Evaristo Martínez
Periodista
Tras
el claustrofóbico desencanto que resonaba en el cuarto de baño y en los cuerpos
desnudos de José Sacristán y María Valverde en ‘Madrid, 1987’ , David Trueba ha puesto
rumbo al sur (este) en busca de espacios abiertos (los de una bellísima, brutal
Almería) y personajes soñadores en ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’. No
por casualidad la primera versión del guión que firma el propio Trueba se llamó
‘Almería, 1966’ ,
como si este su quinto largometraje fuera un prólogo esperanzado de aquél: antes del sentimiento de
derrota tras la conquista de la libertad, hubo un tiempo donde todo estaba por
derruir y reconstruir, parece querer decir el cineasta madrileño con este
díptico.
Levemente
inspirado en un hecho real (el viaje de un profesor de inglés desde Cartagena a
Almería para conocer a John Lennon durante el rodaje de ‘Cómo gané la guerra’),
Trueba construye una comedia dramática con mimbres de ‘road movie’ tan
irregular como llena de encanto, una de esas películas que logran que los
créditos te sorprendan con una sonrisa en los labios capaz de borrar los
pecados veniales cometidos.
Quizás
por necesidades de producción, quizás por premuras de montaje con las miras
puestas al estreno en San Sebastián, la odisea del docente y de los dos jóvenes
en fuga que recoge en su periplo (el hijo de un ‘gris’ con pelo a lo ‘beatle’
que se niega a cortarse la melena y una niña bien que escapa de una suerte de
hogar de acogida) parece cosida a retazos –algunos brillantes— que reclamaban
una historia de fondo más sólida.
Javier
Cámara, como el maestro que busca a Lennon, crea un personaje genial, un héroe
anónimo en la mejor tradición de los cómicos españoles de los sesenta, con la
afable cotidianeidad de Jack Lemmon y la ingenuidad quijotesca de Charles
Chaplin. La andaluza Natalia de Molina, todo un descubrimiento, brilla como la luz
de una Almería desnuda, pobre y veraz. Francesc
Colomer es el más desdibujado del triángulo, quizás porque su personaje también
lo está.
La
habilidad de Trueba con los diálogos, la seductora banda sonora de Charlie
Haden y Pat Metheny y la frescura de algún secundario no profesional (ese
recepcionista ‘robaplanos’) disimulan los costurones del conjunto, que juega su
mejor baza al mostrar el paisaje almeriense como escenario mítico de creación,
inspiración y refugio.
Con
todo, ‘Vivir es fácil...’ es una de las propuestas más estimulantes del cine
español de 2013 y el trabajo más redondo del director, quien reúne lo mejor de
sus dos mejores largometrajes hasta la fecha: la nostálgica inocencia de ‘La buena vida’ y la
mirada al ayer para establecer un puente hacia el presente de ‘Soldados de
Salamina’. Es un filme amable, simpático, bienintencionado, honesto en sus
planteamientos, sencillo en la forma y con un final muy redondo. Pero en su
buscada pequeñez, en la ligereza de la propuesta, es donde radica también su
principal lastre: el sentimiento, que se queda en intuición, de que la historia
escondía más de un momento de puro cine, de esos que te agarran el corazón por
la solapa y te obligan a ir buscarlo tres filas más abajo con los ojos bien
abiertos.
(http://www.cineandcine.tv/cinexin/1176-vivir-es-facil-con-los-ojos-cerrados.html#.UvorhWJ5PTo)
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