José
Fernández
Periodista
Aún
siendo conscientes de que hay ingenieros y enfebrecidos portavoces capaces de
argumentar sus beneficios, soy de los que no alcanzan a ver las ventajas que
para la ciudad de Almería pueda tener la vuelta de los trenes de mineral al puerto.
Son las cifras, idiota. Ah, las cifras.
Pero
no quiero entrar en el debate numérico, sino en la simple formulación de un
recuerdo colectivo. ¿De verdad es bueno para Almería capital que su céntrico
puerto sea otra vez punto de embarque de mineral de hierro, igual que en el
siglo pasado? ¿Qué ventajas colectivas (excluyendo la imperiosa necesidad de la Autoridad Portuaria
de presentar un reporte decente de actividad) puede suponer tener un convoy de
mineral a diario en el mismo centro de Almería?
Lo
digo porque acabo de leer en la prensa que una empresa minera de Granada “se ha
cansado de esperar” una respuesta del Ayuntamiento de la capital y que optará
por embarcar lodos por el puerto industrial de Carboneras. Bueno, pues muy
bien. No me digan que no tiene gracia querer incluir el trasiego de polvos y
lodos de mineral en el doliente capítulo de las oportunidades perdidas de
Almería.
¿Se
imaginan a cientos de familias almerienses peregrinando al puerto de
Carboneras, a los sones de “Soy minero”, para fotografiarse ante las
operaciones de carga y descarga?
Por
otra parte, no sé de qué pueden haberse cansado estos empresarios, porque había
más posibilidades de encontrar una respuesta de crecimiento capilar en los
batracios que en la aquiescencia del Ayuntamiento en semejante proyecto, más
que nada porque el propio alcalde Luis Rogelio ya ha dicho en más de una
ocasión que no es especialmente partidario de que vuelvan a circular trenes de
mineral por el casco urbano.
Pero
está visto que hay muchos que sólo quieren el sonido de su propia taranta.
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