José A. Martínez Soler
Presidente de la Junta Rectora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar
Hace
25 años, el Cabo de Gata se salvó de la voracidad del ladrillo al ser declarado Parque
Natural. Los enamorados de este rincón mediterráneo estamos de celebración y de
enhorabuena. Con
motivo del 25 Aniversario de su protección oficial, bajo la coordinación del
director-conservador del Parque, José Manuel Quero, hemos publicado un libro de
“Reflexiones” sobre el Cabo de Gata. Mi contribución a este libro, recién
publicado, ha sido este artículo que, para el archivo de este blog y para los
amigos del Parque, copio y pego a continuación:
Belleza
y cultura: paisajes del alma
El
pálpito del planeta a cielo abierto
Todos
soñamos con encontrar algún día la
Arcadia feliz, aquel paraíso natural del que Adán y Eva
fueron expulsados. Si aquel Edén bíblico hubiera existido contaría, sin duda,
con calas vírgenes, acantilados volcánicos, palmitos, flamencos y luz –¡Ay!, la
luz- como los del Cabo de Gata.
Cala del Cabo |
Crecí
mirando hacia el Cabo, desde los torreones del Cerro San Cristóbal, tan cerca
del Quemadero. De niño, disfruté de sus playas y buceé entre sus
posidonias. De adolescente, coleccioné sus piedras, plantas y bichos y, de la
mano del Hermano Rufino, aprendí que “no se ama lo que no se conoce”. Fue allí
y entonces donde conocí y aprendí a amar la Naturaleza.
El
Cabo de Gata me dejó una huella indeleble en forma de paisajes del alma,
cargados de belleza y de cultura: aromas, colores, luces, veredas, rocas,
sonidos, palmeras, molinos, chumberas, barrancos, pecios, domos, minas, olas de
lava, aljibes, dunas, oasis, senderos, peces, norias, aves, flores, versos …
Aún
hoy, cuando estoy muy lejos de Almería y cargado de estrés, cierro los ojos y
me imagino –como hace más de 25 años- leyendo las Sonatas de Valle Inclán, en
un atardecer rojo espectacular de la
Isleta del Moro, o releyendo el Cántico Espiritual de san
Juan de la Cruz ,
en un amanecer rosáceo y tímido de la bahía de Las Negras.
Hay
experiencias casi místicas que no puedo ni quiero olvidar. Si, como dice Rilke,
“la infancia es la patria del hombre” yo me declaro solemnemente almeriense y
“cabogatero” o “cabogatense” (la verdad es que no se como se dice, pero ya me
entienden).
Hace
apenas dos años que tengo el privilegio de presidir el mejor “parlamento de la Naturaleza ” que pueda
imaginar un almeriense: la
Junta Rectora del Parque Natural Marítimo Terrestre Cabo de
Gata-Níjar, que ahora cumple un cuarto de siglo. ¿Quién me manda a mi,
estando tan cerca de la jubilación, meterme en este lío?
Ahora
que el director-conservador nos invita a reflexionar aquí sobre las Bodas de
Plata del Parque, debo reconocer que la primera razón por la que acepté esta
carga del Gobierno de Andalucía fue por amor. Le dije al Consejero de Medio
Ambiente: “Desde niño, soy un enamorado del Cabo de Gata y, si me pides que me
case con este Parque Natural, voy corriendo a la capilla”.
La
segunda razón fue por gratitud. Desde que emigré de Almería, en busca de
conocimientos, amores y fortuna, me siento en deuda con mi tierra. Este
nombramiento me daba la oportunidad devolver a los almerienses una parte, por pequeña
que sea, de esa deuda. Por eso, lo hago con gusto, incluso con emoción.
¿Y qué es lo hemos hecho en este cuarto de siglo? Por mi parte, seguir el
rumbo de mis predecesores, en especial del anterior presidente, Andrés Sánchez
Picón.
Desde
el primer día, mi programa tiene tres pilares: Belleza, Cultura y
Participación. Estoy convencido de que la mejora de la realidad y de la imagen
pública del Parque Natural es uno de sus más eficaces escudos protectores. Y a
eso nos hemos dedicado principalmente hasta ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario