¿Se nos murió el amor?

Antonio García Vargas
Profesor de Formas Métricas Clásicas y Contemporáneas

En el Día del Amor, si Cupido no acierta, los amantes se oxidan ante la larga espera. Los humanos lapidan músicas y paisajes en un ir y venir de greguerías que apenas si conduce a parte alguna. Almería es un molde, amalgama de inciertas pesadumbres y goces; y también de dormidos romances, moaxajas y sonar de axabebas, que esperan de esa voz que despierta los sueños, el grito que les diga: ¡Levántate y anda!

Catorce de febrero…

Equivocó la flecha su limpia trayectoria cayendo en un baldío de yertos corazones. Se desplomó del ojo la pestaña marchita. Cayeron las alondras de pluma blanquinegra, una a una, en silencio, hasta alfombrar la tierra con su angustiado trino. En un lugar sin nombre se marchitó la flor, el pálpito partió el corazón herido, perdida su inocencia la rosa se hizo espina. Hay mucho plástico guay en las avenidas…

Ya no brota el caudal en las fuentes antiguas que del alma emanaban. Murió la nota aquella que mecía la cuna, el arrullo del pájaro cesó ya en la mañana. Solo escuchamos voces metálicas, muñecos parlantes que estrangulan la lágrima hasta helar la pestaña, muñequitas de plástico que sonríen y alguna que otra bala o pelota de goma —desgarradora rémora de un pasado de azul— que se escapa y te toca; febrero es una burla de intereses diversos que en el amor se instala descompensando el ánima.

No existe la promesa del «te quiero» en el labio, ni la mano en el seno, ni el vientre que se agita, ni el parpadeo del alba que en los cuerpos provoca apasionadas prisas. Se acallaron las musas en la nave del tiempo, el vate silabea  unos versos gastados que apenas tienen vida; en la tumba de Homero se agita el viejo hexámetro en su dáctilo esquema.

El catorceavo día de algún mes de febrero, San Valentín fallece en la gran superficie de un sueño artificial, asfixiado por una sociedad de escaso peso atómico; su mensaje amoroso no tiene fundamento sin un destinatario. El amor se despeña, no encuentra el asidero; Cupido es mera farsa. En el carcaj la flecha, se inmola desgarrada, en la delgada nota de un lamento. En un email ambiguo, correo indeseado, escrito en letra doce con Times New Roman, resaltado en negrita, leemos la noticia: «en un claro de luna de algún herido espejo… ¡se suicidó el romance”!

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