Juan Torrijos
Periodista
Estoy totalmente de acuerdo condoña
Esperanza Pérez (PSOE) cuando le dice a la institución provincial que “tiene la
obligación legal y moral de destinar todos los fondos necesarios y disponibles
para atender a los ayuntamientos”. ¡Bien por la portavoz socialista! Ese debería
ser el camino de los dineros de la Diputación que dirige hoy Gabriel Amat, ayer Usero, Luis Ro, Maresca, Azorín y un largo rosario.
¿Sabe usted qué es lo lamentable, doña
Esperanza? Que ni los suyos ni los de la acera de enfrente han seguido nunca su
consejo. Si lo hubieran hecho lo mismo les estaba cantando otro gallo a muchos
de nuestros pueblos.
Con lo hermosos que son los discursos de
toma de posesión de los presidentes y lo pronto que se olvidan de lo dicho. Se
les llena la boca de pueblo, nos cuentan alguna historia de su villa, si en una
nacieron, nos hacen llorar de tanto como quieren el terruño almeriense, pero se
suben al coche oficial y parecen olvidarse de esos principios que pregonaron en
su discurso y que ahora nos recuerda la señora Pérez.
Es importante, yo diría que necesario,
que de vez en cuando se le recuerde al presidente de la Diputación cual es el
cometido de la institución que preside, y si lo hace alguien de la casa y con
alguna responsabilidad, ¿quién mejor?
Lo que quizás olvida esa voz, hoy puesta
por la portavoz del PSOE, es decirle al señor presidente si es necesario gastar
dinero en ferias, festivales y otras lindezas que nada tienen que ver con las necesidades
de los ayuntamientos pequeños. De todo esto nada se nos dice, ni desde el
gobierno ni desde la oposición.
¿Cuánto dinero gasta Diputación que no
beneficia a los ayuntamientos? No estaría mal que nos lo dijeran. ¿Nos lo dirán?
Me cuesta trabajo creerlo. Nos podíamos asustar ante el dinero que pierden los
ayuntamientos, que no se invierte en las necesidades de sus vecinos, que fue
para lo que se crearon las diputaciones.
Ni con el PP hoy, ni con el PSOE ayer,
la institución ha estado a la altura de la realidad provincial. El político ha
preferido mirar por sus intereses y los de su partido, repartiendo prebendas
entre aquellos que le caían bien o le podían dar votos en su momento. A los
pueblos, un plan provincial anual con una obrilla por aquí, otra por allá.
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