Antonio García Vargas
Profesor de Métrica
De
nuevo celebramos nuestro «Día» quedando pendientes tantas cosas por resolver -casi las mismas que hace siglos-, en ese intento siempre frustrado de
reconciliarnos con nosotros mismos. Se optó, no hace mucho, por reformar (o
deformar) la Constitución
por la simple razón de que lo hacían otros. Siempre a remolque, sin apenas
ideas salvo el relumbrón eventual, con una clase política que no acaba de
encontrar caminos, siempre empeñada en determinar quién la tiene más
desarrollada, pero sin entrar en el meollo de nuestras carencias; ni siquiera
en el de resaltar nuestras bondades, que son muchas y de relieve.
Escudo de Andalucía |
Nuestro
pueblo ha perdido al parecer su sabiduría de siglos. Nuestros representantes
han olvidado a qué y a quién se deben. Se torpedean iniciativas de futuro,
perdiendo trenes a troche y moche. Viejos mundos se rompen y un raro
viento defenestra voluntades al tiempo que nuevas caras aparecen por el
horizonte, mostrando rasgos que no nos son del todo desconocidos y que otrora
sembraron de luciérnagas nuestra tierra. Actores sin papel se erigen en
protagonistas de obras condenadas al fracaso mientras el soplo de la
experiencia lucha por hacer asomar al ojo una lágrima que se rebela. Andalucía
no puede por menos que lamentar su desconsuelo en coplillas, fandangos, ágavas
y amoraimas, para no caer en la tentación de abrir la reja que sujeta al tigre
dormido.
Signo
de copla, castañuela, poderío; ¡bruja Andalucía! Somos un pueblo pacífico, /
soñador filosófico de la nada y del todo, / amos y sumisos en el amor a la
tierra, / dominados-dominantes ante el invasor. / Dueños y señores del secreto
de la poesía planetaria./ Pobre de aquél que desconozca los códigos / y rompa
las selladas puertas / donde el cordero es lince y la azucena cante / que en la
imaginería calé se derrama. Suspiro andaluz hecho amoraima; / un coro de
voces / palmeo y arrullos / sones del alma.Andalucía; ah, mi Andalucía: ocho
luceros, ¡ocho!, dormitando al sol de tus montes y playas. Ocho ágavas
refrescando las memorias del mar de tierra y agua que nos ciñe; que nos provoca
con sus besos de espuma y verso. Ocho provincias y una guitarra; noche flamenca
/ cielo andalusí. ¡la luna canta! Andalucía, cicatriz ondulante, duende y
bulería: Almería, lágrima de luz escanciada en noches de luna fértil. Granada,
sonrisa verde persiguiendo vírgenes en tus ocasos. Málaga, parpadeo de sol,
contraste simbiótico con la pupila. Jaén, llanto de olivas, vuelo de
golondrinas encadenadas. Córdoba, tarde moruna, diálogo permanente con tus
ancestros. Sevilla, poema virginal, concubina preñada de risa y coplas. Huelva,
lecho de amor donde besan tus brisas vientos y mares. Cádiz, gota de rocío
suspendida del trazo de tus playas.
¡Déjame
que te cante en verso, mi amor! ¿No eres, Andalucía, galope de mi sangre, respirando?
Dime, bella flor, tú, tan hermosa, ¿en qué agua, verso / prosa, nube, bebes?; ¡dímelo,
rosa! Eres como esa eterna mujer de caliza vulva espejeante tendida al borde
del sendero: ¡Penetrado surco de la historia! Criatura milenaria, llena de
exilios, piedra olivar, lagartijas y sabor a molusco; a mar. Memoria viva
anclada al nudo del tiempo.
Ah,
el gesto veloz de tu aire de vino seco se escurre entre las piedras de caminos, promesas,
parras, verbos y culebras. Vieja puta, coqueta, de posaderas abiertas a la
penetración de nadie; fertilizada in vitro por el saber antiguo. Tu cuerpo es
un bosque cultural sellado donde las ansias de conquista perecen. Hay una
costra muda recubriendo tus tierras, vigilada por el antiguo lagarto
superviviente. Tu verdad está ahí, al alcance de los sentidos, fluyendo, hasta
el agobio, quebrándose al sol; escurridiza
silueta aspirando caracolas entre bullir de burbujas y cangrejos de roca.
En
la noche constelada se dibujan suspiros de sombras vegetales en tu alma de
copla. En
ti, con letras arábigas, aún se escriben epigramas en hojas de morera. Supiste
resistir la polinización mitológica del bárbaro en un “Non serviam” que emanaba
de tus ntrañas. Tu ojo vio el comienzo del mundo desde la orilla del mar.
Tierra sabia como pocas, has hecho de tu siesta en paz, en un mundo de mentes
basálticas, la mayor de tus conquistas. En tu corteza infinita, -sin pinturas
de guerra-, reside tu plenitud.
Ah,
mi Andalucía, noto que desfallezco en el tacto de tu noche feneciendo cual flor
en el ocaso, se desnudan las musas y el Parnaso muta abriendo su ojal cual
lindo broche. Sueño un verde desierto de palmeras, la boca sensual de una
muchacha, mas… ¿dónde vas chaval con esta facha? ¡No me vengas a mí con
peteneras! Ah, mi amor, lozana y bella mater abadesa, étimon enterrado en
la espesura, un hálhal transparenta tu hermosura, soberana de miel en su
calesa, con sus ocho luceros, ocho, bordando la corona de tu frente:
Almería y su sol fosforescente, Granada verderío lujuriante, Málaga y
su gemido desafiante, Jaén verde olivar resplandeciente.
Córdoba sarracena, poderío, Huelva sueño de brisa enamorada,
Cádiz hermosa hurí desmelenada… y Sevilla, ¿Sevilla? ¡Sí,
Sevilla!, pujante y tierna, encanto y poderío, por designio divino maravilla
preñada por las aguas de su río.
A 28 de febrero de 2014 en el milenio del reino de Almería.
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