La política de la repetición


Carola Rodríguez
Periodista

Entre la lista de consejos que el político italiano Silvio Berlusconi repartía a los candidatos de Forza Italia, además de que cuidaran el aliento y llevaran siempre un pañuelo, se encontraba éste: “Repetid siempre el mismo discurso”. Este magnate milanés convirtió la política en espectáculo y la democracia en un peligroso populismo mediático.

El alcalde y la presidenta
Lejos de Italia y no tan ajena a Berlusconi, Almería se levanta cada mañana con un mensaje claro y simple que corea la derecha local: “La culpa es de la Junta de Andalucía”. Da igual de qué se trate, el PP, conocedor de la desconfianza ciudadana hacia sus gobernantes, presume ante el pueblo de ser el único y justo administrador de la res pública alimentando esta burda teoría de la culpabilidad.

Y lo hacen regidores como el de aquí, con escenas políticas más propias de un vodevil que de una democracia. Nuestro alcalde, que se presenta como el héroe local que lucha contra los poderes del mal, ha anunciado, en plena era de las tecnologías, una misiva a la Junta de Andalucía en la que comunica su ruptura con la administración autonómica por las obras de la Plaza Vieja.

En este caso, la imagen de una arcaica carta postal cuenta más que un discurso político, sobre todo cuándo éste se encuentra vacío de contenido: el alcalde sabe que en la reunión técnica celebrada hace una semana sobre este asunto ya se avanzó en los pormenores de la actuación. Otra cosa es que en la estrategia del PP no se encuentre la política del consenso con la Consejería de Fomento en este caso, que lleva solo año y medio gobernando Izquierda Unida.

Nuestro alcalde, que necesita alimentar su imaginario político con representaciones teatrales como ésta, presume ante su partido y el pueblo de ser él único garante del bien en la ciudad. Para ello utiliza la demagogia mientras que la democracia la vacía de contenido y de atribuciones. Peligroso populismo en el que no solo desprecia a las demás instituciones sino que pretende prescindir de ellas.

Ni la Junta es tan mala ni el alcalde es tan bueno. Lástima que en este siglo XXI, regidores como el nuestro prefieran ser protagonistas de un espectáculo político que roza el culebrón y donde priman más las formas que el contenido, donde el populismo representa el principal instrumento de gobierno y donde la repetición del discurso es su única arma política.

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