Pedro
M. de la Cruz
Director
de La Voz de
Almería
La
elección desde Madrid de Juan Manuel Moreno para presidir a partir del 2 de
marzo el PP andaluz pone fin a una cadena de despropósitos en los que ha
quedado demostrado
que
la táctica del partido, desde la dimisión de Arenas, ha sido la confusión, y la
estrategia, la acumulación de confusiones. Toda situación es manifiestamente
empeorable, pero superar la torpeza del PP andaluz en los últimos meses se
antoja imposible: nunca tan pocos lo hicieron tan mal.
Sevilla no va a asumir que un malagueño
presida el partido. Con la decisión de Rajoy se pone fin al capítulo de
intrigas internas y a la desorientación en la que estaba sumido el partido,
pero el relato de tanto error todavía no se ha consumido. Sevilla no va a asumir
de forma sincera que un malagueño presida el partido; y si no, al tiempo.
¿Por
que ha sido el malagueño Moreno el elegido por Rajoy y no el sevillano Sanz, cuando
este último contaba con el apoyo de Dolores de Cospedal y Juan Ignacio Zoido?
La
lectura de lo ocurrido no podría entenderse sin tener en cuenta lo ocurrido en
el congreso nacional de Valencia de 2008 y el papel de cirineo que en aquellos
días tuvo JavierArenas, ayudando a Rajoy en un calvario tan amargo para el
ahora presidente como fueron aquellos días.
Aquella tarde de aquel sábado de pasión.
En la tarde de aquel sábado de pasión en que Aznar se comportó premeditadamente
desdeñoso con Rajoy –saludó a toda la mesa que presidía el congreso con un
abrazo; a todos menos a Rajoy, al que dio una despectiva palmada en el hombro-,
y en la que los halcones comandados por Esperanza Aguirre exhibieron la sombra
amenazante de una candidatura alternativa liderada por ella, Arenas y, por tanto
el PP andaluz, fueron decisivos para que la amenaza no se consumara.
Esta
actitud nunca se le olvidará a Rajoy y es desde esa lealtad de entonces desde
la que se puede comprender que el presidente del Gobierno se haya decantado por
la opción de Arenas en detrimento de la de Cospedal y Zoido.
El detalle. En Granada, hace dos años y
en el congreso que eligió a Zoido presidente, fue Simón, no el de Cirene, sino
Ruiz, el redactor jefe de La Voz ,
el que captó un detalle nada inocente que ponía al descubierto que el
desencuentro entre Arenas y Cospedal venía de lejos y llegaría aún más lejos,
tanto que ha propiciado el desfiladero lleno de trampas por el que ha caminado
la elección del próximo presidente regional.
Caminaba
el periodista de La Voz
por los pasillos del Palacio de Congresos granadino cuando en una de las
escaleras que comunicaban la planta baja con la primera observó cómo Arenas y
Cospedal se encontraban. Un fotógrafo oficial recogió la estampa desde todos
los ángulos. Fue un ejercicio periodístico sin trascendencia (que dos líderes
coincidan en una escalera y se saluden no aporta nada más allá que un recurso
gráfico del que la mayoría de las veces ni se utiliza).
Cospedal, de frente, y Arenas, de espalda.
Lo sorprendente ocurrió tras continuar cada uno su camino. A los pocos minutos,
Simón recibió en su portátil una galería de fotos del encuentro y observó que
en todas las imágenes enviadas a los medios por el fotógrafo de la secretaria general
a lo largo de ese día –en todas y en cualquier escenario- siempre aparecía
Cospedal de frente y Arenas de espaldas o en segundo plano.
En
política nada es inocente: quien había hecho la selección quería dar el mensaje
de que una llegaba y otro se iba. La elección de Moreno revela que el que se
iba nunca se fue; y nunca se ha ido y nunca se irá del todo: ni del poder
madrileño ni del poder andaluz.
Primero, José Antonio Nieto. Esta
permanencia ha llegado a incomodar tanto a la secretaria general que en los últimos
meses ha intentado tres veces imponer a uno de sus dos candidatos a presidir el
PP andaluz. Primero fue José Antonio Nieto, alcalde de Córdoba, y lo intentó en
el transcurso de la intermunicipal celebrada en esta ciudad en otoño pasado.
No
lo consiguió y después lo ha intentado dos veces más con el todavía secretario
general, Jose Luis Sanz. La bola de estrategias tejida con Zoido, el presidente
saliente, salió fuera por la voluntad del árbitro Rajoy y el elegido fue un
malagueño, nieto de jornaleros, hijo de emigrantes y que ha realizado su carrera
política a la sombra de Arenas.
El partido era para Cospedal o para Arenas.
Por poco (o por mucho: Soraya Sáenz de Santamaría ha sido determinante, como en
todas las decisiones, en la opción de Rajoy por Moreno), el político andaluz
ganó el punto, el set y el partido. Porque lo que estaba en juego durante estos
últimos meses es quién se quedaba con el partido en Andalucía: o un hombre de
Cospedal o un hombre (o mujer) de Arenas.
En
política la fidelidad nunca es un valor. Solo la adhesión inquebrantable tiene
recompensa… mientras es útil. Pero a veces hay excepciones. Y es en esas
excepciones que confirman la regla generalizada del olvido, cuando no de la traición,
en la que puede encontrarse la clave de por qué Rajoy optó para que fuese un hombre
de Arenas el que liderara el partido en Andalucía.
Rato,
Acebes, Zaplana, Mayor Oreja. Con la pulcritud minuciosa de un cirujano Rajoy ha
ido extirpando todo el poder aznarista. Del círculo de poder que rodeó al expresidentes
durante tantos años solo Arenas permanece. En el espacio tribal de la política,
a veces, pero solo a veces, la lealtad tiene recompensa.
(Publicado en la edición de papel de La Voz de Almería. Autorizada su reproducción).
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