Isabel Morillo
Jefa de Andalucía de El Correo de Andalucía
Si hay un partido acostumbrado a resolver sin estridencias y con
férrea disciplina interna sus procesos internos, ése es el Partido
Popular. Hasta ahora. La designación del futuro presidente del partido
en Andalucía y sucesor de Juan Ignacio Zoido está dejando al
descubierto todas las vendettas internas. Los más veteranos lo habían advertido:
convocar el congreso de la sucesión sin señalar a un candidato no solo es
«inédito» sino una «torpeza». Sobre todo, en el PP en el que Manuel Fraga señaló
con el dedo a José María Aznar y éste hizo lo mismo con Mariano Rajoy tras
consultarlo a solas con su antológico cuaderno azul.
Aguirre y Arenas |
Andalucía se ha convertido en rehén y víctima de las luchas internas
del partido. El miércoles Zoido, después de un año pidiendo el relevo,
se despidió con una llamada a la unidad y a que cesen las injerencias. El pulso
interno librado entre la secretaria general, María Dolores de Cospedal,
y el histórico Javier Arenas –que demuestra que está más vivo
políticamente de lo que muchos habían hecho creer– han impedido lo que Zoido
quería: irse con todo amarrado y un presidente in péctore, José Luis
Sanz.
Esta situación anómala ha abierto la veda y atraído a la pugna de Andalucía a
las voces más críticas. Ayer quien no se midió lo más mínimo fue
Esperanza Aguirre, a quienes muchos consideran ya uno de los
versos sueltos del partido. Aguirre metió el dedo en el ojo a sus compañeros.
Durante una entrevista con Jiménez Losantos en Esradio, pidió que el PP
democratice la elección de sus líderes. En relación a Andalucía,
arremetió contra Cospedal y Arenas, a quienes acusó de «mangonear» para
controlar el proceso sucesorio. «Ya está bien de dedo divino. Lo que tiene que
suceder en Andalucía es permitir que opinen los militantes», sostuvo durante la
entrevista. Según la expresidenta de la comunidad de Madrid es un error que
Cospedal trate de imponer al actual secretario general, José Luis Sanz, como su
candidato. Sus palabras fueron más duras contra Arenas, viejo enemigo. Del
vicesecretario del partido, que ha ejercido durante décadas un hiperliderazgo
andaluz, concluyó que «tiene el recuerdo de los congresos de la UCD».
Mientras que otros partidos como el PSOE tratan, con más o menos éxito y no
sin tejemanejes y batallas internas, de abrirse a las primarias para
elegir a sus principales líderes y candidatos en las urnas, el PP está todavía
muy lejos de copiar esta fórmula abierta. Aguirre pidió ayer que sean
los militantes quienes elijan. Como ejemplo puso en el PP puso a dos de sus
barones, José Antonio Bauzá, presidente de Baleares, o a
Alberto Núñez Feijóo, que preside Galicia, porque «no temen la
democracia en los partidos». «¿A una militancia tan baqueteada no le vamos a dar
el derecho a votar al líder que prefieran?», señaló. A raíz de sus palabras,
fueron muchos –también desde el PP andaluz– quienes pidieron a Aguirre que se
aplique sus propias recetas. Tras su marcha de la comunidad de Madrid ella jamás
puso en marcha mecanismos abiertos para elegir a su sucesor y designó
directamente a dedo a Ignacio González.
Las reflexiones de Aguirre tuvieron rápida respuesta en la cuenta oficial en
Twitter del PP de Andalucía. La expresidenta de Madrid dejaba este recado en
forma de tuit: «La militancia es quien debe elegir al candidato que cree
que pueda conseguir más votos. Ya está bien de tanto dedo divino». Los
populares andaluces le replicaron: «Los compromisarios en #14CongresoPP-A
elegirán libre y democráticamente al Presidente del PP-A que logrará el cambio
en Andalucía». Las puyas internas llegaron así a la red.
Por más que el partido niegue que haya pulsos internos en la designación del
futuro líder de los populares andaluces, ganan las evidencias. El miércoles,
después de más de un año con Zoido en lista de espera y Génova dando largas a su
deseo de dedicarse de lleno a la alcaldía de Sevilla, Cospedal debutó en
la Junta Directiva regional del partido para anunciar que el próximo
cónclave de la sucesión se celebrará los días 1 y 2 de marzo. La orden fue no
señalar ningún nombre. No eran esos los planes. El presidente del PP andaluz
pensaba cenar un día antes con los líderes provinciales para dar por hecho que
sería Sanz quien tomará las riendas. Esa cena fue desconvocada y sustituida por
un almuerzo con Cospedal como protagonista en el que se evitó poner nombres
sobre la mesa.
La teoría más extendida es que Rajoy había mandado frenar
por segunda vez –ya lo hizo a finales de noviembre– la designación de
Sanz. Las dudas que genera el actual número dos y alcalde de Tomares
(Sevilla) pueden tener que ver con el hecho de que su ayuntamiento esté siendo
investigado por la justicia por una supuesta trama de contratos falsos. Tres de
sus ediles están imputados. Otros aseguran que no es el candidato idóneo
para medirse a la socialista Susana Díaz y recuerdan que no tiene
escaño en el Parlamento andaluz. Todo esto puede ser verdad pero en el fondo hay
un pulso de poder, que viene ya de antiguo, entre Arenas y Cospedal. El
expresidente del PP andaluz habría maniobrado para colocar a alguien de su
confianza como número dos del futuro organigrama. Muchos señalan a Carmen
Crespo. Esto le permitiría seguir conservando su influencia.
El PP de
Málaga, molesto con el hecho de que el PP de Sevilla –el que cosecha
históricamente los peores resultados electorales– acapare el poder,
rechaza a Sanz. Tampoco lo avala el PP de Cádiz, con Antonio Sanz,
históricamente mano derecha de Arenas, al frente. Ayer la presidenta del comité
organizador del congreso de marzo, Carolina España, criticó las «intoxicaciones»
desde el exterior que apuntan a un «dedazo». El proceso es «absolutamente
abierto, democrático, transparente y participativo», defendió. Cualquiera con 90
avales y el apoyo de al menos del 20% de los compromisarios (315) podría optar a
la presidencia. Al PP ese escenario, no previsto de momento, le horroriza.
Esperan el dedo de Rajoy. «El consenso es siempre importante», remachó
España.
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