Elpidio
José Silva
Magistrado
del Juzgado de Instrucción número 9 de Madrid y profesor doctor de Derecho
Penal y Criminología de la UCM
El
juez y profesor Elpidio José Silva, tan de actualidad estos días por causas que
todos conocen, ha escrito en su muro de Facebook un comentario que por su interés
reproducimos:
¿Felices
fiestas? En España, ya no podemos desear feliz navidad y un próspero año nuevo
sin una promesa o esperanza de cambio. Me consta que hay tantos españoles y
españolas desmoralizados y hundidos en el fracaso que, a estas alturas, las típicas
felicitaciones y deseos suenan a mofa y ñoñez. Deseo que todos seamos capaces
de comprender lo que nos sucede con fuerza y seguros de un cambio. Espero que
el espanto de nuestra judicatura dormida deje lugar a una Justicia Ciudadana,
donde nos podamos mirar pensando que, al menos, los causantes responderán por
el desastre.
Escribo
estas líneas mientras muchos ciudadanos transitan a duras penas por estas
fiestas, con el desasosiego y la incertidumbre de quienes recorren túneles sin
fin. Curiosa manera tenemos, por cierto, de celebrar que alguien llegó al mundo
en un establo miserable. Nuestra forma de llevar los asuntos, el espectáculo
que ofrecemos al mundo, mostrándonos incapaces de saldar cuentas judiciales con
los corruptos, no saldrá gratis.
La
prima de riesgo de nuestra deuda soberana se encuentra valorada. Pero la prima
de riesgo “por la inseguridad jurídica y la desfachatez de nuestro procesos
judiciales”, sin embargo, se encuentra sin valorar. Pero nadie debe engañarse.
Puede que el riesgo de invertir en una España sin seguridad jurídica, donde los
gestores corporativos no responden de sus desmanes y delitos, se encuentre sin
valorar. Ahora bien, esto no quiere decir que tal prima de riesgo sin valorar
no afecte a las inversiones y al tráfico jurídico en nuestro país.
Como
consecuencia de la imagen que ofrecemos al exterior, nuestro país vale y valdrá
mucho menos. Y, sobre todo, quienes lo compren pagarán menos aún de lo que en
realidad vale. Cuando el dinero limpio de los grandes inversores a nivel
mundial se aproxime a España, o huirá o comprará a precio de saldo. Lo que
hacemos institucionalmente, la patética imagen de nuestro equilibrio de poderes
y de nuestros procesos judiciales, se está traduciendo en una elevada “prima de
riesgo de inseguridad jurídica sin valorar”.
No
existe un Organismo Regulador que traduzca a cifras concretas tal riesgo. Y
esta incertidumbre no lo reducirá sino que, al contrario, lo elevará al nivel
de la desmesura de nuestro desequilibrio institucional. Es decir, incluso
pagaremos más de lo que corresponde. En resumen, nuestro país, nuestras
empresas -hundidas o no-, nuestras entidades financieras, nuestro suelo y, en
fin, nuestra riqueza nacional, en todas sus formas, valdrá en los mercados
muchos menos de lo que, en realidad, corresponde a su precio real.
España
zozobra en la incertidumbre, la inseguridad jurídica, la ineficacia del poder
judicial y la corrupción galopante. Corruptos existen en todos los países de
nuestro entorno. No cabe duda. Pero lo que ya no existe en estos países es una
prima de riesgo de inseguridad jurídica tan elevada, tan limitante. Si alguien
quiere hacer números, puede comenzar por comparar las deudas públicas de Italia
y España. Lo primero que comprobará es que el país transalpino, teniendo una
deuda pública alrededor de veinte puntos por encima de la nuestra, sin embargo,
soporta más o menos la misma prima de riesgo que España, en relación con su
deuda soberana.
Es
decir, España e Italia pagan más o menos lo mismo por pedir prestado, pese a
que la deuda pública italiana es considerablemente superior a la española. Esta
paradoja, este gran diferencial se refleja, en parte, por esa prima de riesgo
sin valorar de inseguridad jurídica que pesa sobre España. ¿Y cual es el coste
de todo esto traducido a realidades?
En
el caso español, por ejemplo, el desmantelamiento progresivo de nuestra sanidad
y educación públicas. Eso nos cuesta, en parte, la imagen que ofrecemos al
exterior, nuestro esperpéntico desequilibrio de poderes. Decenas de miles de
millones de euros. Aproximaciones económicas a parte, la ciudadanía no soporta
que los corruptos no paguen por sus delitos, que los procesos judiciales sean
un circo de confetis, y que se gaste dinero encausándoles para que terminen
absueltos, indultados o en el piadoso limbo de la prescripción.
Y éste
ya no es un coste meramente económico sino moral, de valores, desmoralizante y
de muy hondo calado generacional. La navidad nos evoca el renacimiento, que
desde la miseria más oscura siempre existen sendas de transformación vigorosas
y exultantes. Feliz navidad y próspero año nuevo en este año 2013 español, por
tanto, anuncia que en el 2014 comenzaremos a borrar esta situación indignante.
Costará. Mientras tanto seguiremos pagando, porque nada sale gratis para un país
con nuestra actual imagen. Pero entre todos lo conseguiremos porque, desde
luego, o es entre todos o no será.
Me
siento en deuda con la ciudadanía, con su apoyo, el más sano y espontáneo en
estos tiempos de sinrazón. Estamos comenzando algo nuevo, muy entusiasmante,
tras cuya estela “lo mejor” de las Instituciones y de los políticos seguirá
esta nueva singladura. No quedará otro remedio. Siguiendo este rumbo, nos
hallaremos en un resurgimiento donde podremos desearnos todos feliz navidad.
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