no se
vea la cochambre, no sólo se merece a la clase política que permite que se
maltrate a los símbolos de esa ciudad, sino también a la sociedad que lo
tolera.
Y es
que Almería ha cambiado el músculo social por un panículo adiposo bien nutrido
de silencios estipendiados y giros de cabeza interesados. Que grupos como el
PSOE o IU hayan tildado de “partidista” o de “intento de confrontación” la
pancarta que con el lema “Obra paralizada por la Junta de Andalucía” colocó
el equipo de Gobierno sobre la fachada del Ayuntamiento en ruinas, se entiende bien
adentro del estado pecuario de las coaliciones de intereses en el gobierno de la Junta.
Hay
políticos que son capaces de tragar con la ruina en Almería antes que enfrentarse
a sus señoritos en Sevilla. Pero peor ha sido ver a miembros de la sociedad civil
almeriense en la pirueta del pancartismo equidistante, doliéndose por la “falta
de diálogo entre administraciones” o estableciendo la responsabilidad del
estado ruinoso del principal edificio civil de la capital en “su falta de mantenimiento”.
Una ciudad
que consiente que cosas así estén pasando sin atreverse a levantar la voz y guardando
reverencial respeto a los representantes del poder establecido, probablemente sea
merecedora de esa vergonzante ruina. Y de cualquier otra cosa que nos quieran
hacer.
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