Celso Ortiz
Profesor de la UAL
Anda el patio revuelto. Observo a la clase política que tenemos más cerca, y tal
parece que se les ha subido la bilirrubina. Algo tan natural como que un partido
que ejerce la oposición presente alegaciones al presupuesto en una Corporación provoca la ira de un diputado del equipo de gobierno del PP de la Diputación de
Almería y responde con insultos, cuando lo propio sería rebatirlas con
argumentos, o aceptarlas si ello fuera beneficioso para la provincia.
Tampoco es
de recibo la respuesta del Grupo Socialista, marchándose del pleno dando un
portazo en lugar de permanecer sentados en el escaño, mantener la calma,
agudizar el ingenio y responder al insulto con fundamentos basados en el
contenido de las propias alegaciones. Eso sería lo que los ciudadanos
quisiéramos ver en el comportamiento de nuestros representantes. Pero nada hay
más lejos. En lugar de utilizar la razón y la mejor voluntad para solucionar los
problemas, que no son pocos, parece que gobiernan con las tripas.
Leo en los
titulares de un periódico unas declaraciones de Gabriel Amat donde dice
textualmente: "Le voy a dar muchos dolores de cabeza a quienes están locos por
que me vaya". Con semejante sentencia refleja este hombre unas intenciones, como
si el fin que persigue en su carrera política no fuera el del servicio público,
sino el de provocar dolores en la cabeza de algunos que, a su vez, celebrarían
su caída con una sarta de cohetes. Y vaya usted a saber en quienes está pensando
el alcalde de Roquetas y presidente de la Diputación con ese desahogo. No sería
extraño que los peores enemigos se hallasen en las propias filas.
Pero en fin,
en cualquiera de los casos, esos amores y desamores son cuitas que se producen
en la trastienda de una clase política ensimismada y cada vez más alejada de una
ciudadanía que sufre y padece sus desatinos. Y para desatino, el rifirrafe que
mantiene el Ayuntamiento de la capital con la Junta de Andalucía a cuenta de las
obras de rehabilitación de la Plaza Vieja.
Sin esquivar la parte de culpa que le
corresponda a la Consejería de Fomento, la reacción del alcalde, cortando por lo
sano, no deja de ser una bravuconada. Renunciar al dinero de la Junta y decir
que el Consistorio asumirá las obras de la segunda fase "a pulmón" resulta
fácil cuando el pulmón de referencia no es el de uno mismo, sino del presupuesto
municipal, alimentado con el dinero del sufrido contribuyente.
(Diario de Almería)
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