José Manuel Bretones
Periodista
La intranquilidad ciudadana por la posible desaparición de la conexión aérea
Almería-Sevilla es una más. Estamos acostumbrados, en esta tierra, a pelear por
mantener lo que tenemos, de tener que reivindicar que no nos quiten, en lugar
de que nos den. Todas nuestra fuerzas se van en el "que me quede como
estoy" como mal menor, en lugar de luchar por avanzar y conseguir mejoras.
Y eso que aportar, aportamos como el que más al presupuesto común.
Ha pasado
siempre. No ya con el robo de la denominación Costa del Sol, que era nuestra,
sino con multitud de infraestructuras, servicios o vías de comunicación. El
tren del puerto quedó en vía muerta y con él la posibilidad de relanzar unos
muelles que no sólo buques sino, también, perdieron sus paseantes de aquella
ilusión del proyecto Puerto-Ciudad. ¿Y la autovía A-92 que aún no ha llegado al
término municipal de la capital?. O el AVE, cuyas vías trazan su cremallera por
muchos kilómetros de la provincia y, aún, no saben si estarán en servicio para
el 2018, 2019 ó 2020… Menudo pitorreo.
La línea de ferrocarril
Guadix-Almendricos, que unía la comarca del Almanzora con Andalucía y el
Levante español, nos la birlaron tras una Nochevieja de resaca socialista.
Aquel vetusto tren expreso nocturno con Madrid, que cumplía un servicio público
fundamental en las familias con menos recursos, no ha vuelto a arrancar de la
vía uno y los parientes que decían adiós sobre al andén han desaparecido de la
faz de la estación. Una estación, maravillosa, que se cae a pedazos en lugar de
ser disfrutada por todos. A nadie le importa.
Lo dicho; gracias a la inutilidad
de nuestros políticos y, porqué no decirlo, al carácter bonachón y conformista
del almeriense cada contienda que, de tarde en tarde, sale en los periódicos es
por mantener lo que tenemos y no por obtener nuevos servicios, mayores
inversiones. La lista de agravios, si repasamos la prensa de la segunda mitad
del siglo XX, es interminable.
A los ya mencionados podríamos añadir el caso de
El Corte Inglés, el cachondeo del soterramiento o el hospital Materno-Infantil,
en cuyo solar sembrado de migas de hormigón corretean las lagartijas, se pudre la
basura y se mueren de risa los cimientos. Si cada padre o madre que lleva a su
hijo malito a Torrecárdenas le diera un puntapié -virtualmente, claro- en el
culo al responsable de que aquello esté como está, ya tendríamos el hospital
infantil funcionando desde hace años.
Un ilustre delegado de la Junta definió hace años a la
perfección la apatía local: "el almeriense es "asín". Tenía
razón; mientras no le quiten las tapicas y el solecico, todo va bien. Aunque
estemos en la misma pelea social que nuestros antepasados del siglo XIX.
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