José
Fernández
Periodista
Uno
puede entender la necesidad o el interés de la lisonja editorial o la
estrategia de la representación política, pero lo que no termina de comprender bien
es la solemnización de lo obvio. Me explico. Del mismo modo que parecería del
todo idiota que yo anunciara ahora mi firme compromiso de no apedrear a los fieles
que salgan de misa de doce, mi firme repulsa del golpeo a padres con un calcetín
sudado o mi ‘tolerancia cero’ con la deglución de excrementos, resultan igual
de pintorescas las recientes declaraciones del consejero de Turismo y Comercio,
Rafael Rodríguez (IU), asegurando que la Junta quiere colaborar para que siga el vuelo
Almería-Sevilla “pero sin cometer ilegalidades”.
Rafael Rodríguez |
!Santo
varón el señor consejero! Se me quita un peso de encima. !Todo un consejero de la Junta de Andalucía
subrayando públicamente que quieren hacer una cosa sin vulnerar la ley!
No
se trata ahora de hacer un análisis político de semejante afirmación, sino de
acercarnos a las perspectivas psicológicas que supone incidir y destacar expresamente
algo (no delinquir) que en teoría debe venir tan de serie en el responsable público
como el aire acondicionado en los coches.
Del
mismo modo que no se espera de ningún masterchef su compromiso a no envenenar a la
gente, ver a un consejero de la Junta
asegurando que no tiene propósitos de cometer ilegalidades hace que se disparen
todas las alarmas, pues ese señalamiento inconsciente podría explicarse fácilmente
en la proximidad y conocimiento de acciones cuando menos cuestionables.
Pero
no sé de qué hay que extrañarse: la propia presidenta de la Junta , Susana Díaz, acaba de
anunciar solemnemente que no consentirá la especulación. Hala, pues yo tampoco
consiento las faltas de ortografía. Apláudanme.
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