Los Goya y Almería

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Por curiosidad, asomé por la entrega de los Goya. Nada que añadir a los pestiños de ediciones anteriores. Pero mi asombro me asalta al leer la prensa local a la mañana siguiente: “Gran éxito de Almería en los Premios Goya”. Me froto los ojos; vuelvo a leer, y concluyo que esta película no la he visto. Trato de entender qué proceso de correlación actúa en la ausencia de premio a almeriense alguno como para lanzar semejantes titulares. La solución radica en el método científico hipótesis-tesis, llevado a la máxima expresión por el rumbero Peret: “El gato caza ratones; el ratón se come el queso; el queso lo da la vaca; la vaca tiene dos cuernos… ¡Ay, ay, lo mato! (…) por llamarme gato lo voy a matar”. Y así, si un cartagenero viaja para conocer a Lennon, discurriendo por paisajes agresivamente agrestes y personajes ofensivamente legañosos ¡ya lo tienes! Almería obtiene un gran éxito en los Goya por la exhibición de un recorrido deleznable.

Foto: labutaca.net
Hace años dejé de ver cine español por la escabrosa reiteración de esquemas zafios. Salvo contadísimas ocasiones, el cine español es un compendio de enquistados complejos ideológicos que tienen su fundamento en la reafirmación del guerracivilismo, anticlericarismo, homosexualidad histriónica, sexo pornográfico, surrealismo enfermizo… Los aspectos artísticos: interpretación, adaptación, realización… dejan mucho que desear, pero no tanto como el sonido: las películas españolas no se entienden. Así como suena. Es imposible entender esos diálogos susurrados, atropellados, mal entonados, pésimamente vocalizados y sobrepuestos a efectos distorsionantes. Lo mejor del cine español es su impresionante plantel de actores de doblaje que han logrado la gloria del cine norteamericano con impecables doblajes. Sólo basta escuchar frases sueltas (abogadoooo, volveré, Yipi ka yei hijo de puta…) para ensamblar sonido, personaje y la película en cuestión. El sonido, pésimo en el cine español, ha dejado huella cuando se realizan cintas cuidadas en este menester; de ahí que se recuerde de “Airbag” la frase “hondonadas de ostias” como lo más brillante de su extenso metraje.

El cine español es tocapelotas, pero no a niveles de Oliver Stone. Para criticar al poder en sus excesos hay que ser riguroso en las pruebas irrefutables y que la obstinación obsesiva no supere los límites de la realidad. Por desgracia, algunos “ideólogos” del cine español exhiben su obsesión como un nuevo género cinematográfico que resulta muy previsible y disuasorio.

El realizador Mariano Barroso, en su mitin de los Goya, recibió un cerrado aplauso por su afirmación “si el ministro de Defensa no asiste al desfile del Día de las Fuerzas Armadas, al día siguiente sería despedido”. Este aplauso define la catadura de ese folklore glamuroso que confunde la presencia del ministro de Cultura a un acto sectorial de la industria con la representación de una institución del Estado encarnada en las Fuerzas Armadas. Por cierto, ¿qué ministro americano acude a los Oscar?

El cine español no forma parte de las instituciones esenciales del Estado. El cine es una industria, subvencionada, que no convencerá por admoniciones, carteles, pancartas, chapitas y desaires. Se arrogan la importancia impostada de la interpretación y les supera la inmerecida fama de su mediocridad. Y esta película ya la hemos visto.

2 comentarios:

  1. ¿Esta tan seguro que ningun ministro americano asiste a los oscar? ni ninguna presencia política?

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  2. Antonio Felipe Rubio cada día más infumable.

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